Salud
¿Es el sexo una estrategia contra el cáncer?
Un estudio señala que las pacientes con cáncer de cérvix reducen el riesgo de recaída si mantienen relaciones sexuales
Sea con fines científicos, lúdicos o lúbricos, llevamos siglos estudiando la relación entre el sexo y la salud. Gracias a ello ahora sabemos que las relaciones sexuales tienen un efecto protector sobre la salud cardiovascular, especialmente en las mujeres. También reduce nuestra presión arterial, aumenta la eficiencia de nuestro sistema inmunológico (incrementa la cantidad de inmunoglobina A). Tiene la capacidad de reducir la ansiedad y el estrés, limitando la producción de cortisol y mejora la calidad del sueño. Entre otras.
Una de las más investigadas, de hecho, ha sido su incidencia en el cáncer de próstata y su contribución en la reducción de la posibilidad de desarrollar este tipo de tumores. Esto afecta directamente a los hombres, pero ahora, un nuevo estudio concluye que el sexo también es bueno para ciertos tumores exclusivamente femeninos.
De acuerdo con un reciente análisis presentado en la Reunión Anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Radioterápica (Astro por sus siglas en inglés), quienes mantienen actividad sexual después de haber recibido quimioterapia para tratar cáncer de cuello uterino tienen un menor riesgo de sufrir efectos secundarios a largo plazo.
«Curar el cáncer es siempre nuestra primera prioridad–explica Kathrin Kirchheiner, líder del estudio –. Pero con un número cada vez mayor de supervivientes de cáncer de cuello uterino relativamente jóvenes, la prevención y el tratamiento de los efectos secundarios se vuelven cada vez más importante para garantizar una mejor calidad de vida. Espero que esta investigación ayude a reducir el tabú en torno a la salud sexual y facilite a los médicos discutir estos temas con sus pacientes».
A nivel global, el cáncer de cuello uterino es el cuarto más común entre mujeres. En estos casos la mayoría de las pacientes son diagnosticadas cerca de los 50 años de edad. El tratamiento no quirúrgico estándar para aquellas cuyo tumor ha invadido tejido u órganos cercanos implica una combinación de radioterapia, quimioterapia y braquiterapia, es decir, la inserción de implantes radiactivos directamente en el tumor. Esto ha permitido aumentar la tasa de supervivencia a un 74%.
El problema al que se enfrentan los expertos y las pacientes es que las altas dosis de radiación necesarias pueden provocar estenosis vaginal (un acortamiento o estrechamiento de la vagina) y cambios a largo plazo en el tejido vaginal. Esto obviamente tiene consecuencias inmediatas al complicar los exámenes ginecológicos o provocar dolor durante las relaciones sexuales. En estos casos la recomendación es la dilatación vaginal regular y continua para mitigar estos efectos secundarios y evitar la formación de tejido cicatricial, que es el responsable del dolor y uno de los motivos detrás de la estenosis vaginal. Pero… ¿es efectivo el recurso de la dilatación?
Esa es la respuesta que persigue el estudio liderado por Kirchheiner. Y para responderlo, midió los efectos de la dilatación informados por médicos y por las pacientes entre 1.416 personas con cáncer de cuello uterino localmente avanzado. Con esta información compararon los efectos secundarios de las personas que eran sexualmente activas o usaban dilatadores vaginales, tras el tratamiento y de forma regular con los de aquellas que no seguían esta rutina.
En los cinco años posteriores al tratamiento, las pacientes asistieron a una media de 11 visitas de seguimiento con exámenes gin ecológicos para evaluar los efectos secundarios secundarios vaginales. También completaron cuestionarios sobre calidad de vida, actividad sexual y dilatación vaginal.
Los resultados mostraron que el 64% de las pacientes informaron sobre la práctica de relaciones sexuales o dilatación vaginal y que esta se asoció significativamente con un menor riesgo de acortamiento y estrechamiento vaginal. En detalle, aquellas que señalaron mantener relaciones sexuales y usar dilatadores vaginales fueron las que tuvieron el riesgo más bajo de estenosis vaginal, seguidas de aquellas que eran sexualmente activas pero no usaban dilatadores vaginales.
Pero también hay que tener en cuenta la letra pequeña. Si bien los beneficios son claros, también habría consecuencias, como el aumento de problemas vaginales leves, en particular sequedad y sangrado.
Para el equipo de Kirchheiner esto no es algo extraño, ya que es más probable que la sequedad vaginal se note como una falta de lubricación en pacientes que realizan algún tipo de actividad de penetración, y que el sangrado menor durante o después de la dilatación puede ser causado por irritación del revestimiento vaginal.
«La sequedad vaginal leve y el sangrado se pueden controlar con lubricantes, humectantes y/o terapia de reemplazo hormonal –concluye Kirchheiner–. El riesgo de tener estos efectos secundarios menores no debería impedir que las pacientes se dilaten o tengan relaciones sexuales ya que estas actividades pueden ayudar a prevenir una afección más grave e irreversible. Pero sí hay que tener en cuenta que la salud sexual es un tema muy individual y delicado de abordar, tanto en la investigación como en la atención de supervivencia, y merece un enfoque respetuoso e integral».
Finalmente, en las conclusiones los autores destacan que este fue un estudio observacional y, por lo tanto, solo puede informar correlaciones. Esto significa que quedan dudas sobre el grado en que la dilatación vaginal y/o las relaciones sexuales previenen eficazmente el acortamiento y el estrechamiento, o si el desarrollo de síntomas vaginales interfiere con la probabilidad de que las pacientes puedan realizar estas actividades.
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