El sencillo truco de las bolsas de papel para ahuyentar a las abejas de tu casa

Las abejas carpinteras, aunque son valiosas polinizadoras, pueden convertirse en una molestia cuando intercambian las flores por las estructuras de madera del hogar. Su nombre no proviene de su capacidad de picar (de hecho, rara vez lo hacen), sino de su hábito de perforar superficies de madera para construir nidos. Este comportamiento puede suponer un riesgo considerable para vigas y revestimientos si no se controla a tiempo.

Afortunadamente, existe un truco sencillo, económico y respetuoso con el medio ambiente que podría ayudar a evitar su presencia cerca de la casa: una bolsa de papel. Esta técnica, que ha ganado popularidad en redes sociales y foros de jardinería, consiste en simular un nido de avispas con una bolsa inflada y colgada cerca de las áreas vulnerables. La lógica detrás de esta estrategia es puramente territorial: al detectar lo que parece ser un nido ocupado, las abejas carpinteras prefieren no arriesgarse a un enfrentamiento y buscan otro lugar donde anidar.

Para fabricar este señuelo, basta con una bolsa de papel (como las de supermercado) y materiales de relleno como bolsas plásticas, papel periódico o incluso piedras pequeñas que le den peso y estabilidad. Una vez llena, se cierra la parte superior y se cuelga en un punto protegido de la lluvia y del viento.

Eso sí, es importante mantener expectativas realistas. Aunque muchos jardineros aseguran que el truco ha sido eficaz para disuadir a estos insectos, otros indican resultados variables o incluso nulos. La clave puede estar en combinar este método con otras estrategias de manejo responsable, como sellar grietas en la madera, aplicar aceites esenciales repelentes como el de almendra o cítricos, o incluso instalar estructuras de madera 'sacrificables' alejadas de la vivienda para ofrecerles una alternativa segura.

Lejos de ser plagas por naturaleza, las abejas carpinteras desempeñan un papel vital en la salud de los ecosistemas al facilitar la polinización. Por ello, enfrentarse a ellas con métodos que no impliquen daño alguno, puede ser una forma inteligente y ética de coexistencia.