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Incendios

Amazonía... ¿quién prendió la mecha?

Los últimos incendios en Brasil han provocado una alarma mundial justificada. Aunque los agricultores realizan «queimadas» desde años, ahora son más frecuentes y tienen un mayor impacto.

El humo anaranjado ilumina la noche de la Amazonia. Este año se han contabilizado más de 70.000 fuegos en la zona larazon

Los últimos incendios en Brasil han provocado una alarma mundial justificada. Aunque los agricultores realizan «queimadas» desde años, ahora son más frecuentes y tienen un mayor impacto.

No hace falta mucho para iniciar un incendio. Una cerilla, una pequeña cantidad de líquido inflamable, una porción de vegetación suficientemente seca... Para que ese incendio se convierta en una ola infernal de devastación a lo largo de centenares de kilómetros cuadrados hace falta algo más.

De hecho, para que se produzcan 74.000 incendios en un año, más de 9.000 en una sola semana, un 84% más que los producidos en el mismo periodo de 2018 hace falta una cadena de factores muy difícil de repetir. Eso es lo que está ocurriendo esta semana en la Amazonia brasileña y los factores no son, ni mucho menos, solo naturales. Según parecen indicar todos los peritajes científicos, denuncian muchas organizaciones de defensa del medio ambiente y dejan caer algunos mandatarios reunidos en la cumbre del G7, la inmensa mayoría de los incendios que azotan el pulmón del planeta en este momento no son fuegos salvajes. Responden, dicen, a la voluntad intencionada de limpiar de vegetación silvestre el terreno por parte de madereros, granjeros y agricultores. Responden, dicen, al amparo del propio gobierno de Brasil que ha centrado parte de su política ambiental en la promesa de mejorar la economía del país mediante la explotación de ciertos recursos sensibles en la cuenca del Amazonas. Bolsonaro ha relajado las medidas de defensa del medio ambiente y algunos han aprovechado la ocasión. ¿Es cierto?

El año de la «queimada»

Los datos parecen demoledores. El 2019 pasará a la historia como el año con el mayor número de «queimadas» producidas en la región. Las queimadas son quemas controladas realizadas por los productores agrícolas y granjeros para limpiar los pastos. Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en 2018 se produjeron 105.000 focos de fuego de este tipo entre agosto y septiembre. En 2019 se superará esa cifra. No en vano, antes del 10 de agosto ya se había alcanzado la mitad de esos incendios. De hecho, dichafecha fue elegida por numerosas organizaciones agrarias como cita para realizar miles de quemas controladas al unísono. Una suerte de fatídica reivindicación de sus prácticas.

Los dueños de las explotaciones agrícolas y ganaderas de la región lo tienen claro. En declaraciones al diario «Folha do Progresso» de Brasil, líderes de organizaciones agrarias justificaban su actividad. Para mantener sus pastos y cultivos necesitan limpiar grandes extensiones de terreno. Lo realizan con fuego y han de hacerlo entre los meses de agosto y septiembre, antes de que lleguen las lluvias. Aunque se usan potentes programas de ordenador para seleccionar el periodo ideal para realizar las quemas, los ordenadores no son infalibles. En esta práctica, secular, peligrosa, polémica e inevitable, amparada ahora más que nunca por las leyes, existen demasiadas incertidumbres, demasiado atavismo, demasiado riesgo y demasiada poca ciencia.

La relación entre el fuego y el suelo es una especie de círculo vicioso. Cuanto más espacio se quema, más se favorece la formación de zonas de secano, menos capacidad de absorción hídrica, peores condiciones para controlar una quema. Los incendios supuestamente controlados comienzan a ser cada vez más incontrolables. El aumento global de las temperaturas, la extensión de las temporadas de sequía, el aumento de la explotación minera y agrícola del territorio... son todos fenómenos que favorecen la gravedad de los fuegos. Pero, no nos engañemos, el origen primero de cada incendio casi siempre es el mismo: una chispa encendida por ser humano.

Bolsonaro, sospechoso

La chispa puede ser física (la mano que prende la cerilla primera) o intelectual. En este caso no son pocos los que advierten que el gobierno de Brasil ha elaborado una peligrosa retórica desarrollista: ha contrapuesto la defensa del medio ambiente al desarrollo económico, ha relajado algunas leyes de protección bajo la excusa de favorecer la expansión económica del país.
Lo cierto es que desde que en 1998 se empezó a medir el impacto de las quemas sobre la Amazonía mediante observaciones de satélite, no se había registrado una temporada de incendios como esta. Nunca antes se perdiótanta vegetación en tan poco tiempo. Y parece que el desastre no ha hecho más que empezar. La temporada de sequía en la zona comienza en julio, tiene su pico en agosto o septiembre y se puede extender hasta noviembre. No podemos mirar al cielo a la espera de una solución en forma de lluvia que no llegará, con suerte, hasta finales del mes que viene. Los peores fuegos de la historia reciente de Brasil tienen todavía una larga vida por delante.

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