Opinión

Fidelidad, valentía y amor universal

Francisco nunca eludió conflictos internos y promovió profundos cambios en la administración y en las finanzas vaticanas

COLOMBO (Sri Lanka), 21/04/2025.- (FILE) Pope Francis arrives to lead the Canonization Mass of Joseph Vaz at Galle Face Green in Colombo, Sri Lanka, 14 January 2015 (reissued 21 April 2025). Pope Francis died on 21 April 2025 at the age of 88, according to the Holy See. Born Jorge Mario Bergoglio in Buenos Aires, Argentina on 17 December 1936, was appointed leader of the Catholic Church on 13 March 2013 succeeding pontiff Emeritus Benedict XVI. (Papa, Santa Sede) EFE/EPA/ETTORE FERRARI
El Papa Francisco durante la misa de canonización de José Vaz, en Galle Face Green, en Colombo, Sri LankaETTORE FERRARIAgencia EFE

A las 7:35 de la mañana del lunes de Pascua de 2025, como si se tratara de un signo más a los que nos tenía acostumbrados, el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo de la Santa Romana Iglesia, desde la Casa Santa Marta anunciaba con tristeza el fallecimiento del Papa Francisco recordando que nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los pobres y marginados.

La muerte de un Papa siempre es un momento histórico y ahora, con el fallecimiento del Papa Francisco, se termina uno de los pontificados de la Iglesia que ha tenido tantos defensores como detractores. Abordó con determinación cuestiones que no son pacíficas siquiera en el propio seno de la Iglesia como el cuidado de la naturaleza, refiriéndose directamente al cambio climático en su encíclica Laudato Si'.

Vivió los tiempos de la confrontación y la polarización a los que dedicó Fratelli Tutti, destacando conceptos como la "amistad social" y pidiéndonos que estuviéramos atentos a esas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal. Nunca eludió conflictos internos y promovió profundos cambios en la administración y en las finanzas vaticanas que, como en toda organización humana, han tenido, por igual, tanto el reconocimiento de muchos por su valentía como el reproche de los agraviados.

Trató el tema de los abusos en la Iglesia, además de otros escándalos internos, con absoluta determinación, adoptando resoluciones difíciles y escabrosas no siempre comprendidas, ni aceptadas. Y mostró su permanente cercanía a los que sufren las consecuencias de la guerra; así lo hizo ver en su última aparición pública el día anterior a su fallecimiento, el Domingo de Resurrección, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, para impartir la bendición Urbi et Orbi, transmitiendo la necesidad de creer en el poder de la reconciliación y en la importancia del diálogo para poner fin a cualquier forma de violencia o conflicto.

El pontificado de Francisco ha girado en torno a la defensa y a la necesidad de una justicia social que tiene que instalarse –nos dijo en varias ocasiones– en cada uno de nosotros y en las sociedades en general, pero no con teorías socialistas; porque el Evangelio tiene su propia voz y su propia hoja de ruta. Podría decirse que su magisterio se puede resumir en el mensaje que hace ya varios meses le dio a unos seminaristas jesuitas en el Timor Oriental: "El día del juicio final, a ninguno de nosotros nos van a preguntar si fuimos a misa todos los domingos, sino sobre aquellas palabras de Jesús: Tuve hambre, ¿me diste de comer? Tuve sed, ¿me diste de beber? Estuve preso, ¿me visitaste? Estuve fugitivo, ¿me ayudaste?". Y en ese mismo acto, concluyó el Papa Francisco: "Realmente, sobre ello seremos principalmente juzgados" porque esta es la parte esencial de nuestro Evangelio.

Estas ideas de misericordia y de fraternidad que ha venido anunciando el Papa Francisco han sido el eje y el fundamento de su pontificado. Recuérdese que el cardenal Jorge Mario Bergoglio eligió su nombre, Francisco, en honor a San Francisco de Asís, aquél santo italiano del siglo XIII que fue conocido por su vida de pobreza, humildad y amor por la creación. Pues bien, esas ideas de pobreza, humildad, misericordia y fraternidad en modo alguno anulan el concepto de justicia como en ocasiones se ha cuestionado por algunos.

Nuestra tradición cristiana bebe de las fuentes grecolatinas donde, como decía Aristóteles, la justicia consiste en dar a cada uno lo que le corresponde, y tiene que estar en proporción con su contribución a la sociedad, sus necesidades y sus méritos personales. El pontificado de Francisco giró en torno a esa idea esencial, la justicia fraterna, dando voz a los descartados, desde la mirada de la fe, considerando que esta era la verdadera aportación del cristianismo a la historia de la humanidad.

Se va, en definitiva, el Papa de la fraternidad en un mundo que comienza a ser más hostil ante la llegada de líderes cada vez menos «hermanos» y menos amigables; en un momento en el que avanza la desesperanza y se suscita la desconfianza constante y en el que predomina el exacerbamiento, la confrontación y la polarización. Es respetando nuestras culturas y tradiciones diferentes, como se construye la fraternidad porque, como nos ha dicho Francisco, "o somos hermanos, o nos destruimos" y la fraternidad, es hoy "la frontera" sobre la cual debemos construir la paz.

Ojalá, en este Año Santo dedicado a la Esperanza, que esos mensajes por la paz del Papa Francisco sean un legado que continúe resonando en el futuro de nuestra Iglesia y de la humanidad, recordando que el suyo no fue solo un clamor por la ausencia de guerra, sino por la presencia de la justicia, el diálogo y la fraternidad.

*Jesús Avezuela es director general de la Fundación Pablo VI