
Investigación
Un escudo molecular en la nariz para combatir la alergia
Un grupo de científicos halla una solución para eliminar los efectos más incómodos de las partículas alérgicas suspendidas en el aire

Un equipo de científicos de la Universidad Nacional de Investigaciones Agrarias de Kazajistán ha diseñado lo que puede ser una solución revolucionaria para los alérgicos al polen: un escudo molecular aplicado en la nariz que elimina los síntomas más incómodos del contacto con las partículas alergénicas suspendidas en el aire. Se trata de un anticuerpo monoclonal que puede situarse en las paredes de la nariz mediante aplicación de gotas y que bloquea la acción de los antígenos causantes de la reacción alérgica. El tratamiento ha sido probado en ratones de laboratorio y ha demostrado altas dosis de reducción de síntomas como asma, rinitis e inflamación.
En palabras del director de la investigación, Kaissar Tabynov, director del Centro Intarnacional de Vacunología de Kazajistán, «es la primera vez que se utiliza un anticuerpo monoclonal diseñado para combatir un alérgeno específico aplicable directamente a la nariz, la vía de entrada más habitual de las sustancias que producen la alergia al polen». De momento se ha probado con algunos de los pólenes más comunes, pero la tecnología podría ser aplicable a cualquier alérgeno que ataque por las vías áreas.
La alergia al polen es una enfermedad de incidencia reciente. Datos de la Unión Europea afirma que el 40 por 100 de la población del continente la padece en alguna medida. En España, un reciente informe de HM Hospitales advirtió de que el 30 por 100 de la población está afectada por esta reacción inmunitaria extrema y que, en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, la incidencia podría llegar al 50 por 100.
Las alergias no son más que una reacción inadecuada del sistema inmunitario que considera como amenazante una sustancia (alérgeno) que en condiciones normales no lo es. La respuesta del organismo a esta falsa amenaza genera múltiples síntomas: rinitis, congestión nasal, picores cutáneos, dificultad respiratoria, asma. En algunos casos la sintomatología puede llegar a ser muy grave.
Los tratamientos convencionales contra esta enfermedad pueden limitarse a aliviar los síntomas o pueden enfocarse en la disminución terapéutica de la reacción inmunitaria. Para ello se emplean inmunoterapias, es decir, procesos vacunales que adaptan al organismo al contacto con las sustancias alergénicas. Se suele hacer de manera progresiva con una pauta de vacunación temporal hasta que el paciente se desensibiliza total o parcialmente al contacto con el polen. Pero estas terapias no funcionan con todos los enfermos. Por eso, en las últimas décadas han proliferado aproximaciones terapéuticas alternativas como los anticuerpos monoclonales específicos para alérgenos concretos. Se trata de moléculas diseñadas en el laboratorio que se unen a moléculas concretas y bloquean las señales que estas mandan para activar la reacción alérgica. Son una suerte de inhibidor que intercepta la comunicación entre el alérgeno y el anticuerpo que produce el organismo para defenderse.
Hasta ahora, estas terapias avanzas solo se han aplicado mediante inyección del medicamento en sangre. Pero desde hace años se han buscado vías alternativas de aplicación más seguras, menos costosas y más agradables para el paciente.
Por fin, llega al laboratorio la primera propuesta de aplicación tópica, aunque todavía solo testada en ratones.
El proceso para crear esta terapia no ha sido sencillo, el primer paso fue inyectar a los roedores un preparado de polen de artemisa para generar en ellos una reacción alérgica a esta planta y activar la producción de anticuerpos por parte de su sistema inmunitario. Después se les extirpó del bazo para aislar algunas células inmunitarias de interés. El siguiente paso fue fusionar esas células con células cancerosas de ratones con mieloma múltiple. El objetivo era crear una estirpe celular capaz de replicarse indefinidamente conocida como hibridoma. Esta técnica de fusión entre células linfocíticas y células de mieloma permite producir en poco tiempo grandes cantidades de células, en este caso, anticuerpos.
Entre las células generadas, aparecieron líneas de anticuerpos específicos para combatir la activación del polen de artemisa. De todas las posibles combinaciones celulares, la más eficaz resultó ser una conocida como XA19, que fue seleccionada para siguientes fases del ensayo.
Posteriormente, se procedió a purificar los anticuerpos de la gama XA19 e introducirlos en forma de gotas en el interior de la nariz de cinco ratones. A los cinco se les había inyectado polen de artemisa para convertirlos en alérgicos a esta planta. Otros cinco animales fueron sensibilizados ante la artemisa y se utilizaron como individuos de control para suministrarles un placebo. Por último, un tercer grupo de cinco ratones no fue manipulado de ningún tipo: no se les provocó la alergia ni se les dio medicamento.
Tres semanas después, todos los animales fueron sometidos a una prueba: se les expuso a un aerosol con polen de artemisa y se les impregnó la nariz con el mismo polen. Los resultados muestran que los animales alérgicos tratados con XA19 vieron reducida considerablemente la aparición de síntomas. Mostraron menos hinchazón en las orejas (que es un síntoma común de alergias en roedores), se frotaron la nariz con menos frecuencia, mantuvieron una razonable capacidad pulmonar respiratoria y mostraron menos inflamación en el interior de la nariz.
Además se observó un bajo nivel de citoquinas en las vías respiratorias. Las citoquinas son proteínas que proporcionan mensajes químicos en procesos de respuesta inmunitaria y que promueven la inflamación. Son cruciales para activar las reacciones de defensa, pero también se activan cuando la defensa aflora de manera inadecuada durante un episodio alérgico.
Sin duda se trata de un importante avance hacia el deseado logro de contar con terapias no invasivas que bloqueen la acción de las sustancias alérgenas del polen. En este caso, la medicación podría suministrarse mediante aplicadores similares a los aerosoles que se usan para curar la congestión nasal.
La molécula obtenida actúa de manera inmediata sobre el paciente y lo hace de modo directo y local en las vías respiratorias. Además, no solo evita la acción de los anticuerpos IgE que activan la respuesta alérgica sino que ayuda a reducir la inflamación calmando la actividad de las células inmunes y promoviendo mecanismos de autorregulación.
Pero aún no sabemos si en seres humanos la eficacia será la misma. Según explica el profesor Tabynov en las conclusiones de su estudio «antes de que podamos probar en personas esta tecnología será necesario adaptar el anticuerpo monoclonal para hacerlo compatible con el organismo humano, un proceso llamado humanización». De esa manera se tendrá la certeza de que el medicamento cumple su función inhibidora y no provoca una reacción inmunitaria aún mayor; una alergia a la propia terapia que sería inadmisible.
Una vez lograda esa adaptación, los científicos estarán en condiciones de comenzar los primeros ensayos con humanos. Se cree que el proceso podrá requerir de otros tres o cuatro años de investigación a los que he habrá que añadir entre dos y tres más para que el medicamento llegue a las farmacias.
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