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Un «Whiskey on the Rocks» para calentar la Guerra Fría

Disney+ acaba de estrenar esta miniserie basada en un incidente real en octubre de 1981 entre suecos, americanos y rusos

La tripulación del submarino ruso jamás olvidará la borrachera del 28 de octubre de 1981 que pudo causar la 3ª Guerra Mundial
La tripulación del submarino ruso jamás olvidará la borrachera del 28 de octubre de 1981 que pudo causar la 3ª Guerra MundialDisney+

Esta es la historia de los hermanos Gustav y Harry Jansson, que la tranquila noche del 28 de octubre de 1981 planifican su siguiente día de pesca en la cena cuando oyen un estruendo a lo lejos, en Torhamnaskär, aproximadamente a un kilómetro al sureste de Karlskrona, en la costa sur de Suecia. También es la disparatada odisea de la tripulación de un submarino nuclear ruso U 137 de la clase «Whiskey», que celebraban el nacimiento de la hija de uno de sus oficiales políticos de la KGB para emborracharse y embarrancar en las rocas del litoral del país neutral en ambas guerras mundiales. Así es «Whiskey on the Rocks», la serie que acaba de estrenar Disney+, que es más que un juego de palabras que narra uno de los conflictos más tensos de la Guerra Fría, y que está basada en un hecho real que causó una crisis diplomática mundial.

Los años 80 supusieron los más tensos en el conflicto entre Estados Unidos y Rusia, con Europa de por medio. En la URSS estaba al mando Leonid Brezhnev, el segundo secretario general del Partido Comunista con más tiempo en el cargo después de Stalin. En EE UU acababa de aterrizar en la Casa Blanca Ronald Reagan, empeñado en recuperar la grandeza del país. Todo es caos y la serie explota al máximo lo ridículo del conflicto sin contienda, los abusos de las suposiciones, la falta de las cadenas de mando y el absurdo mundo de las guerras.

Y volvemos a la trama, los hermanos Jansson son los primeros en llamar a las autoridades para avisar. Pero no a cualquiera, porque hay alguno que nunca les devolvió el martillo que le prestaron, y en la oficina del primer ministro sueco se hacen los ídem. Al final es una llamada a los medios la que destapa el asunto. Mientras tanto, los miembros de la tripulación del submarino ruso caminan torpes en una nave torcida, esperando un rescate de su armada, y rezando porque los suecos no se den cuenta. Al otro lado, Brezhnev (Kestutis Stasys Jakštas) busca evitar problemas con el «cowboy» (Reagan), mientras que en su día de tiro al plato, el exactor (Mark Noble) practica con la cara del líder ruso. Y en el medio, como siempre, los suecos. Su máxima autoridad es el primer ministro, Thorbjörn Fälldin (Rolf Lassgard), un ex criador de ovejas que fuma en pipa, que se mueve con una parsimonia que desespera. Intenta mediar entre ambas naciones, pero a su estilo. El trabajo del actor sueco añade un grado de hilaridad desternillante, con escenas semidesnudo llegando tarde a la llamada que le avisa de un submarino en sus costas («si es importante volverán a llamar»). Por supuesto, en el gobierno los militares quieren responder a esa intromisión en su territorio pero el pastor quiere ser más prudente. Completan el reparto una serie de secundarios que bordan la lentitud, la premura, la inacción y todos los defectos de la raza humana: Elsa Saisio, Anders Mossling, Niklas Engdahl, Filip Berg y Adam Lundgren, entre muchos otros. Todos los diálogos son una increíblemente graciosa sátira política, intención primigenia de sus creadores Henrik Jansson-Schweizer y Jonas Jonasson, y de su director, Björn Stein. Su serie no deja títere con cabeza y los hermanos pescadores son lo más «sensato» (sentados en sus sillas de pescar viendo pasar cazas suecos y barcos rusos), y hay palos para los suecos desconcertados, los feos estadounidenses y los rusos malos. «Whiskey on the Rocks», coproducción entre la emisora ​​nacional sueca SVT y The Walt Disney Company Nordic & Baltic, son solo seis capítulos, y supone la primera serie original nórdica que se estrena en la plataforma.

Involuntariamente, y sin abandonar lo absurdo, la ficción roza el thriller, con tensión dramática y escenas de soldados, armas, aviones y barcos, pero se inclina invariablemente hacia el humor seco e ingenioso que motiva que los intérpretes no muevan casi las facciones de la cara para aparentar seriedad en situaciones irracionales. No hay muertos en esta historia, solo el sentido común de la humanidad.