Iglesia Católica

Lucetta Scaraffia: «Las mujeres deben ser escuchadas en los órganos de decisión de la Iglesia»

Lucetta Scaraffia
Lucetta Scaraffialarazon

La directora del suplemento femenino de «L’Osservatore Romano» afirma que son «indispensables» para la supervivencia de la institución

Hace tres años, «L’Osservatore Romano» puso en marcha un suplemento mensual dedicado a todas las mujeres del mundo, «Donne, Chiesa, Mondo», con especial atención a su relación con la Iglesia. Ahora, y para llegar a más gente, acaba de lanzar su edición en español, que distribuirá la revista «Vida Nueva». Su objetivo, «dar voz a las mujeres, para saber lo que piensan, lo que hacen, lo que han pensado y hecho en los dos mil años de historia de la Iglesia», explica su coordinadora, Lucetta Scaraffia, que atiende a LA RAZÓN para abordar este nuevo hito, así como para analizar la situación de la mujer en la Iglesia y el futuro.

–¿Qué ofrece el suplemento «Donne, Chiesa, Mondo»?

–Un espacio para la espiritualidad de la mujer, una investigación sobre temas relacionados con las mujeres y la vida religiosa, la propuesta de una novela, un ensayo y una película interesante para comprender mejor los problemas de las mujeres, aunque estén relacionados con la religión.

–¿Por qué es importante que el Vaticano aborde esta cuestión?

–Hay diferencias entre la sociedad occidental, en la que la mujer ha logrado la paridad con el hombre, y la estructura de la Iglesia católica, en la que las mujeres son mayoría y desarrollan trabajos fundamentales para la supervivencia de la institución, pero no tienen voz para decidir cosas importantes. Las mujeres no son escuchadas, como si su voz no fuese interesante, pero es indispensable.

–Recientemente, el Vaticano acogió un congreso cuyo punto de reflexión fue la mujer. Entre otras cosas, se habló de la maternidad.

–Creo que las mujeres están perdiendo hoy esta especificidad. En los países occidentales, el descenso de población es fortísimo, son muchas ya las mujeres que eligen no tener hijos. También están las nuevas técnicas de reproducción, que anulan la unicidad de la figura materna, dividiéndola en varias figuras: la donante del óvulo y la madre que llevará al hijo. Creo que nuestra sociedad vive una crisis de la generatividad y, por ende, un problema fuerte para proyectarse en el futuro. Sin futuro no hay esperanza.

–Todavía hoy son muchas las agresiones que recibe la mujer: violencia doméstica, infanticidio, mutilación genital, tráfico sexual... ¿Por qué tantos ataques?

–Las mujeres son más débiles, física y socialmente, y siempre han necesitado una defensa por parte de la sociedad. Si la sociedad ya no la reconoce como madre, tiende a no defenderla más. Las religiones juegan un papel fundamental a la hora de definir el puesto de la mujer, y sólo el cristianismo acepta la igualdad y las considera seres humanos a respetar. En las sociedades occidentales el flajelo es la violencia doméstica. En el último congreso en el Vaticano nos preguntábamos por qué una mujer no se aleja del hombre al primer golpe. Sobre esto, hay mucho estudios: la mujer siempre tiene la esperanza de que el hombre cambie, si lo ama y él se lo promete. Es muy difícil para muchas concluir que no tienen remedio. De hecho, en algunos entornos sociales, especialmente los más pobres, siempre han visto a los hombres golpear a las mujeres y les resulta normal.

Hablemos de la mujer en la Iglesia. ¿Por qué su gran presencia no se refleja en las estructuras?

–Es una cuestión de poder. Los hombres no quieren renunciar a su poder y las mujeres piensan que tienen que ser de ayuda. La lucha por el poder en el mundo de la Iglesia es muy fuerte y, por tanto, la presencia de mujeres reduciría los puestos existentes.

–¿Cuál debe ser el rol de la mujer en este sentido?

–Las mujeres no tenemos ninguna necesidad de ser sacerdotes. Son tantos los lugares que podemos ocupar... Es increíble que no haya mujeres en posiciones de liderazgo en los Pontificios Consejos de Laicos, Familia o Cultura. En la congregación de religiosos sólo hay una mujer, cuando dos tercios de los religiosos son mujeres. Las mujeres deben enseñar en los seminarios, formar parte de las comisiones y hablar en los sínodos. La voz de la mujer debe ser escuchada en los órganos donde se decide el futuro de la Iglesia.