
Redes sociales
El increíble experimento con monos que explica por qué eres adicto a hacer 'scroll' en Instagram
¿Y si la clave no está en lo que vemos y sí en el modo en que cambia la pantalla que muestra lo que vemos? El profesor Ando ha explorado esa explicación con su estudio

Es evidente que el tiempo que pasamos delante de las pantallas en la actualidad se está convirtiendo en un problema social. Con especial incidencia en los más jóvenes de la casa, las horas de consumo de publicaciones de redes sociales y plataformas audiovisuales en soportes digitales pueden tener una explicación que vaya más allá del contenido y los algoritmos.
Al menos si hacemos caso a las conclusiones de un experimento realizado por Kiyoshi Ando, profesor en el Instituto Central de Medicina Experimental y Ciencias de la Vida de Kawasaki, Kanagawa, en Japón. En su estudio el experto analizó el comportamiento táctil de la pantalla de una tableta con consecuencias de estímulos audiovisuales en el tití común, una especie de primate de pequeño tamaño y obtuvo una conclusión: lo que nos incita a quedarnos frente al dispositivo no es lo que vemos, sino el hecho del propio uso y el dinamismo y cambio de lo que presenta la pantalla ante nosotros.
La clave está en los cambios de la pantalla
Como decíamos, Ando llevó a cabo su experimento, que vio la luz en la revista especializada International Journal of Comparative Psychology, con esa raza de primates de reducidas dimensiones, los titíes, a los que observó para definir su comportamiento en el aprendizaje poniendo el foco en las consecuencias conductuales de los estímulos audiovisuales al facilitar a cada animal una tableta en su habitáculo, sin que mediara en su comportamiento recompensa alguna.
En los dispositivos y de forma simultánea aparecieron nueve pequeños vídeos sin audio de diferentes especies de primates no humanos. Con la interacción del tití con la pantalla, el vídeo se ampliaba, iniciando una reproducción en la que ya sí había sonido de primates comunicándose entre sí.
Tras sesiones preparatorias que se prolongaron por espacio de dos meses y a razón de 10 minutos al día, 2 o 3 días por semana, ocho de los diez especímenes desarrollaron el hábito de tocar la pantalla. También se hizo un experimento para ver qué pasaba cuando ya no se mostraba un video como resultado de que un mono tocara la pantalla. En lugar del video, aparecía una pantalla negra y se observó que tres monos tocaron la pantalla menos veces, pero cuatro monos no cambiaron su comportamiento. En estos cuatro, se pensó que el cambio de ver el video a ver una pantalla negra seguía siendo algo que les llamaba la atención, por lo que seguían tocando.
Esto sugiere que aprender a tocar la pantalla es una conducta que los monos pueden desarrollar si reciben un estímulo como recompensa, como un video con imágenes y sonidos. Una reacción que se puede extrapolar al comportamiento humano para comprender qué nos lleva a pasar más tiempo del que quisiéramos en una red social consumiendo un contenido que no es ya el que habíamos entrado a consultar.
A tenor de los resultados del experimento del profesor Ando, puede ser que nuestro cerebro, del mismo modo que el de los titíes, se quede “atrapado” en el simple hecho de interactuar con un dispositivo que cambia de forma constante frente a nosotros, aunque lo que nos esté ofreciendo no satisfaga ninguna necesidad, y por ello acabemos perdiendo un tiempo más que valioso por el simple hecho de desplazar la pantalla hacia abajo y ver cómo va cambiando delante de nuestros ojos.
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