Violencia de género

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Tras los últimos asesinatos, Margarita Dopico, Ruth Ortiz, Bárbara García y Marianela Olmedo gritan ¡basta ya! Basta de minutos de silencio o de días de luto. Piden a los políticos que tomen medidas

Ruth Ortiz, Margarita Dopico y Bárbara García
Ruth Ortiz, Margarita Dopico y Bárbara Garcíalarazon

Tras los últimos asesinatos, Margarita Dopico, Ruth Ortiz, Bárbara García y Marianela Olmedo gritan ¡basta ya! Basta de minutos de silencio o de días de luto. Piden a los políticos que tomen medidas.

«Ya te puedes ir despidiendo de las niñas». «Te vas a quedar sola. De aquí yo voy a acabar en la cárcel y todos muertos». Éstas son algunas de las barbaridades que pronunció Ricardo C. G. a su ex mujer Itziar, tal y como ella denunció en febrero ante la Policía Nacional. Cumplió sus amenazas el martes. Asesinó a las hijas de ambos, Martina y Nerea, de solo tres y seis años.

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No fueron las únicas víctimas. Esta misma semana tres mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex. Sobran los minutos de silencio, sobran los días de luto. ¡Basta ya! Con esta idea en mente, ver qué falla y qué se puede hacer, qué piden ellas, hablamos por teléfono y por correo con Margarita Dopico, Ruth Ortiz y Bárbara García. Cada vez que asesinan a una mujer y, especialmente cada vez que asesinan a un pequeño, todas ellas recuerdan por lo que pasaron. Marga perdió a su bebé de 14 meses en 2010 en Paderne (La Coruña). Cuando fue a denunciar al padre del hijo que tenían en común eran las 16:00 horas. Los agentes le respondieron que no podían hacer nada. Él tenía el «derecho» de estar con su hijo. Tres horas después prendió fuego al coche en el que se encontraba el pequeño no sin antes salir él del vehículo. Ruth Ortiz perdió a sus pequeños Ruth y José, de dos y seis años, el 8 de octubre de 2011 en Córdoba. Les asesinó su padre, José Bretón. Bárbara García perdió a sus hijas Sara y Amets, de solo siete y nueve años, el 27 de noviembre de 2014. Su ex, Iñaki el Vasco, las asesinó.

Todos estos maltratadores se vengaron como sólo una bestia sabe hacer. Ellas, en cambio, demuestran la fuerza que una mujer puede tener: luchar para que no maten a ninguna otra, ni a ningún pequeño. «Me encuentro mucho mejor de lo que estuve, aunque esta herida la llevaremos todas de por vida. Nos dolerá siempre. Todas hemos sufrido en cuerpo y alma y muchas hemos desarrollado enfermedades que en gran medida son la manifestación de nuestro sufrimiento», explica Marga, que reconoce que tras saber del último caso se derrumbó. Al igual que ella, Ruth: «Me encuentro mal, porque cada vez que algún hombre asesina a niños, a sus propios hijos, me hace revivir el asesinato de los míos. Compruebo que, a pesar de los años, dentro de unos días, siete, siguen pasando casos de violencia de género como el mío sin que nadie ni nada pueda evitarlos». Es que «nadie pone remedio», añade Bárbara. Ya son 962 mujeres asesinadas por esta causa desde 2003 y 27 menores desde 2013.

«Los hechos –prosigue Marga– demuestran que es un gravísimo problema. Hay que tomar más medidas porque las que hay no son suficientes o no se aplican de manera efectiva. Hay que actuar en todos los niveles, incluyendo la educación, para prevenir». Por eso, Ruth pide «a los políticos que se unan de verdad, y tomen todas las medidas posibles, las mismas que cuando existía en España el terrorismo de ETA, porque estamos ante un terrorismo, el terrorismo machista, lo que cambia es que en vez de políticos están matando a mujeres y a niños. Es hora de decir: Basta ya, tomen cartas de verdad en el asunto. Los minutos de silencio y los días de luto no evitan muertes».

Les pedimos que digan una medida que consideran esencial que haga el Gobierno para que nadie pase por lo mismo. Bárbara está cansada de ver diferencias según quién sea la víctima: «No es justo que jueguen con el asesinato de una persona o de un niño. Muchos derechos para un asesino y para las víctimas, nada. Y tampoco para las madres. La gente piensa que nos indemnizan y lo que nos hacen es, al igual que a nuestros hijos, enterrarnos, aunque a nosotras en vida. No nos ayudan». Ruth reclama un «protocolo de actuación detallado ante la denuncia de malos tratos por parte de cualquiera, aunque no sea por parte de la mujer maltratada, un protocolo con medidas que supongan la separación inmediata del maltratador de su víctima o víctimas si hay menores. Más vale que sobren medidas de este tipo a que falten». Marga también pide «una mayor protección al menor en general y en especial a los que están viviendo en una situación de violencia, así como una mayor protección a las madres y analizar cada caso».

Prevenir es clave, pero también es importante el trato. En este sentido, aunque Ruth reconoce que «no me apetece detallar cómo me fue a mí, en general bien, aunque hubo cosas mejorables. Una víctima necesita mucho apoyo para salir adelante. El machismo es un producto de esta sociedad y ésta tiene que atender a sus víctimas». Bárbara y Margarita, en cambio, no se sintieron arropadas. «El trato es a menudo precario o inexistente. A la hora de denunciar, no hay personal especializado en cuarteles, comisarías o juzgados. En mi caso no llamaron a una psicóloga especializada ni recibí atención médica. Aquel día tuve que ir de noche al ambulatorio para que me recetaran un medicamento para cortar la leche». Aunque lo peor «es cuando acudí al cuartel para pedir que buscaran a mi niño porque el padre me lo había amenazado de muerte y no me hicieron caso. Cinco años después de haber denunciado a la Guardia Civil por omisión de socorro, por fin hemos logrado que el asunto se lleve a juicio... En todos estos años no me he sentido arropada por las autoridades». Y no es la única. Bárbara asegura que ella tampoco. «He ido llamando a puertas y me las han cerrado o no me las abren. Quiero volver a ser madre, no para sustituir a mis hijas, sólo quiero llenar un poco el vacío que ellas me dejaron cuando un monstruo decidió arrebatármelas. Y ahora, los mismos que me obligaron a entregárselas para que las asesinara, me niegan el volver a serlo, dándome la espalda. Por pasarme de la edad, la Seguridad Social no me lo permite, y por lo privado me cuesta 8.000 euros y no puedo pagarlo».

Aún así tienen fuerza. Aunque las tres a veces se sienten muertas en vida. «Pero eso es a ratos. Cuando recapacito y veo todo lo que hay que mejorar, cambiar y eliminar respecto al machismo, y a todas las mujeres que hay que apoyar cojo fuerzas y me digo: estoy viva y tengo derecho a vivir, por mí, por mis hijos, por mi familia y por todas las víctimas del machismo. Rendirme nunca», afirma Ruth. Bárbara, por su parte, reconoce que «me siento muerta en vida, pero intentando seguir». Al igual que Margarita: «muchas veces me siento así y otras llena de fuerza para luchar contra la violencia de género. Las mujeres somos muchas veces las que tenemos que dar la cara y luchar por nuestros derechos». «Si dotan al Pacto de Estado de presupuesto suficiente, claro que servirá para mucho», añade Ruth. No obstante, Bárbara no opina así: «Lo que hay que hacer es endurecer las penas. Sale muy barato asesinar. Lo mínimo sería que cumplieran la pena íntegra».