Opinión
Advertencias y cambio kantiano
Las advertencias sobre las dificultades a las que se enfrentará la economía española se multiplican pero el nuevo Gobierno quiere adoptar medidas de tiempos de bonanza
Ralph Waldo Emerson (1803-1882), reverenciado como uno de los grandes poetas y pensadores estadounidenses del siglo XIX, explicaba que «a pesar de las advertencias, el cambio rara vez ocurre hasta que el statu quo se vuelve más doloroso que el cambio». En España, hay ejemplos no muy lejanos. La «gran depresión» de finales de la primera década del siglo XXI, cuando el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero negó la existencia de una crisis hasta que fue demasiado tarde y, entonces, conminado por el Banco Central Europeo (BCE), que entonces presidía el francés Trichet, y otros dirigentes mundiales, no tuvo más remedio que aplicar medidas drásticas para evitar la catástrofe. Aunque claro, todo aquello le costó al PSOE perder las siguientes elecciones, las de 2011, en las que el PP de Mariano Rajoy alcanzó una mayoría absoluta. Por cierto, Pedro Sánchez, que entonces militaba en lo que podría definirse como socialdemocracia liberal, votó, como diputado socialista, todas aquellas medidas de ajuste sin que, en ningún momento, expresara la más mínima objeción. Han pasado no llega a tres lustros, pero la memoria económica y financiera es muy débil, decía John Kenneth Galbraith, y apenas pasa de una generación a otra. La del inquilino de la Moncloa, una vez reafirmado al frente de un Gobierno que no será fugaz, está a prueba ahora o lo estará en los próximos meses.
Las advertencias se multiplican, al margen de que sean atendidas o no. La Comisión Europea aprueba con reparos los planes presupuestarios de Nadia Calviño y María Jesús Montero para 2024, pero añade que «la situación fiscal –ingresos y gastos– española es desafiante o muy delicada». El vicepresidente de la Comisión Valdis Drombrovski recomienda a España «restricciones fiscales y en materia tributaria». Es decir, ajustar gastos y no subir impuestos. El Informe de Estabilidad Financiera del Banco Central Europeo, que acaba de presentar Luis de Guindos, incluye a España entre los cuatro países más vulnerables ante una posible crisis de deuda soberana. Es cierto que por detrás de Italia, Francia y Bélgica, pero eso tampoco es un consuelo ni garantiza nada. Los vecinos Italia y Francia son demasiado grandes para que caigan, pero si hay problemas el coste para España será muy alto.
Hay más advertencias para España. Ángel de la Fuente, director del «think-tank» Fedea, acaba de publicar un informe sobre «el contenido económico de los pactos de investidura», sin duda eclipsado por el ruido de la amnistía, las exigencias de los «indepes» y la despedida abrupta y de malas perdedoras de IreneMontero y Ione Belarra. De la Fuente constata que «el acuerdo con Sumar escora el programa del próximo Gobierno claramente hacia la izquierda, apuntando a un significativo incremento del gasto público y de la presión fiscal». Evidentemente, el partido socialista van mucho más fuertes. El Gobierno pretende gastar más en pensiones, la mejora de numerosas prestaciones sociales, sanidad, educación, vivienda y otras áreas. El director de Fedea cree que es imposible acometer esos planes sin «desequilibrar más las cuentas públicas» en contra de lo que exigirá la Unión Europea y los mercados en los que España tendrá que pedir unos 350.000 millones de euros en los próximos dos años. La única solución, precisa De la Fuente, sería una «fuerte subida de impuestos para todos, no solo para los ricos». Y añade: «El nuevo Gobierno y sus aliados parecen olvidar que esas subidas también tienen un coste en términos de menor renta disponible y bienestar para amplios segmentos de la población y podrían tener efectos adversos para todos a través de su incidencia sobre el crecimiento económico y el empleo».
Christine Lagarde, presidenta del BCE, recordaba la semana pasada que, precisamente Emerson, observó en 1944 que «el hierro del ferrocarril es la vara de un mago en su poder para evocar las energías dormidas de la tierra y el agua». Lagarde reclama, como imprescindible para el futuro de la Eurozona, un verdadero mercado único de capitales y también una autoridad única en los mercados de valores, al estilo de la SEC (Securities Exchange Comision) americana. Defiende que si ese impulso no viene «de abajo hacia arriba» debería aplicarse un enfoque kantiano, como hizo Inmanuel Kant (1724-1801) al dar la vuelta a la filosofía y afirmar que es el producto de nuestra mente lo que define cómo experimentamos el mundo y no al revés. Es decir, en el caso de la zona euro consistiría en promover los cambios desde arriba –algo que desde luego parece imposible en España– antes de que todo sea más doloroso, como decía Emerson.
La inflación mata la democracia y afecta de forma desproporcionada a los pobres
Un análisis del Banco Central Europeo concluye que «el repunte de la inflación en los últimos meses ha afectado de manera desproporcionada a los hogares de bajos ingresos, ya que gastan más de sus ingresos en necesidades como la energía y los alimentos». Lo explicó Christine Lagarde, presidenta del BCE, en el 100 aniversario de la refomra que acabó con la hiperinflación alemana en 1923. La banquera central sentenció: «La inflación mata la democracia».
Algunos bancos centrales aumentan sus reservas por primera vez en años
El oro, que cotiza desde hace algunos meses alrededor de los 2.000 dólares la onza, con no muy grandes oscilaciones, vuelve a estar, después de muchos años, en el punto de mira de varios bancos centrales. El último ha sido el de los Países Bajos y los expertos no descartan que otros de la zona euro sigan por un camino que ya emprendieron los de China y Singapur. Al fondo está tomar precauciones ante una posible crisis financiera, que nadie ve probable, pero que tampoco nadie descarta.
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