Análisis

Una homilía para la Historia

Francisco durante el oficio del funeral
Francisco durante el oficio del funeralStefano SpazianiEuropa Press

A quienes suelen escuchar las homilías del papa Francisco en las grandes ocasiones no les habrá extrañado que la mención al pontífice no reinante en la reflexión tras el evangelio haya sido tan sutil como profunda. Es lamento general tras las canonizaciones que Bergoglio apenas ha hablado del nuevo santo o santa glorificado; lo mismo puede aplicarse en esta celebración en la que el recuerdo del Papa alemán haya flotado en el ambiente y estado más presente que lo que las palabras permiten expresar.

Francisco ha despedido a Benedicto con las mismas palabras con las que Ratzinger inició su ministerio y precisamente en el mismo lugar que fueron pronunciadas.

«Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia», rememoró Francisco haciendo suyas unas palabras que en su día fueron programáticas y que Benedicto XVI, con su legado y tras su muerte, ha cumplido en epitafio póstumo.

También acudió Francisco a la primera Misa Crismal de Ratzinger como papa cuando entonces recordaba a los sacerdotes que Dios siempre susurra en el corazón de la humanidad: «Tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas». También hoy el tímido y sereno Papa no reinante ha sentido la caricia de estas consoladoras palabras ya que vivió una fe que echó raíces en su familia de Baviera y se consolidó sufriendo una guerra o fue transmitida desde las aulas o desde el púlpito.

Y si el principio fundamental que Ratzinger se marcó para su pontificado fue el propiciar de nuevo el encuentro de la humanidad con Dios, Francisco ha acudido a Jesús para mostrar al mundo la lógica del Dios encarnado.

Bergoglio no ha querido hacer un panegírico para las cámaras o las delegaciones diplomáticas; ha preferido trazas las líneas principales de la historia de la salvación a través de la experiencia del Crucificado.

Y a la luz de la resurrección, el Hijo que cumple la voluntad del Padre, se transparenta el testimonio de humano y creyente de Benedicto XVI.

Jesús –como Joseph Ratzinger–, se entregó en las «manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición» del Padre. Jesús –como Joseph Ratzinger–, se «dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio» hechas cicatriz y llaga profunda. Jesús –como Joseph Ratzinger–, fue «capaz de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo» con la eucaristía.

Para quienes conocieron a fondo al Papa no reinante no podría haber obituario mejor que haber llevado hasta tal plenitud los compromisos del bautismo, la confirmación o la ordenación sacerdotal que haberse configurado de tal manera con el auténtico Maestro.

«Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz». Descansa en paz.