Viajar

Tienes Florencia a tres horas en coche desde Barcelona

Cruzar el Mediterráneo, descubrir algunas de las localidades más enigmáticas de Italia y visitar la ciudad de los Médici, tienes todo esto en una semana y a un precio asequible

Vista de Florencia.
Vista de Florencia.Alfonso Masoliver

Comento con el lector mi última aventura: desde hace varios días conduzco mi furgoneta en dirección al Este, cada día conduzco un poquito más hacia el Este mientras atravieso países que nunca había visitado. Eslovenia ya no es un misterio para mí, igual que Serbia y Moldavia. Conduzco con mi furgoneta al Este, con la intención de llegar a Ucrania antes de que comience la guerra contra Rusia (si llega a estallar, como vaticinan los expertos). Mi furgoneta y yo nos metamorfosearemos en Kiev para afrontar los difíciles momentos que se avecinan en el Este europeo, pero antes viajamos, y este viaje en solitario que hacemos yo y mi jamelga de chapa tampoco está exento de sorpresas. Por ejemplo, hace pocos días descubrí que Florencia y Barcelona están a una distancia de tres horas en coche. ¡A tres horas, mi amigo lector (o lectora)! ¡Y yo que había estado cogiendo aviones como un pardillo cada vez que iba a la ciudad de los Médici!

Rumbo a Civitavecchia

Ferry entrando en el puerto de Civitavecchia, que lleva operativo desde los tiempos de Trajano.
Ferry entrando en el puerto de Civitavecchia, que lleva operativo desde los tiempos de Trajano.Moreno Soppelsadreamstime

El truco es sencillo pero esto es un artículo de viajes y tendré que elaborar. El truco del almendruco reside en que Florencia está a tres horas en coche de Barcelona... y veinte en barco. Fui a buscar una manera rápida y barata para llevar mi furgoneta más allá de Francia y me encontré con los ferries que opera la naviera Grimaldi Lines, así descubrí este fantástico prodigio. Esta revelación podrá parecer una canallada, después de haber atraído al lector con un titular tan jugoso como aquél, pero de verdad que pienso que no podemos considerar las veinte horas que dedicaríamos a cruzar un pedacito del Mediterráneo y otro pedacito del Mar Tirreno, a escurrirnos en el diminuto espacio entre Córcega y Cerdeña, a contemplar la obra de Neptuno y a pisotear a muchos metros de altura los restos de los naufragios de 2.000 años de Historia, de verdad que pienso que no podemos considerar el recorrido en barco como una molestia. Viajar en barco en un mundo de aviones, dedicar varias horas a reflexionar la geometría caprichosa de las olas, pasear por cubierta, luchar contra las ganas de saltar por la borda, todo esto es maravilloso y hará de nuestro viaje uno mucho más real y tangible que cualquier vuelo anodino en el avión.

El barco sale todos los días a las once de la noche del Puerto de Barcelona y atraca a las ocho de la tarde del día siguiente en Civitavecchia, una pequeña y encantadora localidad costera ubicada a 70 kilómetros al norte de Roma. ¿Podríamos entonces decir que Roma está a una hora y cuarto en coche desde Barcelona? ¡Claro que podríamos! Pero el viaje que propongo hoy duraría una semana (como mínimo), y Roma está demasiado cerca de Barcelona como para dedicarle más de una semana. Mejor sería conducir a Florencia y entretenernos por el camino.

Rumbo a Florencia

Son tres horas de camino a Florencia que pueden transformarse en un viaje de dos días, si lo deseamos. Cualquier estrategia es válida para hacernos sentir vivos. No faltan distracciones para entretenernos a lo largo del camino. Tarquinia (una ciudad antiquísima que fue hogar del último rey romano) y Viterbo (con su fabuloso Palacio Papal abierto a visitas y como a punto de desprenderse de su peñasco) solo son algunos bocaditos dulces en este colosal banquete que es la ruta que lleva a Florencia. Es fantástico porque, cada pocos kilómetros, encontramos una nueva localidad con una influencia directa en la Historia de Europa, cada parada para hacer un pis puede sorprendernos con un palacio todavía más hermoso que el anterior.

Boca del Orco en el Parque de los Monstruos, Bomarzo.
Boca del Orco en el Parque de los Monstruos, Bomarzo.Shiva Keschdreamstime

Incluso lugares cuya existencia ignorábamos completamente, hasta hoy, se transforman en valiosas esmeraldas de nuestro viaje. Es el caso de Bomarzo. Bomarzo. Ni puñetera idea de qué es. Y, sin embargo, se trata de una de las localidades más estrambóticas y mágicas que he visitado en la desgastada bota italiana, un cúmulo de sorpresas humedecidas y talladas en la roca de su montaña. Merece la pena dedicar unas horas a estirar las piernas en el Bosque de los Monstruos, situado a sus afueras de Bomarzo. Las gárgolas con pelos de musgo y las cuevas talladas con ojos y boca serán el brochazo definitivo para convencernos de que hicimos bien en escuchar a Alfonso Masoliver al embarcarnos en esta aventura de espuma de olas y carreteras con la calzada agujereada (aviso a navegantes: la carretera SS675 tiene no pocos boquetes).

El lujo de los viajes en carretera reside en nuestra libertad para parar y husmear los alrededores. No tenemos prisa si decidimos tomar un desvío rápido para pasear las calles encantadas de Bolsena, o mejor, para refrescarnos los pies doloridos en el mítico lago de Bolsena, que es uno de esos lagos italianos donde los patos hacen cuac cuac sin ningún temor a ser cazados y donde los días de primavera canta un coro de decenas de pajaritos, como si el agua fuera un escenario, los peces bailarines y los pajaritos una orquesta desequilibrada y genial.

Plan en Florencia

Si fuésemos a Florencia en avión, al aterrizar nos diríamos, con un deje ilusionado y mirando por la ventanilla del cacharro: ahora comienza mi aventura. Si vamos a Florencia en coche, veremos la cúpula del Duomo aparecer en el horizonte coloreado de azul, nos golpearemos las botas para limpiarlas de barro y diremos: la aventura continúa. Continúa haciendo el check-in en el FH55 Grand Hotel Mediterraneo, que tiene un aparcamiento excelente para coches y furgonetas por 10 euros al día. Y continúa un poquito más en la ciudad de los Médici.

La cabeza de la Medusa pintada por Caravaggio.
La cabeza de la Medusa pintada por Caravaggio.Alfonso Masoliver

Lo mejor de Florencia es esa mezcla de paganismo que se respira, sazonada con abundantes puñados de estricta religiosidad. A tiro de piedra del río Arno, entramos por la esquina oriental de la bulliciosa Piazza della Signoria para chocarnos de bruces con el culo musculoso del dios Neptuno; caminamos unos pasos indecisos y encontramos la figura mitificada del guapo David. Paganismo y religión se confunden en cada esquina de esta ciudad misteriosa. En la Galería de los Ufizzi encontraríamos un extremo de esta vanidad y santidad cogidas de la mano.

¡Y qué hermosura! Sé que en el siglo XXI no está de moda describir nada, pero las obras que dormitan en Florencia me impelan, no, me increpan desde hace muchas noches para que las describa. Las mujeres desnudas me persiguen en sueños, nacen en conchas, las aprisiona el viento, acunan a Dios. Perseo libera a Andrómeda a todas horas en una de las salas del museo, todos los días del año sin sindicatos ni vacaciones. Cuanto menos, tendría que describir el Ponte Vecchio coloreado con amarillos y pasteles desde que los viejos tienen memoria. Los cuadros de allí me gritan como los aullidos mudos de la Medusa de Caravaggio. Las serpientes se salen del escudo en mis sueños y amenazan con morderme si no describo su resbaladizo brillo. El museo cobra vida ante nuestros ojos, todos los espíritus petrificados en esta ciudad resucitan cada noche, y el mármol se enfrenta con el lienzo en la penumbra florentina.

Nosotros hemos navegado, también hemos zigzagueado por carreteras desconocidas, hemos paseado bosques de monstruos y recordado a reyes asesinados hace milenios. Estamos completamente inmersos en esta mezcla de paganismo y religión, que también es una mezcla de realidad y de ficción bamboleándose en nuestras ideas. Cuando olvidemos nuestra identidad y nos tambaleemos desorientados por esta ciudad única, entonces podremos volver a casa convencidos de que, esta vez, no hicimos turismo en una de las ciudades más turísticas de Italia. Sabremos que fuimos viajeros. Indudablemente.