Viajes

Los cinco rincones de Santiago de Compostela que todo peregrino debe visitar

Estos cinco lugares de la ciudad son indispensables para conocer a fondo su historia y su cultura

Vista de la Catedral de Santiago.
Vista de la Catedral de Santiago.Alfonso Masoliver Sagardoy

Europa se construyó caminando a Santiago. Así lo marcan las piedras de la ciudad piadosa, la frase está grabada con fuerza en las aceras y en las puertas y los ladrillos de cada casa del casco histórico. En las mentes de cada compostelano. Pero antes de desvelar los cinco rincones que todo peregrino debe visitar, hará falta entender por qué el peregrino camina hasta aquí y no a cualquier otro lugar.

Como la mayoría de los apóstoles, Santiago el Mayor recibió una muerte terrible, decapitado por órdenes de Herodes Agripa. Para salvar sus restos de la profanación que seguro sufriría a manos de judíos y romanos, dos de sus discípulos consiguieron llevar el cuerpo del santo a Hispania, donde según la tradición, había estado varios años atrás predicando el Evangelio. Furtivamente lo subieron a un barco y atravesaron las Columnas de Hércules, hasta llegar a Gallaecia, luego lo enterraron y el secreto se disipó con los siglos. Fue el Obispo Teodomiro, en el año 813, quien encontró la sepultura. Y comenzó una peregrinación sempiterna que llega hasta nuestros días.

Una vez aclarado el motivo de por qué Santiago de Compostela es uno de los centros de peregrinaje cristianos más importantes del mundo, busquemos ahora los cinco rincones imprescindibles para el visitante.

La colegiata de Santa María de Sar

Los edificios más antiguos de Santiago guardan en los recovecos de su piedra siglos de historias por descubrir. Quiero pensar que allí esconden los peregrinos sus pecados, bien dentro para no verlos nunca más, sus faltas y sus oraciones, sus sueños, sus miedos. Y la piedra de la ciudad aguanta el peso de estas sensaciones, casi hasta estallar. Las columnas de la colegiata, construida en el siglo XII con un estilo claramente románico, son el ejemplo perfecto de este fenómeno espiritual, en Santiago ocurre así, lo abstracto cobra forma y se solidifica hasta que, pasados los años, puedes alargar la mano y palpar.

Un simple vistazo basta para asombrarse y comprobar que las columnas interiores de la colegiata están inclinadas. No aguantan mucho más. El motivo de esta inclinación no está claro, es un misterio, por eso podría ser, quizás, que nueve siglos de oraciones con la piedad que caracteriza a Santiago hayan terminado por provocar esta extraña postura.

Museo do Pobo Galego

Las máscaras tradicionales observan al visitante en el Museo do Pobo Galego.
Las máscaras tradicionales observan al visitante en el Museo do Pobo Galego.Alfonso Masoliver Sagardoy

La cultura gallega es una radicalmente diferente a la del resto de España. Sus ascendientes llegaron milenos atrás desde los mares del norte, quizás huyendo de una fantástica amenaza que ni siquiera sus propias leyendas están dispuestas a recordar. La similitud entre la cultura celta en Galicia y los ritos escoceses o vikingos permite dudar y volar con la imaginación. ¿Qué terrible criatura habitó en los bosques del norte, cuando solo los más violentos humanos lo aguantaron mientras el resto se desperdigó por Europa?

Partiendo de esta base, la cultura gallega se ha alimentado del paso de la Historia, la influencia de los peregrinos medievales ha tallado ciertos detalles deliciosos de desbrozar para el visitante curioso. El mejor lugar para descubrirlos sería el Museo del Pueblo Gallego, aquí vienen expuestos todos los detalles que conforman el entramado de Galicia. En la vestimenta tradicional se encuentran nuevos rasgos similares con los pueblos del norte europeo, zuecos incluidos, y un gracioso chubasquero fabricado con hebras de paja muestra un asombroso parecido con la indumentaria de los hechiceros africanos.

Aunque todavía no cuenta con una zona dedicada a la cultura celta, en este momento se está llevando a cabo una ampliación del museo, y para finales de este años podremos disfrutar de un nuevo pedazo del misterio gallego, en su faceta más mágica y mitológica. La única pega del museo, incomprensible a mi parecer, es que todos los carteles explicativos están en gallego, no se puede encontrar uno solo en inglés o en castellano. Una pésima idea cuando pretendes mostrar tu cultura a los pueblos de fuera, aunque supongo que así de incoherente es el mundo en que vivimos ahora.

El Mercado de Abastos

La variedad de quesos que expone el Mercado de Abastos en Santiago es una visión de ensueño.
La variedad de quesos que expone el Mercado de Abastos en Santiago es una visión de ensueño.Alfonso Masoliver Sagardoy

Abre todas las mañanas menos los domingos. Una exquisita muestra de bullicio, amor por la tierra y olores de leyenda se barajan entre cada uno de sus edificios, abiertos para que el visitante conozca nuevos aspectos de la cultura gallega. Una hora de compras bastará para llevarse de vuelta a casa los ingredientes necesarios para un manjar. Quesos de tetilla, frutas de tantos colores que los ojos no tienen tiempo a descifrarlos, carnes deliciosas, pescados frescos que coletean en busca del mar, sabores imposibles de explicar, son los frutos de un jardín de las delicias escondido entre las rías.

Una buena forma de visitar el mercado es recién despertados, con un café para llevar en la mano y buscando los puestos donde venden tartas de Santiago en miniatura. Se deleita uno con ellas, sentado en los bancos de piedra de los bordes del mercado, y continúa la excursión.

La Catedral

Así se ve la Catedral en el momento exacto antes de entrar.
Así se ve la Catedral en el momento exacto antes de entrar.Alfonso Masoliver Sagardoy

La visita más importante. La más sobrecogedora y espiritual. No es necesario ser cristiano para tantear su piedra y sentirla palpitar. La presencia de los peregrinos en la plaza do Obradoiro, embarrados y de sonrisas holgadas porque han alcanzado su destino, trasmite al visitante una sensación de victoria compartida, y aquí se encuentra el núcleo que vuelve viva una ciudad como Santiago. Es esta sensación de victoria, el murmullo de los pecados y las oraciones haciéndose un hueco entre las piedras.

Construida entre 1075 y 1211, con capacidad para albergar a 1.200 fieles, es en sí misma un espectáculo de piedad visual. Las gárgolas y los ángeles tallados en la roca, ligeramente verduzcos por la humedad, vigilan con ojo atento que no entre una sola pizca de mal por sus puertas. El campanario guarda un silencio sobrecogedor hasta las horas en que es preciso llamar a toda la ciudad. Pregunte el visitante las historias que esconde la piedra. Que las busque tras las columnas, entre las tumbas de los hombres santos.

Actualmente la Catedral está en obras, no puede visitarse la tumba del apóstol y por esto, algún viajero pensará que no merece la pena entrar en ella. Error. Ahora mismo se está haciendo historia en el interior del templo. Cada martillazo da nuevas formas a su leyenda. Igual que leemos con infantil interés sobre los artesanos que colocaron las primeras piedras, hoy podemos conocer a esos mismos artesanos en su versión contemporánea. Llevan cascos de plástico y cinturones de herramientas colgando de sus caderas. Son la nueva generación de los constructores de las catedrales y es excitante pensar, mientras se escucha el golpe de cada martillo, que en este mismo momento se están escribiendo nuevas líneas en el grueso libro de Santiago.

Los mejores lugares para comer

Un peregrinaje espiritual no puede abandonar el lado físico. Será por esto que Santiago es una de las ciudades donde mejor se come en Galicia. Cuando se visita la catedral y el casco histórico, en torno al mediodía y tras el desayuno obligado en el Mercado de Abastos, el lugar al que acudir está claro: la rúa do Franco, un escaparate de bares y restaurantes donde el secreto se encuentra en la excelente materia prima que manejan.

La mejor selección de carnes - estoy hablando de chuletones de buey rozando el kilo y medio - abrió hace apenas un año en la rúa Nova de Abaixo. Es el Asador Gonzaba y no deja indiferente a nadie, ni siquiera a los leones. Al ver los excelentes asadores tostando las piezas a fuego lento, no pude evitar pensar que su cocinero tiene uno de los mejores oficios del mundo, y llegué a sentir ciertos rastros de envidia. Si el visitante está dispuesto a complacer el estómago sin miedo a pagar el precio que requiere, este es su lugar.

Una de carne y otra de pescado, una de nuevo y otra de clásico. El Restaurante San Clemente, abierto desde hace 40 años, es conocido en toda la ciudad por el mimo y el sabor con que cocina su excelente variedad de pescados y mariscos. No es pecado si se hace con amor. Aunque se pueda comer en la terraza o en el interior, mi recomendación es sentarse en la barra. Ignoro por qué razón, pero el marisco de San Clemente sabe mejor si se come exento de remilgos.