Religión

La Iglesia española rompe sus tabúes

La consulta sinodal de ayer pide más liderazgo de la mujer, acoger a divorciados y gais, y replantear el celibato

El obispo José María Gil Tamayo conversa con algunos de los asistentes a la jornada
El obispo José María Gil Tamayo conversa con algunos de los asistentes a la jornadaGonzalo Pérez MataLa Razón

La Iglesia española ha hablado y ha reclamado para sí misma una «una fuerte conversión personal, comunitaria y pastoral». Iglesia en plural, o lo que es lo mismo, con el parecer tanto de los obispos como de los sacerdotes, religiosos y católicos de a pie. Así al menos se recoge en la síntesis de la consulta sinodal encargada por el Papa a todas las diócesis del mundo, que en España se viene trabajando desde octubre y que ayer se aprobó por unanimidad en una asamblea final en la que participaron más de 660 delegados de todos los rincones del país en una jornada de encuentro celebrada en el auditorio madrileño de la Fundación Pablo VI.

En el resumen, se recopilan preocupaciones y sugerencias de hasta 215.000 personas que abarcan toda la idiosincrasia interna y externa eclesial en un ejercicio de autocrítica propositiva que admite «una clara fractura entre Iglesia y sociedad», que se traduce en una percepción de la institución como «reaccionaria y poco propositiva, alejada del mundo de hoy». Incluso se reconoce «la secularización de los bautizados, la pérdida de la identidad cristiana de los creyentes y de las estructuras».

Este baño de realidad reclama la inclusión de colectivos esquinados. En el documento, se insta a una «acogida más cuidada» hacia «las personas divorciadas y vueltas a casar» y quienes necesitan de un especial acompañamiento «por su orientación sexual», dos grupos a los que Francisco ha prestado una especial atención que no acaba de aterrizarse en lo local.

Además, la síntesis recoge otros dos temas tabúes hasta ahora para ser expresados o debatidos, aunque se subraya que se trata de cuestiones «suscitadas solo en algunas diócesis y, en ellas, por un número reducido de grupos o personas». En este epígrafe, se incorpora desde «el imprescindible diálogo eclesial y con nuestros conciudadanos, la petición que formulan acerca de la necesidad de discernir con mayor profundidad la cuestión relativa al celibato opcional en el caso de los presbíteros y a la ordenación de casados». «En menor medida, ha surgido el tema de la ordenación de las mujeres», se añade a continuación.

Entre los asuntos prioritarios también se encuentra «el papel de la mujer en la Iglesia». De Norte a Sur, «se ve imprescindible su presencia en los órganos de responsabilidad y decisión de la Iglesia». En línea con esta propuesta, también se reclama que, en general, se fomente la «codecisión» en todas las estructuras eclesiales, en detrimento del llamado «clericalismo bilateral», o en otras palabras, «un exceso de protagonismo de los sacerdotes y un defecto en la responsabilidad de los laicos», fruto del autoritarismo de unos y la comodidad como espectadores de los otros. En este sentido, se habla de la necesidad de una mayor profesionalización «en los asuntos de gobierno», transparencia en la gestión –no solo en lo económico– y una mayor presencia en los medios de comunicación, en especial en todo el mundo digital.

La síntesis también recoge la necesidad de unas misas más vivas frente a una liturgia que «se vive de una forma fría, pasiva, ritualista, monótona, distante». A la par, se da un tirón de orejas a los sacerdotes, en tanto que se les invita a «repensar el papel de la homilía», una queja que ya formuló de forma detallada Francisco en su exhortación programática Evangelii Gaudium. En este sentido, se añade otra apostilla: «Nos duele particularmente la falta de entusiasmo de una parte muy relevante de los sacerdotes de las distintas comunidades locales y nuestra falta de eficacia como comunidad a la hora de acompañarlos en la vivencia de su vocación».

El documento también lanza una alerta ante la ausencia de jóvenes en la Iglesia, la familia como eje prioritario de evangelización, el perdón y la reparación en materia de abusos sexuales y apostar por el diálogo ecuménico e interreligioso.

Además, se exponen otras cuestiones apremiantes como una redefinición de la presencia de la Iglesia en el mundo rural, el potencial de la religiosidad popular, la pastoral de los mayores y la atención a presos, enfermos y migrantes.

Lejos de recibir de uñas o con una reacción doctrinal todas estas propuestas, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, hizo un llamamiento a apostar «la diversidad, no la uniformidad y homogeneidad, por la vía del consenso» para «conjugar las diferencias a partir de la escucha sincera». Así lo expresó en la eucaristía posterior a la presentación de la síntesis, en la que llegó a interpelar a sus hermanos obispos y a los demás católicos presentes: «¿Estamos dispuestos a dejar a un lado proclamas ideológicas, nuestros intereses particulares, para proponer aquello que verdaderamente nos sugiere el Espíritu?».

A partir de ahí, los animó a «ser signo de comunión en medio de esta sociedad individualista y a veces tan polarizada». «No podemos ir de llaneros solitarios, como en las películas del Oeste, sino en comunión», apreció, consciente de que la propuesta del Papa Francisco de plantear una consulta sin cortapisas ha generado no pocas suspicacias en algunos sectores de la Iglesia que consideran que abrir la puerta al diálogo de determinados temas pueden hacer tambalearse los pilares doctrinales de la catolicidad.

Lo cierto es que en esta misma línea de apertura de Omella se había manifestado por la mañana el máximo responsable vaticano de esta consulta global. «Debemos estar atentos a no tener un pensamiento cerrado y completo», interpeló a la Iglesia española a través de un videomensaje el cardenal Mario Grech, secretario general de la Secretaría General del Sínodo.