Vaticano

El «párroco» Francisco bautiza en la Sixtina

«Que lloren, que lloren», dijo con naturalidad el Papa antes de acristianar a dieciséis niños en la misa que clausura la Navidad

El Papa: "Detengámonos a hablar, jugar y reír con nuestros hijos"
El Santo padre con un bebéEuropa Press

El párroco Jorge Mario Bergoglio irrumpió ayer en la Capilla Sixtina, el domingo en el que la Iglesia celebra correspondiente a la Solemnidad del Bautismo del Señor. «Que lloren, que lloren, que se liberen porque son ellos los que mandan, es su fiesta. Pueden hablar, pueden gritar…» , comentó con naturalidad el Papa ante la previsible reacción de los dieciséis bebés, todos ellos hijos de empleados del Vaticano, que iban a recibir el sacramento de la iniciación cristiana en una jornada con la que se clausura oficialmente el tiempo de Navidad. «Estos niños están callados pero basta con que uno dé la nota y empieza el concierto… Así que, tranquilos», apostilló el Santo Padre dirigiéndose a las madres. Es más, dio luz verde para que procedieran con libertad a lo largo de la celebración: «Si tienen hambre, dadles de comer; si tienen calor, quitadles la ropa porque el calor hace daño», ofreció el Obispo de Roma como manual de instrucciones para el acto.

Más allá del gesto de acogida y simpatía propio del pontífice argentino, Francisco se dirigió a los padres y padrinos en una breve homilía en la que puso de manifiesto la responsabilidad que asumen a la hora de evangelizar a los pequeños. «Os deseo que vuestra vida sea de ayuda para estos niños, de ayuda para su crecimiento porque es un modo de ayudar a que crezca en ellos la fe. Y gracias por vuestro testimonio, por traerlos aquí para recibir la fe», remarcó el Obispo de Roma, que hizo hincapié en el sentido del bautismo: «Significa dar el don de la fe a los niños y son ellos los protagonistas de esta ceremonia de hoy».

«Ellos reciben el regalo más hermoso, el regalo del Señor, el don de la fe», añadió el Sucesor de Pedro, desde el convencimiento de que los niños «hoy también nos darán el testimonio de cómo se recibe la fe: con inocencia, con apertura de corazón». Con esta misma cercanía, Francisco lanzó un consejo improvisado a las familias al entregarles una vela, signo de esa fe encendida que permanece: «En los momentos difíciles lleven esta vela a casa. Mírenla en los momentos difíciles. Esta vela nos lleva a nuestras raíces cristianas: no la apaguen nunca en sus corazones».

En esta misma línea, al terminar la celebración les invitó a los padres y padrinos a graben a fuego la fecha del bautismo, que identificó como «la fecha del nacimiento», como otro cumpleaños: «En el Bautismo me hice cristiano. Enseñen esto a los niños para que lo recuerden cada año».

Ángelus complementario

Esta sencilla y espontánea catequesis que verbalizó bajo los frescos de Miguel Ángel la desarrollaría después en su alocución durante el rezo del ángelus a mediodía. Desde el ventanal del Palacio Apostólico, Francisco se dirigió a los fieles presentes en la plaza de San Pedro para preguntarles, no solo por la fecha del bautismo de cada uno: «¿Soy consciente del inmenso don que llevo en mí por el bautismo? ¿Reconozco en mi vida la luz de la presencia de Dios, que me ve como su hijo amado, como su hija amada?».

En un tono más teológico, el Santo Padre explicó que Juan el Bautista «un rito de purificación que expresa el compromiso de abandonar el pecado y convertirse» al que se suma Jesús, como uno más del pueblo al que pertenece, «inaugurando su ministerio». «De este modo, muestra que quiere estar cerca de los pecadores, que ha venido por ellos, por todos nosotros, que somos pecadores», desarrolló el pontífice.

«En el bautismo, Dios entra en nosotros, purifica, sana nuestro corazón, nos hace hijos suyos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso. Y Dios se hace íntimo a nosotros y ya no se va», detalló. Por eso, en este ángelus interactivo, el Papa pidió a los peregrinos realizar un gesto comunitario: «Ahora, en memoria de nuestro bautismo, acojamos la presencia de Dios en nuestro interior. Podemos hacerlo con la señal de la cruz, que traza en nosotros el recuerdo de la gracia de Dios, que nos ama y desea estar con nosotros. La señal de la cruz nos recuerda esto».

Y procedió el Papa desde su ventanal, con la correspondiente respuesta de su particular auditorio: «Hagámosla juntos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».