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Así funciona Strava

La Razón
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Actualmente, más de 27 millones de personas utilizan la aplicación Strava. Ésta se puede descargar en móviles iOS y Android, también en «wearables» como las pulseras Fitbit, los relojes inteligentes de Garmin, Timex, Polar, Sigma, Soleus, Apple Huawei... y una larga lista de dispositivos. Lo que hace la «app» es utilizar diferentes herramientas para medir la ubicación de los usuarios mediante GPS. También analiza el ritmo cardíaco, el gasto calórico y el tiempo y la distancia recorrida. Esta «red social para deportistas» permite subir toda esta información, superpuesta en un mapa, a Facebook o Twitter simplemente pulsando el botón de compartir.

Así, los deportistas, relatan en tiempo real dónde están, cuándo ha comenzado su recorrido y si hay otros usuarios cerca. Porque, y aquí reside uno de los problemas de Strava, la app construye unos mapas de calor (heat maps) con la actividad de sus 27 millones de usuarios. Esto se hace de forma anónima, es decir, en los mapas de calor no aparece el nombre de los usuarios que están allí. Sin embargo, a nivel individual, la app permite conectarse con otros corredores y compartir circuitos.

Más allá de la pregunta obvia (¿por qué alguien querría mostrar en redes sociales que está a 10 kilómetros de su casa y que volverá agotado, o que se encuentra en una zona apartada?), el verdadero inconveniente es que la mayoría de los usuarios no leen las condiciones de uso. Y si publicar en las redes puede ser un peligro para la seguridad propia, hacerlo en el trabajo, sobre todo si la «oficina» es una base militar, aumenta el riesgo de forma exponencial.

Puede que Strava no haya aclarado con precisión los datos que se publican cuando se activa la opción de privacidad, pero la responsabilidad es de los usuarios que, trabajando en bases militares, centrales nucleares, centros de entrenamiento y un largo etcétera, activan la aplicación y permiten que los recorridos sean registrados en los mapas de calor. Y publicados en la red correspondiente, actualizándolos al minuto.

Resulta sumamente llamativo que personal militar o de inteligencia no sea consciente de ello y libere esta información o permita que se use la app dentro de instalaciones de seguridad.

Y es que este espionaje gratuito no es culpa de aquellos que salen a correr o a andar en bici cerca de una base como la de Rota, en España, la responsabilidad es de aquellos que lo hacen dentro de dichas instalaciones. Strava tiene diferentes niveles de privacidad que se pueden configurar en los ajustes de la aplicación. Se puede decidir quién sigue nuestras rutinas, quién ve nuestras publicaciones, designar zonas privadas (por ejemplo, bloquear un área de un kilómetro a la redonda de nuestro hogar u oficina), controlar las opciones FlyBy (aquellas que permiten ir hacia atrás en nuestras rutinas y en las de aquellos que están cerca nuestro) y, finalmente, decidir si se comparten los datos, de forma anónima, con los mapas de calor. Opción que muchos ni han mirado y así es cómo los datos de diferentes bases militares han llegado a la red.

Cómo protegerse

Para los usuarios que quieran mantener su privacidad, pero no quieran «sentirse sólos», existe una opción llamada Beacon. Con ella es posible seleccionar a tres contactos que podrán seguir, en tiempo real, nuestra rutina. El objetivo, por lo tanto, es que alguien sepa en todo momento dónde estamos si es que vamos a realizar un recorrido por una zona desconocida, si es muy tarde o simplemente si nos queremos sentir más seguros.