Peligro para la asalud
El humo ciega Norteamérica
Los incendios de Canadá interfieren en el tráfico aéreo, con menor visibilidad y aumento de las turbulencias
El humo procedente de los incendios forestales en Canadá afectó ayer al tráfico aéreo en el noreste de Estados Unidos por segundo día consecutivo, con importantes aeropuertos como el de Filadelfia (Pensilvania), LaGuardia (Nueva York) y Newark (Nueva Jersey) entre los más afectados.
Las autoridades canadienses advierten desde hace días de que el humo de centenares de incendios forestales activos en el este y oeste del país provoca que la calidad del aire en grandes áreas del país se sitúe de nuevo en niveles de elevado riesgo para la salud. El Servicio Meteorológico de Canadá predice que el indicador caerá a niveles de «elevado riesgo» en numerosas ciudades canadienses. En Toronto, donde viven más de seis millones de personas, una séptima parte de la población de Canadá, las autoridades están recomendando que las personas de mayor edad, niños y personas con problemas de salud reduzcan actividades en el exterior que supongan un esfuerzo físico.
Pero las consecuencias son especialmente palpables en las localidades estadounidenses. Los problemas de visibilidad causados por el humo que cubre los cielos de la región llevaron a la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) a detener momentáneamente los vuelos con destino a Filadelfia y LaGuardia y a retrasar todos los dirigidos a Newark. Al mediodía hora española el aeropuerto internacional de Filadelfia tenía 27 vuelos retrasados entre salidas y llegadas; LaGuardia acumulaba 193 retrasos y dos cancelaciones, y en Newark había 81 retrasos y 5 cancelaciones. Al tiempo, en otros grandes aeropuertos de la región se registraban incidencias por el humo como en Washington Dulles y el JFK de Nueva York.
Esta ciudad lleva desde el miércoles ahogada por una intensa nube naranja. La población y las autoridades locales han tomado medidas sanitarias. También empresas como el gigante tecnológico Google, que ha comunicado a sus empleados de la costa Este que se queden en casa ante la mala calidad del aire como consecuencia del humo. «Las terrazas de nuestro campus de Nueva York permanecerán cerradas», anunciaron en un comunicado. El alcalde de Nueva York, Eric Adams, emitió un comunicado instando a todos los neoyorquinos a limitar la actividad al aire libre.
Y es que las turbulencias en el aire, invisibles y peligrosas para el tráfico aéreo, han aumentado en varias regiones según un estudio hecho público ayer en Reino Unido por la Universidad de Reading. En puntos clave sobre el Atlántico Norte, en rutas de vuelo de las más transitadas del mundo, la duración anual total de turbulencias severas aumentó en un 55%, de 17,7 horas en 1979 a 27,4 horas en 2020, encontró la investigación. La turbulencia moderada aumentó un 37% de 70,0 a 96,1 horas y la turbulencia ligera aumentó un 17% de 466,5 a 546,8 horas.
El equipo detrás del estudio, que se publica en «Geophysical Research Letters», recoge que los aumentos son consistentes con los efectos del cambio climático. El aire más cálido de las emisiones de CO2 aumenta en el viento con las corrientes en chorro, fortaleciendo la turbulencia del aire despejado en el Atlántico Norte y en todo el mundo.
El investigador Mark Prosser afirmó que «la turbulencia hace que los vuelos sean irregulares y, en ocasiones, pueden ser peligrosos. Las aerolíneas deberán comenzar a pensar en cómo manejarán el aumento de la turbulencia, ya que le cuesta a la industria entre 150 y 500 millones de dólares al año solo en los Estados Unidos. Cada minuto adicional que se pasa viajando a través de la turbulencia aumenta el desgaste de la aeronave, así como el riesgo de lesiones para los pasajeros y asistentes de vuelo».
Si bien los EE UU y el Atlántico Norte han experimentado los mayores aumentos, el nuevo estudio encontró que otras rutas de vuelo muy transitadas sobre Europa, Medio Oriente y el Atlántico Sur también experimentaron aumentos significativos en la turbulencia. El profesor Paul Williams, científico atmosférico de la Universidad de Reading y coautor del estudio, cree que «después de una década de investigación que muestra que el cambio climático aumentará la turbulencia en el aire despejado en el futuro, ahora tenemos evidencia que sugiere que el aumento ya ha comenzado».
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