Drogas

En busca del votante del porro

En busca del votante del porro
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La legalización del cannabis tiene rédito electoral: más del 50% permitiría su venta.

La sociedad española dice «no a las drogas»...o a casi todas. Siete de cada diez españoles de 15 a 65 años se muestran convencidos de que «hay que luchar por una sociedad» sin sustancias, mientras que el 73%, se muestra partidario de «prohibir siempre» sustancias como la cocaína. Sin embargo, la percepción cambia cuando se interroga por el cánnabis: un 43,8% permitiría el «consumo privado a adultos» y el 8,7% se lo permitiría «sin restricciones». Los resultados de esta investigación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) demuestran que, a la hora de hablar de drogas, está la marihuana y, después, el resto. Cerca de uno de cada diez españoles la ha probado en el último año. De eso ha tomado nota Ciudadanos. Su presidente, Albert Rivera, planteó esta semana la posibilidad de legalizar las «drogas blandas». En su opinión, la medida podría servir para «reducir el consumo» y, a la vez, «perseguir» los delitos relacionados con el narcotráfico. Los grandes partidos políticos no se han pronunciado, pero PP y PSOE ya mostraron su rechazo en el Congreso. Concretamente en 2013, tras una propuesta de ERC e Izquierda Plural que abogaba por despenalizar la producción, distribución y consumo de cannabis. Una medida, decían, que crearía 40.000 puestos de trabajo y supondría unos ingresos para la Seguridad Social y el IRPF de 400 millones.

«Esta propuesta de Ciudadanos no es fruto de la casualidad», afirma Pedro Miguel Casado, consultor político y profesor en la Universidad Camilo José Cela. «Se les sitúa en el centro derecha, como la ‘‘marca blanca’’ del PP, algo que no les beneficia. De ahí que opten por navegar por zonas poco transitadas y en busca de votos. Una gran parte de los jóvenes apoyaría la propuesta. Es una estrategia de libro, no sólo para captar votantes, sino para desmarcarse del PP», añade. Y es que «en este país cada voto cuenta. Un escaño te permite ser la llave del Gobierno, y Ciudadanos va a pelear por eso».

Pero, ¿qué quiere decir «legalizar» el cannabis? Lo cierto es que, ya en 2008, Ciudadanos lo llevaba en su programa electoral. Y el propio Rivera admitió haber fumado «porros». «¿Se podría vender en cualquier sitio? ¿Se regularía con unas condiciones determinadas? ¿Se regularían los clubes cannábicos?», se pregunta Ignacio Calderón, director general de la FAD. Precisamente, estas asociaciones de fumadores, que alcanzan al menos las 600 en toda España, reflejan la aceptación que la sustancia tiene en nuestra sociedad. Calderón recuerda que los parlamentos catalán y vasco están tramitando legislaciones para sacarlos de su situación de alegalidad: la Ley permite fumar en clubes, pero, a su vez, hay que comprar la «maría» en un mercado ilegal. El movimiento a favor de la legalización también se ha beneficiado al hacer suya la bandera de su uso terapéutico, pese a que «hay medicamentos que cuentan con los componentes del cannabis». Por eso, estos temas «hay que tocarlos con cautela y rigor. Me parece muy bien que Ciudadanos haga un análisis y pida una atención prioritaria al tema. Pero me preocupa que se politicen las drogas para buscar votos». No en vano, las drogas suponen «el segundo mercado de comercio mundial». Y, en su opinión, su legalización no significa necesariamente «que se acabe con las mafias», pues podrían establecerse «mercados negros».

«Es la droga más extendida y defendida», asegura José Luis Martínez, responsable de Intervenciones Adicciones, agrupación que ofrece sus servicios a familias que quieren recuperar a aquellos seres queridos atrapados en el círculo de la adicción. Martínez apunta a que, en nuestra sociedad, la marihuana no va ligada al concepto de adicción, lo que ha favorecido su aceptación. «No tiene consecuencias tan directas y visuales como la cocaína. Y en casi todo drogodependiente no es la sustancia de elección. Sin embargo, sí es una puerta de entada a otras», asegura. Así, por su experiencia con pacientes, señala los «estragos innumerables» que causa, menos visibles al ser «a medio y largo plazo: esquizofrenia, brotes psicóticos...». Como siempre, la fina línea entre el uso y el abuso –«aquello que excede nuestro metabolismo»– se antoja fundamental.