Toros

Sevilla

Oro del Perú

Andrés roca Rey pasando de pecho al tercer toro de la tarde, de la ganadería de Victoriano Del Río ayer en la Maestranza
Andrés roca Rey pasando de pecho al tercer toro de la tarde, de la ganadería de Victoriano Del Río ayer en la Maestranzalarazon

No es un acto chovinista afirmar que hay pocos lugares para campear un Domingo de Resurrección como Sevilla, en La Maestranza. La otra resurrección se produce en los bares del Arenal en los que el personal se entrega a la efeméride báquica después de los golpes de incienso y la «ley seca» impuesta por el Ayuntamiento en la Madrugada. El Taquillas devuelve generosamente el alcohol perdido. La carne resucita de verdad por los caminos de algunas telas que entrevén paraísos nada artificiales. Frente al ruán y a la ocultación de los capirotes la primavera prende –ahora sí que sí– como la lengua de un lanzallamas. Así que pase lo que pase dentro de la Maestranza –ochava impoluta, siempre de estreno el Domingo de Resurrección– se dan por bien empleados los cuartos de un par de entradas. Suele, de hecho, ser el Domingo de Resurrección tarde de más expectación que de triunfos. Esta vez quedó a medias el aserto. Andrés Roca Rey se lanzó como un ave rapaz a por la Puerta del Príncipe. No pudo ser. La tiene clavada. El peruano parece estar haciendo la transición esperada. La que hizo en su día El Juli bullidor de los primeros años. Esta vez no se acumularon las arrucinas y las espaldinas, salvo algún pase por la espalda como el que cerró los estatuarios tomasistas en el tercero: las dos manos con la muleta en vilo y la mirada perdida en el albero. Esta vez sí. Esta vez brilló el toreo macizo de los naturales largos, lentos, muy lentos algunos. Las dos orejas de la feria pasada a otro toro de Victoriano del Río pesaron menos que la oreja de ayer al tercero. Hubo oro macizo del Perú. Ferrera es harina de otro costal. La espada –como en tantas tardes– le privó de cortar una oreja pero las orejas a estas alturas son lo de menos. Ferrera es vino añejo que guarda el poso de lo clásico. Y lo clásico no es antiguo ni moderno: siempre está de moda. Reventó Sevilla el año pasado con una sola oreja y volvió ayer a levantar acta de magisterio. Manzanares voló en las astas del segundo como si hubiera pisado una granada. Salió ileso. A Dios gracias. La fría primavera seguía cayendo pasadas las nueve de la noche. A esa hora la noticia estaba en otro sitio: Álvaro Lorenzo había tomado Madrid.