Estreno

"Krazy House", la mentira del hogar feliz estalla en caos sin avisar

La sátira salvaje que Filmin estrenó le viernes 20 de junio desarma con humor y sangre el modelo de sitcom familiar en la televisión

"Krazy House", la mentira del hogar feliz estalla en caos sin avisar
"Krazy House", la mentira del hogar feliz estalla en caos sin avisarFilmin

Antes de que se hablara de "girl power", Alicia Silverstone ya se había grabado en la retina colectiva como la chica de los videoclips de Aerosmith. Luego vino "Clueless", la gloria noventera, y más tarde una carrera entre luces y sombras. Hoy vuelve con “Krazy House”, y lo hace como quien se ríe de todo mientras la casa se prende fuego, literalmente. Su papel de Eva, una madre sensata en una sitcom religiosa venida a menos, es la calma tensa en una película que empieza como broma y termina como baño de sangre.

Estrenada el pasado 20 de junio en Filmin, esta película holandesa escrita y dirigida por Steffen Haars y Flip van der Kuil no busca medias tintas. Se presenta como una parodia de las comedias familiares que reinaban la televisión de los 90, y aunque arranca con planos clásicos, risas enlatadas y moralejas de padre predicador, lo que sigue no tiene nada de edulcorado. “Krazy House” arranca como “Alf” y termina como “The Purge”.

Nick Frost es Bernie, un devoto cristiano que ha hecho del hogar su misión, pero también su campo de minas. Teje jerséis con mensajes bíblicos, tropieza con sus zapatos de cepillo (sí, eso existe aquí) y predica a cada paso mientras su mujer, más ocupada que afectuosa, sostiene la economía familiar. Todo parece funcionar bajo ese molde prefabricado de sitcom... hasta que entran en escena tres obreros rusos con sonrisa torcida y energía de final de temporada.

La casa se desmorona, literalmente. Lo que debía ser una reparación rutinaria se convierte en una demolición progresiva, física y emocional. El decorado empieza a caerse, la narrativa se vuelve una espiral de drogas, visiones religiosas, embarazos exprés y diálogos pasados de rosca. Lo que sorprende es que, pese a todo ese delirio, hay un sentido claro: exponer los absurdos de un modelo familiar construido sobre clichés religiosos, roles caducos y culpa envasada al vacío.

Lo que hace potente a “Krazy House” no es solo el humor corrosivo, que lo tiene y en dosis industriales, sino cómo juega con la forma. El cambio de aspecto de pantalla —del 4:3 televisivo al cine más oscuro y expresivo— no es un capricho visual, sino un síntoma del colapso que estamos viendo. Como si cada plano dijera: “olvídate de lo que conoces, porque lo que viene no encaja en tu pantalla”.

Y eso se agradece. Porque aunque la película puede resultar excesiva (hay un perro, una escopeta y una escena que no querrás comentar con tu abuela), también es honesta en su demencia. No finge sofisticación ni se esconde en referencias elitistas. Va directa al grano, o más bien, al estómago. Y ahí, entre una secuencia lisérgica con Jesucristo y un plano inesperadamente hermoso de ruina doméstica, deja caer sus dardos. No todos dan en el blanco, pero algunos se clavan con gusto.

Silverstone aguanta el tipo con dignidad en medio del colapso, y Frost se entrega sin pudor al esperpento, como si fuera su elemento natural. El resto del reparto, más sobreactuado que contenido, sigue el juego con un entusiasmo que a veces es brillante y otras, deliberadamente molesto. No se trata de actuaciones medidas, sino de energía desatada. Y eso, en una propuesta como esta, tiene su mérito.

Lo que algunos llaman provocación, aquí funciona como mecanismo. El humor no está al servicio de lo “gracioso”, sino de lo inquietante. Las carcajadas enlatadas se convierten en ruidos fantasmales cuando las escenas de violencia se acumulan. La risa pierde sentido, como los personajes pierden el control. Y cuando la sangre llega al plató —y llega—, la serie se disuelve por completo para dar paso a un clímax de cine desatado que busca sacudir más que complacer.

Hay que decirlo: el caos es deliberado. No hay moraleja escondida ni redención impostada. “Krazy House” desordena la tele de la infancia para recordarnos que no todo pasado fue mejor, y que debajo del color pastel y las frases hechas también había represión, dogma y silencio. Haars y Van der Kuil, fieles a su estilo incendiario desde “New Kids”, no se moderan al saltar al inglés. No vienen a agradar. Y tal vez por eso, logran algo genuino.

“Krazy House” no es para todos, y está bien que así sea. A quienes busquen un drama familiar con arco de redención les parecerá ofensiva. A quienes disfruten con lo absurdo, lo irreverente y lo incómodo, les parecerá un parque de atracciones sin cinturón de seguridad.Filmin, al traerla, pone sobre la mesa una apuesta que incomoda y divierte a partes iguales. Como esas risas enlatadas que suenan mientras todo se va al infierno.