
Religión
"Dilexi te": tándem de León XIV y Francisco para frenar la pobreza
El Papa publica su primera exhortación apostólica, un proyecto heredado de Bergoglio para «destruir» las «estructuras de injusticia»

León XIV denuncia que «sigue siendo insuficiente» el compromiso para acabar con las «causas sociales y estructurales de la pobreza». En estos términos se expresa el Papa agustino en su primer documento magisterial, que se ha publicado hoy, cuando se cumplen cinco meses desde su elección.
"Dilexi te" ("Yo te he amado") es el nombre de esta exhortación apostólica que firmó el pasado 4 de octubre en la fiesta de Francisco de Asís y que viene a ratificar «la opción preferencial por los pobres» de la Iglesia que caracterizó el pontificado del fallecido papa Francisco. No en vano, como reconoce Robert Prevost en las primeras líneas del texto, este «proyecto» es una «herencia» de Jorge Mario Bergoglio que «estaba preparando en los últimos meses de su vida».
Este texto, que podría considerarse que está elaborado a cuatro manos, denuncia que «no debemos bajar la guardia respecto a la pobreza», de la misma manera, que critica el cliché que lleva a pensar que se es pobre «por elección». «Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino», remarca, a la vez que tacha de «ceguera y crueldad» a quienes piensan en esta clave.
«Las estructuras de injusticia deben ser reconocidas y destruidas con la fuerza del bien, a través de un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las ciencias y la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la transformación de la sociedad», sentencia el Pontífice.
En la exhortación, valora como «encomiable» que las Naciones Unidas» hayan puesto la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos del Milenio» y reclama la necesidad de «buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social» una solución a esta lacra. «La religión, especialmente la cristiana, no puede limitarse al ámbito privado, como si los fieles no tuvieran que preocuparse también de los problemas relativos a la sociedad civil y de los acontecimientos que afectan a los ciudadanos», detalla León XIV.
En este sentido, redobla el compromiso de la Iglesia en favor de la justicia social. Sin embargo, resulta especialmente llamativo que el Papa agustino ponga sobre la mesa la resistencia de grupos católicos a abanderar esta lucha. De hecho, tira por tierra «una pastoral de las llamadas élites, argumentando que, en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más eficaces».
«El cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social». «Son una ‘cuestión familiar’, son ‘de los nuestros,», asevera, haciendo hincapié en que «nuestra relación con ellos no se puede reducir a una actividad o a una oficina de la Iglesia».
León XIV se muestra preocupado en el documento por quienes, literalmente, «siguen diciendo: ‘Nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina’». En este sentido se hace eco de cómo hay creyentes que consideran que «sólo el gobierno debería encargarse de ellos, o que sería mejor dejarlos en la miseria, para que aprendan a trabajar». «A veces, sin embargo, se asumen criterios pseudocientíficos para decir que la libertad de mercado traerá espontáneamente la solución al problema de la pobreza», escribe el Santo Padre. No se queda ahí, sino que llega a asegurar en un ejercicio de autocrítica que «los cristianos, en muchas ocasiones, se dejan contagiar por actitudes marcadas por ideologías mundanas o por posicionamientos políticos y económicos que llevan a injustas generalizaciones y a conclusiones engañosas». El Papa norteamericano nacionalizado peruano lamenta además que «el ejercicio de la caridad resulte despreciado o ridiculizado, como si se tratase de la fijación de algunos y no del núcleo incandescente de la misión eclesial».
Frente a esta errada concepción, León XIV insiste en "Dilexi te" en cómo «La realidad es que los pobres para los cristianos no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo». De la misma manera, plantea que «no se puede amar a Dios sin extender el propio amor a los pobres».
A la par, otorga plena carta de ciudadanía eclesial a los pobres, que no pueden ser considerados para él «sujetos capaces de crear su propia cultura, más que como objetos de beneficencia». En paralelo, también reivindica «la buena fama» de la limosna: «No podemos correr el riesgo de dejar a una persona abandonada a su suerte, sin lo indispensable para vivir dignamente».
Para reforzar estos postulados, el grueso de la exhortación apostólica desarrolla un argumentario bíblico e histórico para demostrar que la batalla contra la pobreza no es un apéndice para la Iglesia. «La realidad es que los pobres para los cristianos no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo», asevera.
En su repaso, aborda cómo el catolicismo se ha vertebrado en una entrega a los últimos en diferentes campos como la educación, la sanidad, las cárceles, las migraciones, los movimientos populares, la vida monástica… Por ello, en la exhortación se suceden en la exhortación las referencias a santos que han sido pioneros en todas estas áreas, desde san José de Calasanz hasta la madre Teresa de Calcuta pasando por santa Francisca Javiera Cabrini o san Juan de Dios. Y, por supuesto, se detiene en la figura del fundador de la orden a la que pertenece. «Para Agustín, el pobre no es solo alguien a quien se ayuda, sino la presencia sacramental del Señor», escribe el Papa.
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