Viajes
Todo lo que tienes que saber antes de visitar el Gran Bazar de Estambul
Antes de adentrarnos en las coloridas callejuelas del Gran Bazar es preciso estar bien informados. Un visitante despistado corre el peligro de volver con la cartera vacía. Conocer su historia, sus esquinas y el intrincado arte del regateo es todo lo que necesitamos para este asombroso paseo.
La magia del mercado
Existe algo de fantasía en los mercados del mundo, entre el color y los gritos y el brillo de sus productos, que consigue volverlos magnéticos a cualquier visitante. Nos dejamos arrastrar por los olores y los cinco sentidos se despiertan extasiados, tocando, mirando, regateando como Simbad el Marino por este o aquél ornamento que solo venden en ese pequeño puesto de esa pequeña ciudad. Existe magia entre las callejuelas del mercado, una magia diferente en cada uno de ellos.
El Gran Bazar de Estambul es uno de los mercados más mágicos, más amplios del mundo, y recibe una media de cuatrocientas mil visitas diarias. Guardando tras sus muros el impresionante número de 3.600 tiendas, su visita es una de las mayores atracciones de la histórica ciudad turca, y bien pueden pasarse horas, días enteros callejeando de norte a sur y de este a oeste sin sentido alguno de la orientación. Fue construido alrededor de 1461 por Mehmed II, conocido por los europeos del momento como el sultán otomano que tomó Constantinopla. Lo que comenzó como un pequeño mercado alrededor de su palacio fue creciendo, cada vez más artesanos instalaron sus puestos de venta en el recinto, creció sin parar, y con el paso de los años se convirtió en un espectáculo de tonalidades y perfumes propio de las Mil y Una Noches.
Los misterios del Gran Bazar
¿Qué esconde el Gran Bazar? ¿Qué maravillas podemos encontrar al traspasar cada una de sus veintidós puertas? En realidad, cualquier cosa, si uno sabe buscar. Aunque para el ojo novato se parezca a un laberinto de tiendas sin pies ni cabezas, la realidad es que el Gran Bazar está meticulosamente ordenado por zonas dependiendo del producto. En su centro mismo se funden la artesanía con la tradición, y aquí se pueden encontrar los artículos más exquisitos y detallados de todo el mercado. A su alrededor, como capas de una gruesa y brillante cebolla, se desprende el resto del bazar. Alfombras diseñadas por profesionales artesanos, cuencos y anillos de oro, especias, dulces delicias turcas, cobre, plata, lana, todos los materiales que construyeron su rica cultura están cuidadosamente expuestos. Con un mapa y el ojo atento, es sencillo encontrar lo que nos propongamos.
Es habitual encontrar en el Bazar, además de tantas maravillas locales, numerosas imitaciones de marcas caras a precios realmente asequibles. Un bolso de Alexander McQueen que en Europa costaría casi dos mil euros también se puede encontrar aquí, de una calidad exquisita, por un cuarto de su precio. Todo es cuestión de saber regatearlo.
Visitar el Gran Bazar de Estambul puede llegar a ser agobiante, en ocasiones. El griterío generalizado, ese miedo constante a que un tirón nos arranque la cartera y nos amargue las vacaciones, las voces que parecen obligarnos a entrar en sus puestos… Es imprescindible entrar relajados, quizás después de haber tomado un delicioso té, para disfrutar ampliamente de esta experiencia. La mejor forma de regatear un producto pasa siempre por el respeto al vendedor, y si estamos estresados, esta última parte será difícil.
El arte milenario del regateo
¿Cómo regatear? Este es un arte que lleva practicándose desde los albores de nuestra humanidad y aun así, todavía hay veces que logran colárnosla, sin que sepamos como. Compramos una pequeña vasija por un precio irrisorio y cuando lo comentamos con el amigo, el amigo ha conseguido el mismo producto por la mitad de precio. El primer truco es no mostrar demasiado interés por el producto. Un buen mercader sabe leer los ojos del comprador cuando refulgen, y aferrarse a ese brillo es lo que mejor saben hacer: nos enseñan la vasija, su tono dorado, pasan un paño para que nos ciegue todavía más, hablan largo y tendido sobre el proceso de elaboración, así sin parar. Nosotros debemos ser imperturbables, una estatua de hielo rodeados del cálido mercado. Una vez hemos mostrado nuestra indiferencia experta, preguntamos precio y automáticamente lo dividimos por dos, y le añadimos a esa mitad un diez por ciento.
Así, si nos ofrecen la vasija por veinte euros, nosotros la compraremos por once. Ni un euro más, ni uno menos. Todos los productos suelen costar la mitad del precio que nos indican pero es bueno añadirle ese diez por ciento, por diversas razones: no rebasamos los límites del regateo que pueden llevar a la negativa del mercader, evitamos pecar de avariciosos y este es realmente un buen trato que podemos hacer para que el mercader se lleve su beneficio a casa.
El mercader se justifica, saca las garras, vuelve a sacarle brillo a la vasija. Intenta subir el precio a la que desgasta su trapo. El Cristiano Ronaldo de los regates en el mercado sigue imperturbable, indiferente a las maravillas que brillan ante sus ojos, y no baja una décima el precio que ha estipulado. Si el mercader sigue resistiéndose a lo inevitable, es tan sencillo como despedirse amablemente y largarse a otro puesto, donde seguro que tienen la misma vasija, y repetir el proceso.
Pasear por el Gran Bazar de Estambul exige una mezcla de calma, amabilidad e ingenio. El resto del camino solo queda disfrutar.
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