Inclusión laboral

La discapacidad que convirtió al hostelero Juanmi en guardián de la ciberseguridad

Una enfermedad degenerativa en los pies le expulsó del mercado laboral. Tras recibir la incapacidad tuvo que reinventarse. Al regresar al trabajo, solo «me cogían como teleoperador hasta que un día sonó el teléfono y comenzó mi nueva vida»

Juan Miguel, durante su entrevista con LA RAZÓN
Juan Miguel, durante su entrevista con LA RAZÓNAlberto R. RoldánLa Razón

Juan Miguel, o Juanmi con le conocen sus amigos y compañeros de trabajo, pensó que se jubilaría siendo hostelero. Era una profesión por la que sentía gran pasión y apego, no sólo porque lo había «mamado» en casa como hijo de hosteleros sino porque disfrutaba con su oficio, con el trato con los clientes. Había pasado por diferentes puestos, desde la cocina, la barra y ocupaba el de jefe de sala cuando en 2015 todo cambió para él.

Una enfermedad degenerativa en los pies que sufría desde pequeño frenó su vida en seco. No podía caminar y mucho menos mantenerse en pie durante toda la jornada laboral. Comenzó entonces el periplo médico, las operaciones, los tratamientos, la medicación, la rehabilitación... Un proceso de dos años que le desconectó del mundo laboral cuando contaba poco más de 30 años.

«Me dieron la incapacidad laboral para el trabajo que estaba realizando, fue un golpe muy fuerte, no sabía cómo reengancharme al trabajo ni qué iba a ser de mí», explica a LA RAZÓN. Además, cuenta que a su problema de los pies cavos varos, se suma la enfermedad autoinmune de Crohn y una prótesis de cadera derivada de la excesiva ingesta de fármacos. «Así que cuando me recuperé más o menos de las operaciones, comencé a buscar trabajo, pero sólo me salían cosas de teleoperador. No me gustaba, me sentía frustrado y con vistas a un futuro muy poco esperanzador. Yo siempre soñé con jubilarme de hostelero, se me había caído el mundo encima, fue un golpe brutal», reconoce con angustia.

Juan Miguel, en la sede de la Fundación GoodJob
Juan Miguel, en la sede de la Fundación GoodJobAlberto R. RoldánLa Razón

Pero un día sonó su teléfono, a través de la oficia de empleo, había una fundación llamada GoodJob que, a través de un programa llamado «Include», fomentaba el trabajo para personas con discapacidad en el sector de la ciberseguridad. Al principio se quedó sorprendido porque él desconocía completamente ese mundo. «Debía reinventarme, lo tenía claro, así que no dudé en acudir a la entrevista con ellos. Siempre me había gustado la informática, trastear con los ordenadores, pero como hobby, nada más».

Comenzó una formación de siete semanas, «muy duras la verdad, yo partía de cero y fue una locura, pero sentía que era el principio de mi nueva vida», explica este madrileño de 38 años mientras consulta su ordenador, pendiente de una reunión con clientes de la empresa para la que ahora trabaja, Wise Security Global.

«Por fin comenzaba a ver el sentido de mi vida. Las clases fueron muy exigentes y con los formadores más punteros en ciberseguridad. Y además gratuito, no puedo estar más agradecido a GoodJob. Cualquiera que conozca un poco este sector sabe que cualquier curso sobre la materia es muy caro. Yo no habría podido permitírmelo en mi situación», confiesa.

César López García, director general de la Fundación GoodJob, organización que precisamente acaba de ser galardonada por su proyecto «Include» en los Premios Fundación «la Caixa» a la Innovación Social 2022, se muestra orgullo de lo que han conseguido en los siete años de largo camino. «El trabajo es una forma fundamental de integración social. Existen muchos clichés y estereotipos sobre las personas que tienen alguna discapacidad. La mayoría de ellos solo suelen conseguir empleos en sectores que requieren formación básica, teleoperadores, jardineros... Es decir, están predestinados a trabajos de baja cualificación y nosotros queríamos cambiar esta tendencia».

Juan Miguel habla con Isabel, la persona que realiza su seguimiento en el proceso de integración laboral
Juan Miguel habla con Isabel, la persona que realiza su seguimiento en el proceso de integración laboralAlberto R. RoldánLa Razón

Por este motivo, César y su equipo comenzaron a darle vueltas y se dieron cuenta que el sector de la ciberseguridad requería cada vez más número de trabajadores así que comenzaron a hablar con empresas tecnológicas y les propusieron lo siguiente: seleccionar a personas con alguna discapacidad que reunieran las aptitudes necesarias para trabajar en el sector, los cuales recibirían formación a través de expertos que trabajan en las empresas tecnológicas en cuestión, una formación concentrada en siete semanas y luego se les emplearía durante un año a través de GoodJob para que después la empresa fuera la que directamente le ofreciera un contrato con un sueldo inicial de 18.000 euros.

Un sueño hecho realidad

Y el sueño, tras mucho esfuerzo, se hizo realidad. Ya van por la sexta edición de este programa en el que ya han participado 350 personas y con un ratio de empleabilidad superior al 70%.

«No hay que esconderse por tener alguna discapacidad, pero tampoco convertir a las personas que lo padecen en perceptores, sino que deben ser aportadores. Hay que acompañarlos y darles soluciones personales», puntualiza César, quien, además, apunta que, en el caso de personas en edad laboral, el 80% de los que presentan alguna discapacidad, esta ha sido sobrevenida, no congénita.

En España hay 3.255.843 personas que padecen algún tipo de discapacidad, lo que supone el 7% de la población. De ellas, hay un 71,6% entre los 45 y los 64 años y un 22,9% entre los 25 y los 44. El 43% solo posee formación primaria y el 32% secundaria. «Cuando se analiza el sector laboral se observa que solo el 36% de las personas con discapacidad están en búsqueda de empleo. Ven su futuro con gran angustia e incertidumbre. A través de esta iniciativa nosotros queremos dar una respuesta positiva y hacerles partícipes de la sociedad, porque la mayoría de ellos puede hacerlo», puntualiza el director general.

Además, todas las empresas poseen una exigencia legal de una cuota del 2% para trabajadores con discapacidad siempre que el número de empleados sea superior a 50: «Algo que no se cumple ya que en muchos casos no encuentran el perfil adecuado para los puestos que buscan y optan por la vía de donación. De ahí surgió nuestra idea de formar a personas con discapacidad en el área de la ciberseguridad, para suministrar personal cualificado», puntualiza César.

Como director académico del proyecto eligió a Román Ramírez, una eminencia en el mundo de ciberseguridad. Juanmi, de hecho, habla de él como si fuera un dios. «Al principio no sabía quién era, pero cuando empecé a trabajar en este mundo comprobé que era uno de los mejores, ha sido un honor formarme con él», asevera.

Este ex hostelero trabaja ahora protegiendo a empresas de ataques informáticos y hackeos: «Estoy todavía aprendiendo muchas cosas, ocupo el nivel L1 que es algo así como el primer filtro de amenazas. En la empresa somos 14 expertos los que formamos este equipo de primer filtro. Gestionamos incidencias, brechas de seguridad y combatimos a los ‘’bichos’'», afirma orgulloso.

La estafa del CEO

Entre las principales amenazas de ciberseguridad con las que se han topado en este tiempo, destaca la «estafa del CEO»: «De esas hay muchas. El hacker se hace pasar por el CEO de la empresa y solicita una transferencia urgente. Cuando nuestros clientes nos contactan comenzamos a investigar el origen. También nos encontramos a diario con ‘’phishing ‘’», detalla en relación a la una técnica que consiste en el envío de un correo electrónico por parte de un ciberdelincuente a un usuario simulando ser una entidad legítima (red social, banco, institución pública) con el objetivo de robarle información privada, realizarle un cargo económico o infectar el dispositivo.

«Si esto ocurre en los particulares, imagínate en las empresas y ahí entra en juego el robo de datos, historiales clínicos... en nuestra empresa trabajamos con hospitales, empresas de cosmética... hay que tener mucho cuidado».

Isabel, que es su preparadora, es decir, la persona que, desde Good Job, le hace un seguimiento diario durante el primer año de contrato con la empresa, le observa atenta: «Es fundamental su ayuda, es la persona encargada de recibir el feedback por parte de la empresa».

Ahora, Juanmi sueña con seguir formándose y escalar en su sector: «Mi familia está muy orgullosa de mí, por lo que he conseguido después de haberlo pasado tan mal. Además, es un sector en el que se cobra muy bien», dice. ¿Cuanto? «Pues un junior a está en los 2.000 mensuales, así que imagínate», comenta con una sonrisa.

Un sector de la población con un 24% de paro

Mientras que el dato de la población de personas sin discapacidad se encuentra en el 13,3%, las personas con discapacidad sufren un 24%. Además, desde la Fundación GoodJob aseguran que la mayoría de los trabajos que consiguen son de baja cualificación, de mano de obra intensiva, con un futuro incierto y baja retribución. Tan solo el 5% de las personas con discapacidad en el mundo laboral tienen formación universitario y solo el 25% gozan de contratos ordinarios.