Toros

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David Mora: «No me he vuelto a poner los trajes de antes de la cogida»

David Mora / Torero

David Mora
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Dos años. Larga espera en el banquillo. Su destino era incierto pero supo sobreponerse a él. En Vistalegre regresó. Y triunfó. A Las Ventas volvió. Y triunfó. Ambas de verde manzana y oro: su color talismán. Una temporada importante. De puertas grandes. El domingo regresa a Bilbao con un único fin: cuajar a un toro como en Madrid.

–¿Cómo se encuentra?

–Feliz e ilusionado por la vuelta a los ruedos. Esta temporada está siendo muy bonita; prácticamente he triunfado a diario. En este momento la mirada la tengo puesta en Bilbao, en mi regreso a una plaza que en mis inicios fue muy importante y que, ojalá, el domingo, sea capaz de puntuar.

–¿La cornada ya es historia?

–Bueno. La verdad es que tengo que llevar una preparación específica para que la pierna no pierda musculatura. No está como la otra, pero me está permitiendo estar a la altura de los grandes compromisos. Es algo interior, y el público no debe notarlo. Éste va a ver un espectáculo en el que el pasado es pasado.

–Esta temporada le vemos más cuajado, asentado... ¿Ha evolucionado como torero?

–Los años van pasando y con la experiencia lógicamente uno va cogiendo poso y madurez. Durante este tiempo ausente de los ruedos uno tiene tiempo para pensar, para tener el toreo en la cabeza, y eso te ayuda a evolucionar. Y en mi caso, esta evolución ha sido bastante positiva.

–El palacio de Vistalegre de Madrid, larga la espera...

–Sí, la verdad. Todo era una incertidumbre; un no saber qué va a pasar. Un trance que parecía que iba a acabar con mi carrera pero del que al final he logrado sobreponerme.

–¿Por qué reaparecer allí?

–Había que rodarse un poco antes de acudir a plazas de mayor compromiso.

–Dos orejas que saben a gloria... ¿Le ayudaron a motivarse?

–El toreo va paso a paso. Esto no quiere decir que porque un día le corte las orejas a un toro, esto ya esté arreglado. El toreo es sobre todo un largo camino en el que uno se encuentra dificultades y alegrías y, como profesional, hay que asumirlas.

–De Madrid a Madrid; y de Vistalegre a Las Ventas, ¿qué sentimientos afloraron en usted cuando se enfundó el traje de luces?

–Todo era un hándicap. Una tarde diferente al resto. Los recuerdos, la incertidumbre por saber si era capaz de volver a triunfar en esa plaza era una dificultad añadida. Fueron momentos duros; de volver a revivir esas imágenes espeluznantes. Quería que esos instantes pasaran lo antes posible.

–¿Por qué de verde manzana y oro?

–Por los astros, por el horóscopo; el color que a uno le viene bien por las energías. El verde es uno de los tonos más poderosos en mi horóscopo. Y de esta forma, tanto para Vistalegre como para Las Ventas los encargué en verde.

–¿Es maniático con los vestidos?

–Un poco sí. De hecho, al principio de temporada encargué cinco vestidos y únicamente estoy toreando con ellos. No me he vuelto a enfundar ninguno de los anteriores a la cogida.

–De aquel traje azul marino y oro mejor ni hablar...

–Ni lo llevé arreglar. Sé que lo cogió mi mozo de espadas y ya no he vuelto a preguntar por él.

–¿A quién se encomendó aquella tarde?

–A Dios, como cada tarde. Cuando uno es creyente siempre necesita agarrarse a algo que le aporte seguridad.

–Tarde de emociones fuertes, la primera, la ovación del público...

–Recibir el reconocimiento de la afición fue un momento muy emotivo. Luego sentí que con mi toreo les había devuelto todo el apoyo que ellos me habían brindado durante mi recuperación. No pudo ser mejor aquella tarde.

–Y un brindis de corazón. No podía faltar ese gesto hacía Máximo García, ¿no?

–Así es. Es un persona muy importante y gracias a él, hoy puedo estar hablando contigo para LA RAZÓN. Él fue quien le hizo ese quite con la ayuda de Dios al toro.

–Y después llegó la eclosión de su toreo con «Malagueño».

–Fue un toro de menos a más, muy en el encaste Núñez. En los primeros tercios cumplió, pero yo no le vi las grandes cualidades hasta que no rompió en los primeros compases de la faena de muleta. Y después llegó. Un sueño maravilloso hecho realidad. Una faena que me hizo olvidarme del pasado y vivir el presente.

–¿En algún momento valoró irse a la puerta de chiqueros?

–No surgió, simplemente. No creí que fuera necesario. Además, una de las conclusiones que saqué es que se pueden cortar dos orejas sin necesidad de recibirlo a portagayola. Eso no quiere decir que nunca lo vaya hacer.

–¿A qué sabe la gloria después del calvario?

–A tranquilidad, sobre todo mental, por encontrarse uno satisfecho de sí mismo por haber conseguido aquello por lo que ha luchado tanto, por lo que creía posible en momentos tan críticos.

–¿Y con el miedo qué tal se lleva?

–Es una sensación que intentas esquivarla en todo momento, superarla con la preparación constante del día a día. El entrenamiento es un papel bastante importante para vencer esos miedos.

–Hablemos de Bilbao, el próximo domingo se reencuentra con la afición vasca, ¿qué espera de la tarde?

–Cuajar una faena igual que lo hice en Madrid. Ése es el mayor reto: llegar a Bilbao y ser capaz de desorejar a un toro.

–¿Cómo lleva la preparación?

–Igual que para el resto de festejos. He seguido durante toda la temporada la misma línea de entrenamiento. Profundizando, eso sí, en la preparación física de la pierna para que no se venga abajo.

–Y con los toros de Jandilla.

–Es una ganadería que me gusta mucho, con garantías para triunfar y muy del gusto de Bilbao. Esperemos que este año embista.

–¿Cómo se le plantea el final de temporada?

–Con gran ilusión por poder triunfar todos los días. Me quedan bastantes compromisos y espero que sea un final de temporada bonito.