Nuevo estudio

Un nutriente olvidado podría explicar por qué la obesidad acelera el envejecimiento cerebral y dispara el riesgo de Alzheimer

Un nuevo estudio pone el foco en un nutriente del que casi nadie habla y en cómo su déficit, combinado con la obesidad, podría encender algunas de las alarmas más tempranas relacionadas con el deterioro cognitivo y el Alzheimer

Cerebro
Cerebroistock

En los últimos meses, distintos estudios han vuelto a poner el foco en algo que cada vez preocupa más a neurólogos y geriatras: el cerebro envejece mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas de deterioro y, en ese proceso silencioso, ciertos hábitos, como el exceso de grasa corporal o una mala nutrición, parecen estar jugando un papel más decisivo de lo que pensábamos.

La ciencia lleva tiempo alertando de que la inflamación crónica y la disfunción metabólica pueden acelerar el desgaste neuronal… y ahora un nuevo ingrediente entra en escena para completar el rompecabezas.

Ese ingrediente es la colina, un nutriente esencial que solemos pasar por alto a pesar de su importancia para la memoria, el metabolismo y la salud del sistema nervioso, cuyo papel podría ser inesperadamente mayor: una combinación de obesidad y niveles bajos de colina estaría favoreciendo un “acelerón” en el envejecimiento cerebral, según un reciente estudio liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (ASU). Una mezcla que, a largo plazo, podría predisponer al desarrollo de Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.

De acuerdo con lo publicado por Science Alert, los científicos recuerdan que los primeros signos biológicos del Alzheimer pueden aparecer décadas antes de que el paciente note el primer olvido. Según este estudio, uno de esos indicadores tempranos podría ser precisamente uno de esos indicadores tempranos podría ser precisamente la colina, no solo por su papel en la salud neuronal, sino también por cómo interactúa con la inflamación asociada a la obesidad, un factor de riesgo que sigue creciendo en todo el mundo.

Este trabajo se suma a otras investigaciones recientes que ya estaban detectando patrones similares: menos colina, más inflamación, más marcadores de daño neuronal. El nuevo estudio, sin embargo, profundiza en cómo encajan todas esas piezas y lo hace con datos tanto de adultos jóvenes como de tejidos cerebrales analizados post mortem.

Obesidad, colina y daño neuronal: un triángulo que preocupa a los científicos

Para comprender el alcance real de este posible vínculo, los investigadores analizaron a 30 adultos jóvenes, la mitad con obesidad, donde las diferencias fueron claras: quienes tenían obesidad mostraban niveles más bajos de colina, mayor inflamación y valores más altos de NfL, una proteína sanguínea relacionada con el daño neuronal.

El hallazgo más inquietante llegó cuando compararon esos datos con las muestras de cerebros de personas mayores que habían fallecido con Alzheimer o deterioro cognitivo leve. ¿El resultado? El mismo patrón: menos colina, más daño neuronal, resultando una coincidencia demasiado consistente como para ignorarla.

Aunque los autores advierten de que estos resultados no prueban causalidad, sí apuntan hacia una línea roja que la ciencia debe explorar: la colina podría estar actuando como un indicador temprano del camino hacia la neurodegeneración.

La buena noticia es que la colina es un nutriente fácil de obtener, pues a pesar de que el cuerpo produce pequeñas cantidades, su mayor aporte proviene de alimentos cotidianos como huevos, pescado, pollo, legumbres o verduras crucíferas. Pero la mayoría de la población, según recuerdan los expertos, no alcanza la ingesta recomendada.

Los investigadores de la ASU son claros: mejorar la salud metabólica en la juventud y cuidar el consumo de colina podría marcar la diferencia décadas más adelante, cuando el cerebro empieza a mostrar su vulnerabilidad.

El siguiente paso será investigar si incrementar los niveles de colina puede funcionar como medida preventiva frente a enfermedades como el Alzheimer. De momento, este estudio abre una puerta decisiva: quizá la prevención del deterioro cognitivo comience mucho antes… en el plato.