Teatro
«Las cosas que sé que son verdad»: La hermosa rutina de estar vivo
Autoría: Andrew Bovell. Dirección: Julián Fuentes Reta. Intérpretes: Verónica Forqué, Julio Vélez, Pilar Gómez, Jorge Muriel, Borja Maestre y Candela Salguero. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 17 de noviembre de 2019.
A tenor de las obras que conocemos de él en España, y al margen de las particularidades propias de cualquier buen autor, Andrew Bovell reúne las tres grandes virtudes que todo escritor dramático desearía tener, o debería desear tener: entretiene, con historias técnicamente bien construidas y desarrolladas; emociona, porque recorre con hondura poética el mapa emocional de sus personajes; y estimula el pensamiento del espectador, sin recetas ni artificios, aproximándolo a una realidad humana universal.
Muy consciente de todo ello, Fuentes Reta se ha convertido en el principal valedor y difusor aquí de un dramaturgo al que, además, ha sabido leer y engalanar sobre el escenario, que es lo que hacen, en definitiva, los buenos directores. Después de su exitoso montaje de «Cuando deje de llover» –Premio Max a la Mejor Obra Teatral y a la Mejor Dirección en 2015–, pone en pie ahora otra obra del australiano que hunde sus raíces argumentales en las relaciones afectivas en un plano íntimo y familiar –un tema que está también presente, aunque más focalizado en la pareja, en «Speaking in tonges», la otra obra de Bovell que se ha montado en España y que se tradujo aquí como «Babel»–. En el planteamiento de la función, un padre de familia, que se encuentra solo en casa en ese momento, recibe una llamada telefónica relacionada con algo que presumiblemente le ha ocurrido a uno de sus cuatro hijos. Cuando descuelga el teléfono, se abre un «flashback» de manera muy perspicaz que deja la acción en suspenso hasta el desenlace del espectáculo y que permite, entre tanto, ir conociendo a los hijos y a la mujer de este hombre, así como las relaciones que mantienen entre todos ellos. El espectador se embarcará de este modo en un hermoso viaje iniciático con todos los personajes para entender que esas «cosas que sé que son verdad» a las que alude el título no son, en realidad, sino el simple curso de la vida y la mudanza del destino, y que en el amoroso pero fracasado intento de dominar ambas «cosas» reside la existencia de un ser humano siempre poderoso y desvalido al mismo tiempo.
Y todo este viaje lo capitanea Fuentes Reta con el ritmo más oportuno, con sus habituales dotes superponer escenas en el espacio sin generar confusión, y con una extraordinaria inteligencia para mantener la acción dramática a salvo de cualquier amenaza. Un ejemplo de esto último es la estupenda escena de la lectura interior que hace la madre de una carta que le ha enviado su hija, en la que el monologo ha sido sustituido por un tenso y verosímil diálogo que la remitente podría haber mantenido imaginariamente con la destinataria al escribir la misiva.
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