Energía nuclear
¿Qué se hace con los residuos nucleares?
Hay tres tipos de productos de desecho según su radiactividad: baja, media y alta actividad. Y cada uno tiene su sistema
Las noticias sobre ataques a centrales nucleares en Ucrania ha hecho que muchos se pregunten cómo funciona esta industria. Y una de las dudas más frecuentes es la vinculada a los desechos que produce: ¿Qué se hace con ellos? Como todas las industrias y tecnologías de producción de energía, la nuclear genera productos de desecho. Existen tres tipos de residuos nucleares clasificados según su radiactividad: de baja, media y alta actividad. La gran mayoría de los desechos, un 90 % del volumen total, se compone únicamente de artículos ligeramente contaminados, como herramientas, ordenadores y ropa de trabajo, y contiene solo el 1 % de la radiactividad total. En el extremo opuesto se encuentran los desechos de actividad alta, que en su mayoría comprenden combustible nuclear usado y representan solo el 3 % del volumen total de desechos, pero son los más peligrosos ya que contienen el 95 % del total de la radiactividad.
Una de las ventajas de esta forma de energía es que el combustible nuclear es muy denso en cuanto a energía: se requiere muy poco para producir grandes cantidades de electricidad. En promedio, los desechos de un reactor que abastece las necesidades de electricidad de una persona durante un año serían del tamaño de un ladrillo y apenas 5 gramos de estos son desechos de actividad alta. Así, la producción de electricidad de una central nuclear típica de 1.000 megavatios, que abastecería las necesidades de más de un millón de personas, produce solo tres metros cúbicos de residuos de alta actividad vitrificados al año (siempre que se recicle el combustible usado). En comparación, una central eléctrica de carbón de 1000 megavatios produce aproximadamente 300 000 toneladas de ceniza y más de 6 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año.
El combustible nuclear usado se guarda en instalaciones de almacenamiento secas o húmedas, antes de ser reciclado o desechado. Cuando el combustible usado se saca de un reactor, está caliente y radiactivo y requiere almacenamiento en agua para permitir que el combustible se enfríe. Esta reducción de la temperatura facilita el reciclaje. El plutonio y uranio separados pueden mezclarse posteriormente con uranio “fresco” y convertirse en nuevas barras de combustible. Países como Francia, Japón, Alemania, Bélgica y Rusia han utilizado el reciclaje de plutonio para generar electricidad, al mismo tiempo que reducen la huella de sus desechos.
Por su parte, los cementerios nucleares, donde van a “morir” los desechos que no pueden ser usados nuevamente, son los refugios donde almacenar y guardar residuos radiactivos, aquellos compuestos que por su naturaleza o por haber estado expuestos a una alta radiación siguen siendo potencialmente peligrosos durante años y se los guarda hasta que su radiactividad desaparece (si son de baja actividad) o se los entierra a grandes profundidades. Al igual que los residuos, los cementerios nucleares se dividen en las mismas categorías que los desechos. Los de mayor actividad se introducen en bidones de acero y se solidifican con alquitrán o cemento (un tercio de material radiactivo y dos tercios de cemento) para ser almacenados en lugares conocidos como repositorios geológicos profundos: zonas estables, aisladas de terremotos y lejos de la superficie y de acuíferos, entre otros. Los bidones se almacenan en contenedores y estos se recubren de hormigón primero y luego de una capa de material impermeable de dos metros de grosor.
En España, una de estas instalaciones es la de El Cabril, ubicada en la provincia de Córdoba. Pero allí se almacenan residuos de baja y media actividad. Muy diferentes de los que irán a morir a Onkalo, un cementerio que se terminará en 2023 y ha sido concenido para residuos de alta actividad. Y allí deberían permanecer al menos 100.000 años.
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