
Análisis de restos
El ritual funerario del fuego lento: momias de 12.000 años preservadas por humo en el corazón de Asia
Este hecho pone de manifiesto la complejidad cultural de los primeros Homo sapiens con técnicas anteriores a los egipcios

En las selvas húmedas del Sudeste Asiático, donde la descomposición actúa con implacable celeridad, un hallazgo arqueológico ha trastocado las narrativas convencionales sobre los rituales funerarios prehistóricos. Restos óseos de hace unos 12.000 años, exhumados en yacimientos que se extienden desde el sur de China hasta Vietnam, Filipinas, Laos, Tailandia, Malasia, Corea del Sur o Japón, documentan la forma más antigua conocida de momificación. Estos cuerpos, conservados mediante un meticuloso procedimiento de desecación por humo, anticipan en casi diez milenios las técnicas de embalsamamiento del antiguo Egipto y en 7.000 años las momias de la cultura Chinchorro en Chile. Publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, este descubrimiento pone de manifiesto la destreza técnica y la complejidad cultural de los primeros Homo sapiens en la región, trazando una conexión entre los cazadores-recolectores del Paleolítico y las comunidades indígenas contemporáneas.
El análisis abarcó 54 inhumaciones pre-Neolíticas distribuidas en 11 sitios arqueológicos, con dataciones que oscilan entre los 12.000 y los 4.000 años de antigüedad. Estos restos, correspondientes a poblaciones de cazadores-recolectores, se caracterizan por la ausencia de ajuares funerarios y por una postura “hiperflexionada”, con extremidades fuertemente replegadas hacia el tronco. A diferencia de los entierros neolíticos posteriores, que suelen presentarse en posición decúbito supino y acompañados de herramientas líticas o cerámicas, estos vestigios revelan un tratamiento postmortem singular. Mediante técnicas avanzadas como la difracción de rayos X y la espectroscopia de infrarrojos, se examinaron 69 muestras óseas, de las cuales más del 90 % mostraban indicios de calentamiento a baja temperatura y tiznado por hollín. Estas huellas evidencian una exposición prolongada a fuegos controlados, un proceso de desecación por humo que pudo prolongarse durante semanas o meses.
La doctora Hsiao-chun Hung, arqueóloga de la Universidad Nacional de Australia y autora principal del estudio, describe la técnica como un calentamiento lento y sostenido sobre un fuego cuidadosamente regulado. “Se trata de la primera evidencia de este tipo de tratamiento aplicado a los difuntos en el Paleolítico,” afirma. El ejemplar más antiguo, hallado en Hang Muoi, Vietnam, con una antigüedad superior a los 14.000 años, exhibe marcas claras de exposición al fuego. Esta cronología redefine los hitos previos, superando a las momias Chinchorro (ca. 7.000 años) y las egipcias (ca. 4.500 años). En el contexto tropical del Sudeste Asiático, donde la humedad obstaculiza la conservación, lograr tal preservación requería un dominio técnico notable, lo que resalta la relevancia cultural de esta práctica.
La disposición hiperflexionada indica que los cuerpos eran atados tras el fallecimiento, probablemente para facilitar la desecación o permitir su traslado. Esta técnica guarda paralelismos con prácticas actuales de los pueblos Dani y Pumo en Papúa, Indonesia, documentadas en 2019. Dichas comunidades atan los cadáveres en posiciones compactas y los exponen al humo hasta que adquieren un tono negro intenso, preservándolos como reliquias familiares. A diferencia de estas tradiciones modernas, donde los cuerpos permanecen en los hogares, las momias antiguas eran inhumadas poco después del tratamiento. Aunque los tejidos blandos no sobrevivieron al clima tropical, los restos óseos son considerados momias por el tratamiento intencional de preservación, que los distingue de los entierros convencionales.
Este hallazgo refuta la noción de que la momificación se limitaba a regiones áridas como el desierto de Atacama o el valle del Nilo. “El Sudeste Asiático se perfila como un foco autónomo de innovación cultural,” sostiene el doctor Vito Hernández, arqueólogo de la Universidad de Flinders. La práctica probablemente emergió entre los primeros Homo sapiens que colonizaron la región hace unos 65.000 años, durante la migración inicial desde África. Estos cazadores-recolectores, distintos de los agricultores neolíticos que llegaron hace 4.000 años, podrían ser los ancestros de grupos indígenas actuales en Australia y Nueva Guinea. “Es probable que estemos ante los descendientes directos de los primeros humanos modernos en esta región,” apunta el profesor Peter Bellwood, coautor del estudio.
Los resultados corroboran el modelo migratorio de “dos capas”, que distingue entre una población inicial de cazadores-recolectores y los posteriores agricultores neolíticos del norte de China. La continuidad de la desecación por humo, documentada en culturas aborígenes australianas hasta los siglos XIX y XX y en comunidades de las tierras altas de Nueva Guinea en la actualidad, sugiere una persistencia cultural excepcional. La doctora Ivy Hui-Yuan Yeh, antropóloga biológica de la Universidad Tecnológica de Nanyang, destaca que estos patrones son coherentes con las dinámicas de migración e interacción en Asia. La práctica, que pudo originarse hace 42.000 años con la expansión de Homo sapiens hacia el Sudeste Asiático, evidencia una tradición cultural y biológica de extraordinaria longevidad.
El origen de la desecación por humo sigue siendo enigmático. Podría haber surgido como un derivado de rituales o de técnicas de conservación de carne animal, posteriormente aplicadas a humanos. “No podemos establecer si la preservación fue el propósito inicial,” admite Hung, “pero permitía mantener a los difuntos presentes entre los vivos, reflejando un vínculo profundo con los ancestros.” La hiperflexión, además de facilitar la desecación, pudo haber permitido a estos grupos nómadas transportar a sus muertos, integrándolos en su vida itinerante. Este aspecto práctico, combinado con su dimensión simbólica, subraya la complejidad de estas sociedades prehistóricas.
La evidencia de momificación por humo en esta región amplía la cronología de esta práctica, y también destaca la capacidad de los primeros humanos para adaptarse a entornos hostiles. En un clima donde la putrefacción es rápida, idearon un método que desafiaba las limitaciones naturales, permitiendo que los difuntos permanecieran, al menos temporalmente, en la comunidad. Este hallazgo reconfigura la diversidad de las prácticas mortuorias humanas, mostrando que la momificación no fue exclusiva de civilizaciones complejas, sino una innovación de sociedades más tempranas y móviles.
A medida que las investigaciones avancen, es probable que se descubran más indicios de esta práctica, ampliando su alcance temporal y geográfico. Por ahora, estos restos ofrecen una perspectiva sin precedentes sobre las capacidades técnicas y culturales de los primeros habitantes del Sudeste Asiático. Subrayan el ingenio de esos moradores que, en un entorno adverso, desarrollaron una técnica para honrar a sus muertos y preservar su memoria.
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