
Entrevista
Leticia Dolera: «Una agresión no la comete un ente extraño que ni siente ni padece»
La catalana es la creadora de «Pubertat», la serie que triunfa en HBO Max

Leticia Dolera ha regresado a la televisión con «Pubertat», una ficción coral de HBO Max que ahonda en los tabúes sociales a partir de una denuncia de agresión sexual en una comunidad catalana. Como creadora, directora e intérprete, la catalana construye un relato sin sermones, donde la adolescencia, la familia, las redes sociales y los silencios heredados colisionan en una misma plaza. En conversación con LA RAZÓN, repasa los orígenes del proyecto, su mirada sobre la historia y la transformación que ha vivido durante el proceso creativo.
¿Cómo nació esta historia?
La primera semilla fue hace siete años, en la sala de montaje de «Vida perfecta 1», durante una pausa. Tuve una charla con Oriol Maymó, mi productor, sobre un caso cercano. Los dos conocíamos situaciones similares y me llamó mucho la atención cómo todos los padres reaccionaban de la misma forma: cerrándose en banda. Eso se quedó ahí. Luego hice «Vida perfecta 2», y no fue hasta hace cuatro años que empecé a desarrollar en serio esta serie.
La serie también refleja integración, catalanidad y diversidad.
Sí, quería que fuera un ecosistema real. Hay latinos, hay asiáticos, hay gente de distintos orígenes. Y todos, como sociedad, tene-
mos esa tendencia a esconder lo que nos puede doler. Mientras no sea verdad, mientras no lo veamos, es como si no pasara. Para mí era importante mostrarlo dentro de un entorno cotidiano, familiar y natural.
¿Cómo influyen las redes sociales en esta historia?
La denuncia primera se hace a través de redes sociales. La serie plantea hasta qué punto es fiable una denuncia así y cómo puede afectar a los implicados cuando se hace viral. Por otro lado, quería mostrar cómo los chavales reciben todos los inputs a través del móvil y cómo desarrollan adicción a las redes. Es una adicción grande que genera una sensación de vacío enorme y está detrás del aumento de depresiones entre adolescentes.
En el fondo, ¿es una historia sobre incomunicación?
Sí, totalmente. Toda esta gente se quiere y se quiere bien, pero no se saben comunicar. Hablar de la familia era importante para mí: cómo dentro de la familia a veces es complicado hablar según qué cosas y cómo eso se transmite de generación en generación.
Eso se refleja en un personaje como Martí.
Sí, es el padre de uno de los agresores y está atrapado en un tipo de masculinidad que le obliga a ser el más valiente, el más fuerte, el proveedor. El que no se puede romper. Es fruto de esa formación que escuchó de su propio padre y que está transmitiendo a su hijo aunque diga que no. Muchas veces creemos que no, pero hay cosas psicológicas que operan igual. Me interesaba mostrar cómo, de pronto, puede llegar una generación que rompe con todo.
El castell es un símbolo poderoso en la serie.
Así es, me parecía una metáfora muy adecuada y poética. Un castell no sube si no hay confianza. Para llegar a lo más alto, tenemos que hacerlo juntos. La base es importantísima. Si la base no está bien construida, el castell no sube. Los niños, que pesan menos, suben más arriba apoyándose en los adultos. Creo que estamos perdiendo esa confianza: en tu vecino, en la gente, en la humanidad. Lo puedes llamar ingenuidad, pero yo prefiero esa mirada a la individualista de «todos son mis enemigos».
¿Cómo logró mantener el control creativo en una serie tan coral?
Como directora siempre tienes que estar abierta a que la serie se vaya creando. Tú la has escrito y pensado, pero cuando haces el casting, ensayas y ruedas, eso va cobrando vida. Y tienes que ser flexible. En esta serie, con tantos personajes, tantas familias, tantas capas, yo casi me vuelvo loca, te lo juro. Ahora el capítulo desde el punto de vista de los niños, ahora el de ella… Que todo encaje, que puedas cerrar todas las tramas y subtramas que has desarrollado. Fue muy difícil, pero tuve la suerte de contar con un reparto que le ha dado muchísimo corazón y muchísima alma a esta comunidad.
¿Y a Leticia cómo la ha transformado este proceso?
Escribir te obliga a comprender a tus personajes. No puedes hacer que todos sean como tú, que piensen como tú, que sean perfectos. Tienes que abrazar sus aristas, sus luces y sus sombras. Eso me ha hecho más flexible. No sé si más empática, pero sí con una mirada de menos juicio. Cuando escribes el punto de vista de los niños, entiendes que una agresión no la comete un ente extraño que ni siente ni padece. Las agresiones las cometen también nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros hermanos, padres, primos. Eso es difícil de ver y, como autora y escritora, es muy interesante aproximarte a eso.
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