
Entrevista
Pau Simón y Alicia Falcó: «La serie está tan cerca de nuestra realidad que da hasta miedo»
Interpretan en «El refugio atómico» a Max y Asia, los hijos de dos familias multimillonarias que se refugian en un búnker

Igual que sus personajes Max y Asia, Pau Simón y Alicia Falcó vivieron el pasado septiembre un cataclismo. No fue el fin del mundo, pero ambos sabían que ponerse al frente de una serie con el sello de los creadores de «La Casa de Papel» y con el poderío promocional de Netflix les iba a poner en el foco. Ambos protagonizan «El refugio atómico».
Participar en una serie de Álex Pina para Netflix supone una gran exposición. ¿Cómo lo llevan?
Pau Simón: Llevamos dos años con esto, desde que nos dieron el papel, y ya lo teníamos muy integrado y normalizado. Ahora, con el estreno, empiezan a aflorar de nuevo los nervios y la emoción, porque es un proyecto muy especial para nosotros, y hablamos de Vancouver, los creadores de «La Casa de Papel», así que todo vuelve a resurgir de una manera inédita y explosiva.
Alicia Falcó: Hay mucha responsabilidad, pero después de tanto tiempo, ahora lo que tenemos son ganas: ganas de soltarlo y ver qué pasa. Estamos contentos con nuestro trabajo, ha sido una experiencia preciosa, y ahora toca dejarlo volar.
La serie se rodó casi siempre en un mismo set. ¿Cómo fue la convivencia y los primeros días de rodaje?
Alicia: Fue muy intenso, aunque ahora me quedo con lo positivo. Impactaron mucho los ensayos, la primera lectura de guion y la impresión de ver el plató por primera vez. Poco a poco fuimos entrando en la dinámica y, cuando ya rodábamos, era un sueño. El realismo del set y de los trajes ayudaba a meternos en la piel de los personajes y a sentir el encierro. La convivencia fue muy buena: después de tantos meses terminamos siendo una familia. Fue duro, pero aprendimos muchísimo.
Pau: Trabajar así tiene pros y contras, pero lo positivo es que el espacio acaba convirtiéndose en tu casa. Eso te da seguridad, hace que todo fluya mejor y que haya más creatividad. Por suerte, empezamos con los exteriores y nos adaptamos poco a poco. Aun así, los sets eran enormes e impresionantes, incluso los de la cárcel. Para nosotros fue una experiencia intensa e inspiradora.
Asia es un personaje muy en control, reprime mucho sus emociones. ¿Cómo fue interpretar a alguien tan hacia adentro?
A: Ha sido complicado, pero también muy bonito y muy cansado. Me resultaba fácil empatizar con Asia y entender por qué está mal, y luego tenía que ponerle esa capa de cómo se muestra al resto, más racional. Fue un reto, pero a la vez bastante natural. Lo que más disfruté fue ver su evolución: cómo a medida que avanzan los capítulos se permite sentir, soltar, perder el miedo a vivir y a lo que pueda pasar. Eso fue increíble.
Max, en cambio, es muy físico, aunque también sea vulnerable bajo esa aparente seguridad. ¿Cómo viviste esas dos facetas?
P: La parte vulnerable y sensible ya la tenía, solo tenía que encontrar cómo la expresa Max. Lo complicado fue lo físico. Me pedían un personaje que al entrar en una sala se comiera el espacio, con esa violencia a flor de piel, y yo soy justo lo contrario. Tuve que trabajarlo mucho: ganar peso, entrenar en el gimnasio, practicar kickboxing… Todo eso me ayudó a cambiar la forma de moverme y a encontrar esa energía. Al llegar al set, ya solo tenía que hacer el «click» y estaba en Max.
Si, como Max y Asia, tuvieran que convivir sin descanso con su familia y amigos en un búnker, ¿cómo lo llevarían?
A: Quiero pensar que bien. Por suerte tengo un entorno muy sano y, con todo lo que está pasando con la serie y la presión que conlleva, me reafirma que estoy rodeada de gente bonita que me cuida y me mantiene con los pies en la tierra. De pequeña decía que me encantaría vivir en un pueblo con todos mis amigos y mi familia en una casa enorme… así que, ¿qué más puedo pedir?
P: Un poco lo mismo. El problema es que en una situación límite no sabes cómo reaccionaría tu entorno; no es lo mismo ir de vacaciones que estar encerrados. A mí me encanta estar con mi gente, pero también soy muy solitario y necesito espacio. En un búnker de lujo podría irme al spa a desconectar, pero igual acabaría echando en falta silencio y soledad.
¿Creen que podría pasar? Y en ese caso, ¿entrarían?
A: Sí que podría pasar, por desgracia, está cerca de nuestra realidad y da miedo. Ya existen búnkeres privados y solo los multimillonarios pueden permitírselo. Dudo que nos invitasen, pero si lo hicieran, creo que entraríamos, por miedo y supervivencia, aunque duela lo que dejas fuera.
P: Y tampoco lo podríamos pagar. Pero también creo que detrás hay algo de ego: esa sensación de ser el superviviente, de poder salir después, reconstruir la sociedad y, en el fondo, sentirse un poco el «prota».
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