Vaticano

Ser inquilino papal: un chollo divino

La decisión de Francisco de cobrar el alquiler a los cardenales curiales airea los beneficios de ser arrendatario de uno de los 4.000 inmuebles de la Santa Sede: se paga un 15% menos que en el mercado libre

Francisco ha establecido que la gestión de activos financieros recaiga en exclusiva en el Banco vaticano
Francisco ha establecido que la gestión de activos financieros recaiga en exclusiva en el Banco vaticanoAndrew MedichiniAgencia AP

Ser inquilino del Papa era un chollo. Al menos para los cardenales. En tiempo pasado. Porque el pasado miércoles salió a la luz una nueva reforma legislativa por la cual todos los altos cargos de la Curia, cardenales incluidos, tendrá que pagar el alquiler de sus viviendas. Y es que hasta ahora tenían derecho de forma gratuita a residir en un piso perteneciente al Vaticano, como sucede con los directivos de algunas empresas. Sin embargo, ahora deberán regirse por el tarifario que las instituciones vaticanas marcan para el resto de sus inquilinos, que no son pocos.

En total, la Santa Sede contaría hoy por hoy con 4.051 inmuebles en toda Italia, además de otras 1.200 en el extranjero. Son los datos que ofreció para 2020 la APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, que es el organismo encargado de gestionar todos los bienes de la «central» católica. En total, se estaría hablando de un montante en ladrillo de más de 3.000 millones de euros. Nueve de cada diez de estas propiedades están en la provincia de Roma, de ellos, el 64% en áreas adyacentes a la Ciudad del Vaticano, esto es, en lugares donde el precio del suelo es el más caro de toda Roma.

De todos los edificios que están a su nombre, el 86% tienen uso institucional o para albergar a los empleados y jubilados de la Curia, mientras que el 14% están destinadas al mercado libre.

Según recogió el diario «La Stampa», los trabajadores vaticanos que sí pagan el alquiler de los pisos cedidos por la Iglesia lo haría por un precio un 40% inferior al valor real. Y en el caso de las personas ajenas a la Santa Sede, pagarían una renta mensual un 15% inferior al que lo hace cualquier arrendatario de la capital italiana. Así, por ejemplo un piso de dos habitaciones, dos baños y ascensor de unos 65 metros cuadrados en la calle Borgo Pío, a tiro de piedra de la Plaza de San Pedro, cuesta 1.400 euros al mes. Ese mismo espacio, si el casero fuera el Papa, podría rebajarse hasta los 1.200, esto es, un ahorro anual de 2.400 euros. Eso sí, esta rebaja no va acompañada en ocasiones de un cuestionable estado de conservación de las instalaciones, lo que exige una inversión propia.

Todo esto hace que, tanto para el personal de la Curia como para cualquier ciudadano de a pie, sea visto como una oportunidad inaplazable con las consiguientes listas de espera interminables para quienes quieren acceder a este parque inmobiliario. El acceso se torna todavía más complicado puesto que ahí también jugarían las recomendaciones de los eclesiásticos con familiares y amigos, además de los propios compromisos vaticanos con los poderes públicos italianos y extranjeros: ministros, personal de embajadas…

Esta disponibilidad también se vería afectada por la propia picaresca transalpina devenida en no pocas ocasiones en corruptelas. Ahí está el hecho de que algunos nietos de funcionarios vaticanos hayan heredado el alquiler de sus familiares fallecidos sin actualización ninguna. En otros, literalmente se han dado casos de «okupas» consentidos. De hecho, cuentan que, cuando un purpurado español quiso tomar posesión no hace muchos años de ese apartamento que le correspondía por derecho vinculado al cargo que se le había designado, se topó en el interior con unos desconocidos. «Se trataba de unos inquilinos que estaban realquilados por el familiar de otro cardenal que le había cedido el piso asignado porque no lo necesitaba y quiso ayudar a su sobrino que en aquel momento pasaba por un bache económico», expone un curial a este diario. De este gesto de caridad este individuo hizo negocio.

Ahora todo esto parece esfumarse, con medidas como la adoptada esta semana y con un exhaustivo control de las propiedades eclesiales, con una asignatura pendiente. Se trataría de todos los inmuebles pertenecientes a Propaganda Fide, el departamento vaticano que gestiona las donaciones a los misioneros, entre las que se encuentran otros tantos apartamentos que no estarían cuantificados, fruto de legados de hace siglos.

Recorte de sueldos

Con todo, el pago que exige ahora el Papa a los cardenales, como es de suponer, no ha caído del todo bien. Entre otras cosas, porque hace dos años el Obispo de Roma ya decidió recortar un 10% los sueldos por la falta de ingresos de la pandemia. Aun así, para hacerse una idea, el blog italiano «Quotidiano Nazionale» detalla que la nómina de un purpurado del «staff» vaticano podría oscilar entre los 4.000 y 4.500 euros. A la exención del alquiler hasta la fecha hay que unir un servicio prácticamente gratuito de la mayoría de los señores: las tareas de cocina y de limpieza del hogar a manos de comunidades religiosas femeninas.

Lo cierto es que la decisión histórica y no menos revolucionaria de Francisco nace de la situación financiera de «particular gravedad», como él mismo ha manifestado, que atraviesa el Estado más pequeño del mundo. Y eso que se ha logrado recortar sus números rojos, de los 33 millones de euros previstos para 2021 en apenas 3 millones. Mérito del equipo español que está al frente de la Secretaría para la Economía, liderada ahora por el extremeño Maximino Caballero como prefecto, que en diciembre tomó el relevo por enfermedad del jesuita Juan Antonio Guerrero.