
Boston
«El Seco» se sentía un zombi en la calle
Salió hace sólo 44 días y la Policía le ha detenido en el interior de un coche robado. Condenado a siete meses, vuelve a entrar en prisión

Vuelve a la prisión desplazado, sin dinero, sin ninguna posibilidad de reinsertarse y muerto de miedo. Es muy probable que siendo un «asesino manitas», capaz de cometer tres asesinatos seguidos en dos años, sin que nadie le «eche el guante», ahora haya cometido un delito a la vista de todos para ser detenido. No obstante, no es una víctima, es un verdugo sin suerte. Ahora, tras un juicio rápido, el juez le condena a siete meses y decreta su nuevo ingreso en la cárcel.
En mi condición de ser el único periodista de investigación que ha dirigido un estudio reciente en el interior de las cárceles españolas, para valorar su poder de reinserción, no me extraña nada, puesto que he comprobado por mí mismo, desde dentro, aunque de visita, claro, que en las cárceles españolas no pasa nada, no se reinserta a nadie, a menos que lo haga de forma milagrosa o por sus propios medios, vejez o enfermedad. De tal modo, los grandes criminales como los excarcelados, abandonados a su propia suerte, como en un almacén de hombres, salen a veces peor que entraron: sin tratamiento para sus impulsos ni mejora en su resocialización. Ya estaba transcurriendo demasiado tiempo desde las excarcelaciones de la desmantelada «doctrina Parot» sin detenciones, cuando Pedro Antonio Seco Martínez, «El Seco», uno de los excarcelados, el despiadado asesino en serie de Villarobledo (27.000 habitantes, Albacete), ha sido apresado presuntamente cometiendo un nuevo delito contra la propiedad. Sólo han transcurrido 44 días desde su salida de la cárcel. Los agentes le encontraron en el interior de un vehículo que había robado. El detenido pasó a disposición judicial poco después en el juzgado número 2 de Villarobledo.
De sus víctimas, los cadáveres aparecían desnudos, con las piernas cruzadas. Los golpeaba, acuchillaba, desnudaba y estrangulaba. Incluso cuando se convirtió en el primer asesino en serie rural se libró de la mili por trastornos de la personalidad, pero no le prestaron atención médica. Pedro Antonio Seco es un psicópata de manual. Su primera víctima, Pedro José Moreno, fue hallado con puñaladas por todo el cuerpo y con la cabeza aplastada, el 23 de junio de 1991. Seis meses después, José Ballesteros, albañil, de 23 años, fue encontrado apuñalado y con golpes en la cabeza. Y en 1993, en septiembre, mató al taxista Juan Segundo López con el mismo estilo.
A su vuelta a Villarobledo tuvo una acogida unánime de rechazo. Su propio hermano suplicó al juez que lo desterrase: «Donde debe estar es en la cárcel», le dijo. Y hasta él, de acuerdo con el último delito cometido, parece estar de acuerdo. Los grandes criminales que han sido puestos en la calle, esta vez casi de forma violenta, salen con muy escasos recursos y a veces sin familia o amigos en el exterior, con lo que están condenados a vagar de un lado a otro.
El hecho de que no se haya detenido a nadie, hasta ahora, de esta hornada de criminales que ha invadido las calles del país, se atribuye a que la Policía les está vigilando, «de forma no invasiva», aunque son hombres libres que han cumplido su deuda con la sociedad. Pero cualquiera puede escaquearse y perderse de una vigilancia no oficial.
En cualquier caso, la singularidad del asesino paleto de Villarobledo es distinta a todas las demás que puedan darse. Pedro Antonio Seco, pese a ser el «criminal sofisticado» de un lugar pequeño, donde todos se conocían, no fue detenido hasta después de dos años tras sus crímenes. ¿Por qué entonces ha sido descubierto tan pronto en esta ocasión? Una de las posibilidades es que se encuentra perdido, sin saber qué hacer con su libertad, sin oficio ni beneficio, y muerto de miedo, amenazado, deseoso de volver a la seguridad –para él–, de la prisión. En el mediano pueblo de Villarobledo, durante los años en los que «El Seco» se dedicó a causar el pánico con la ejecución de varios asesinatos de sus propios vecinos, pasaron más miedo que en la ciudad de Boston por causa del estrangulador que sumió a la ciudad en el miedo más absoluto tras cometer 11 agresiones sexuales y extrangular a todas sus víctimas –jóvenes y ancianas–, tienen miedo a que su vecino regrese y cometa otros delitos ya que no tenía ninguna orden de alejamiento de la localidad, ante el lógico resabio y rechazo de la población.
El 14 de noviembre salió de la prisión de Ocaña II tras cumplir parte de una pena que en 1997 le condenó a 90 años de cárcel, por tres delitos de asesinato. La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Albacete decretó su puesta en libertad, en aplicación de la sentencia de Estrasburgo.
ESTRANGULABA A SUS VÍCTIMAS
Pedro José Moreno Villar del Saz, marmolista, de 33 años; José Ballesteros Ordóñez, albañil de 23; y Juan Segundo López Rebolloso, taxista de 42, tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de Pedro Antonio Seco. Sucedió entre los años 1991 y 1993. Los crímenes los cometía con una técnica bestial: golpeaba, desnudaba y estrangulaba
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