Sicología

Los trastornos alimentarios se detectan en los primeros cursos de la ESO

La bulimia o la anorexia se pueden prever en jóvenes de esas edades

La campaña «¿Una botella de agua es todo tu almuerzo? Cuando comes NADA dejas de SER» buscó concienciar sobre los trastornos de conducta alimentaria
La campaña «¿Una botella de agua es todo tu almuerzo? Cuando comes NADA dejas de SER» buscó concienciar sobre los trastornos de conducta alimentarialarazon

Algunas variables de tipo personal como la edad, el curso escolar y el uso de redes sociales, así como otras de carácter familiar como el nivel de estudios de la familia y el grado de relación «influyen» en las actitudes y conductas de riesgo asociadas a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en adolescentes. Así lo desvela el estudio «Influencia de variables personales y familiares en los trastornos de conducta alimentaria», realizado por los investigadores de la Facultad de Educación y Trabajo Social de la Universidad de Vigo Paula Frieiro, Rubén González-Rodríguez y José Domínguez, que urgen a «tener presente» que la «creciente» prevalencia de los TCA exige un estudio «periódico y actualizado» que «continúe ahondando» en las diferentes variables personales y familiares que «interfieren» en su aparición y «persistencia».

En la investigación, publicada en la «Revista Española de Salud Pública», y recogido por Servimedia, participaron casi 800 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) con una media de edad de 13,84 años, matriculados en el curso 2019/2020 en institutos de la comunidad de Galicia y cuyos posibles TCA fueron valorados con el Test de Actitudes hacia la Alimentación de Garner.

La recogida de datos se desarrolló entre los meses de septiembre y marzo del curso escolar 2019/2020 y, atendiendo a las variables personales analizadas, los expertos no encontraron diferencias «estadísticamente significativas» de los trastornos de conducta alimentaria en el género de los adolescentes, pero sí en el caso de la edad, curso escolar y uso de redes sociales.

Del mismo modo, los datos sí presentaron «diferencias estadísticamente significativas» en los trastornos de conducta alimentaria según el nivel de estudios de las familias y su relación familiar.

Respecto a la variable de edad, los estudiantes más jóvenes, que cursan 1º y 2º de ESO, presentan «mayor preocupación» por la comida que el alumnado de 4º. De igual modo, los estudiantes de los tres primeros cursos presentan «mayor preocupación» por la dieta que el alumnado de último curso.

Finalmente, con relación a la dimensión bulimia, los estudiantes de 3º presentan valores superiores a 4º curso, por lo que, según los expertos, los primeros cursos de ESO son «determinantes para la prevención-intervención en los trastornos de conducta alimentaria».

En cuanto al uso de las redes sociales, entre el estudiantado que disponía de redes se apreciaron actitudes de «preocupación, sin llegar a ser estadísticamente significativas», en las subescalas dieta, preocupación por la comida y bulimia.

Por su parte, los resultados evidencian “diferencias significativas” entre las actitudes de riesgo hacia los TCA respecto al nivel de estudios de la familia y al grado de relación familiar. En cuanto al nivel de estudios de la familia, la muestra de estudiantes de familias con estudios primarios y secundarios presentaron una “mayor preocupación” por la dieta que la de familias con estudios universitarios.

En referencia a la relación familiar, las diferencias no resultaron “estadísticamente significativas” en la preocupación por la comida, pero sí para la dieta y la bulimia. Atendiendo a la dieta, las familias con una relación “regular” tienen “mayor preocupación” por la dieta que las de relaciones “buenas y muy buenas” y los individuos de familias con una relación “regular” presentan mayor riesgo de bulimia que los de relaciones “buenas”.

A la luz de estos resultados, los expertos juzgaron importante conocer el grado de “interferencia” de estas variables en este tipo de conductas, convencidos de que todo ello posibilita la “mejora” en la intervención y el diseño de estrategias preventivas. No obstante, reconocieron que sin un diagnóstico y tratamiento temprano “eficaz” el curso de estos trastornos se prolonga conllevando morbilidad física, psicológica, social y “una alta mortalidad”.