Supervivencia
Adiós a las listas de espera para un trasplante de hígado
Las nuevas técnicas de perfusión normotérmica revolucionan una práctica que salva miles de vidas en todo el mundo
Los trasplantes aún suponen un reto de dimensiones épicas para la ciencia. A pesar de que cada vez se realizan más, con más éxito y seguridad, aún existen limitaciones insalvables para que la cesión de un órgano entre humanos sea una terapia universal. El número de trasplantes practicados es mucho menor del necesario. En la UE cada día fallecen 11 personas a la espera de un órgano donado. Hay más de 57.000 personas en lista de espera.
Uno de los obstáculos que debe sortear la actual técnica de trasplantes es el escaso tiempo del que se dispone entre la extracción del órgano en el cuerpo del donante y la inserción en el del paciente receptor antes de que el tejido se deteriore y se vuelva inservible.
Para el caso de un hígado, por ejemplo, los actuales sistemas de preservación extracorpórea solo permiten mantener el órgano fuera del cuerpo unas 12 horas. Esta ventana temporal es todo con lo que cuentan los facultativos no solo para proceder a la operación sino para certificar que el órgano donado está en perfectas condiciones y adecuarlo para la intervención.
Pero un espectacular avance científico ha venido para cambiar bastante las cosas. Cirujanos de la Universidad de Zurich han detallado en la revista «Nature» el primer trasplante con éxito de un hígado tres días después de la extracción del cuerpo de donante. El suceso puede tener gran trascendencia en el futuro de esta operación quirúrgica porque no sólo aumentará el número de órganos viables –se podrá esperar más tiempo para encontrar receptores de tejidos que ahora se desechan– sino que permitirá que se apliquen sobre le hígado o el pulmón permutado terapias de recuperación de manera que lo que antes era inviable pueda ser utilizado para salvar una vida.
La hazaña se basa en la denominada perfusión normotérmica ex situ. Se trata de la introducción de un fluido a temperatura corporal (36 grados) en el hígado donado después de haberlo extirpado. ¿En qué consiste la novedad?
Hasta ahora, el tejido del hígado para ser trasplantado se conservaba en una solución fría a entre 2 y 5 grados que lo mantenía intacto unas cuantas horas. Es lo que se llama isquemia fría cuyo límite aconsejado para los hígados es de no más de medio día. A partir de las 12 horas, la viabilidad del órgano empieza a decrecer. Se ha intentado ampliar el límite temporal con algunas tecnologías de nuevo cuño como la técnica HOPE que parece mejorar considerablemente la calidad del tejido trasplantado pero no otorga mucho más tiempo que las famosas 12 horas.
Desde hace tiempo, la práctica clínica parecía recomendar el uso de perfusiones con sangre humana en lugar de soluciones frías, que mantengan el órgano a 36 grados. Sin embargo no existía evidencia suficiente para conocer la eficacia real de esta técnica.
Después de varios años de trabajo y ensayos preclínicos, los científicos de Zurich han podido presentar el primer caso de evidencia de las bondades de esta perfusión normotérmica.
En la publicación de «Nature» se relata que el hígado trasplantado procedía de una paciente que había padecido graves enfermedades hepáticas entre ellas una cirrosis avanzada. Los autores del experimento obtuvieron autorización de la Oficina Federal de Salud Pública de Suiza para realizar un intento compasivo basándose en el creciente número de pacientes que tienen una probabilidad casi nula de encontrar un órgano viable para ellos en el tiempo que les queda de vida. En concreto, se pidió utilizar órganos desechados en anteriores procesos de selección.
Un hígado puede ser descartado por muchas razones: por la edad del donante, por enfermedades concomitantes o por el mal estado de conservación. La idea de los investigadores era que, tras pasar días tratándose con una perfusión a temperatura corporal fuera del cuerpo del donante, un órgano dañado puede recuperar parte de sus funciones. Es como si la recepción de «savia nueva» permitiera restablecer cualidades perdidas por el contacto con un cuerpo enfermo.
El 29 de mayo de 2021 los médicos recibieron un hígado de una mujer de 29 años que sufrió abcesos intrabdominales graves y recurrentes episodios de sepsis derivados del ataque de varias bacterias multirresistentes. Además se apreciaba un tumor de 4 centímetros que no se pudo determinar si era maligno antes de la extracción.
Cualquiera de esas patologías podrían haber servido para descartar el hígado en un trasplante convencional. La razón principal es que, antes de trasplantarlo, es necesario determinar la naturaleza maligna o benigna del tumor. En las 12 horas de límite se hace muy difícil tomar esa decisión. Al introducirse, sin embargo, la perfusión caliente el hígado se mantuvo sin deterioro más de tres días. En ese tiempo no solo mejoraron algunas de sus funciones vitales sino que se pudo determinar que el tumor presente era benigno.
El resultado fue espectacular. Una vez trasplantado, el órgano funcionó en el cuerpo del receptor con normalidad, mostrando funciones vitales muy avanzadas y con mínimos restos del daño anterior. El paciente no tuvo que someterse a un tratamiento inmunosupresor demasiado agresivo y recuperó su calidad de vida sin daño hepático.
Los autores consideran que el tiempo de «reposo» al que fue sometido el hígado antes de ser trasplantado sirvió para recuperar algunas de sus funciones. De hecho, se observó un aumento del tamaño del órgano posiblemente derivado de la recuperación de cierta función celular regenerativa.
Aún es necesario reproducir la técnica en otros tipos de pacientes pero podría reducir las listas de espera en todo el mundo.
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