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Viajes

Santorini: mar, luz, autenticidad y belleza sin artificios

La conocida isla griega se presenta esta primavera como uno de los mejores destinos para dejarse llevar y detener el tiempo

Panorámica de la localidad costera de Oia, Santorini, al atardecer Dreamstime

Donde la luz lo tiñe todo, los atardeceres parecen detener el tiempo, el cielo se funde con el mar y los pueblos se aferran a los acantilados. Esa es, en pocas palabras, la esencia de Santorini, un paraíso que por su atractivo y su reconocible postal de tonos blancos y azules resulta imposible de olvidar cuando se conoce, y es que este rincón griego se alza como una promesa cumplida para el viajero que busca una belleza natural, sin artificios.

Considerado uno de los destinos más bonitos del mundo, no hay una fecha ni estación preferente para conocerlo, pero la primavera es, sin duda, una opción ideal. En este momento los paisajes se visten de bellas flores en pleno apogeo, el clima es suave y la isla aún respira sin el bullicio del verano. Todo parece más cercano, íntimo y auténtico.

Desde Fira a Imerovigli

La capital, Fira, suele ser el primer contacto que se tiene con Santorini. Vibrante y llena de vida, esta pequeña capital encaramada sobre los acantilados ofrece una mezcla única de vistas espectaculares, arquitectura típica cicládica y una amplia oferta de restaurantes, tiendas y museos, así como atractivos interesantes como la Catedral Ortodoxa Metropolitana, con su imponente cúpula blanca; el Museo de la Prehistoria de Thera; y, entre otras, el teleférico, que baja hacia el antiguo puerto, ofreciendo unas vistas de vértigo y una experiencia diferente.

Desde Fira es idóneo seguir la línea del acantilado hacia Oia. Un trayecto que, por sí solo, es una experiencia visual inolvidable. Y es que pocos lugares evocan la belleza de Santorini como la imagen de Oia al atardecer: sus casas encaladas escalando la roca, las cúpulas azules que parecen querer acariciar el cielo y ese momento en que el sol se sumerge lentamente en el mar, tiñéndolo todo de dorado. Sí, resulta una imagen que enamora desde el minuto uno.

Oia viene a ser un laberinto de callejuelas empedradas que invitan a perderse sin rumbo, dejándose guiar por el aroma de las buganvillas, las terrazas escondidas y las tiendas artesanales en las que poder llevarse un bello recuerdo de la escapada. Aquí, los días transcurren con calma, entre cafés con entrañables vistas y conversaciones que se alargan al ritmo del Egeo. Pero también descubriendo pequeños tesoros como el Castillo de San Nicolás, con unas impresionantes vistas a la caldera y una bellísima puesta de sol; bonitas iglesias como la de Panagia; o el Puerto de Amoudi, para muchos el lugar más especial de Oia gracias a sus tradicionales tabernas en las que, llegado el buen tiempo, resulta muy agradable sentarse a comer o beber algo mientras se contempla el atardecer.

No obstante, Santorini no termina en Fira y Oia, sus dos núcleos más icónicos. Para quien quiera descubrir otra cara de la isla, existe un Santorini más discreto y«escondido» que todavía se mantiene al margen del turismo masivo. En ese recorrido más pausado, pueden mencionarse muchas localidades encantadoras como Megalochori, Akrotiri y Perissa, cada una con su carácter y atractivos particulares. Pero hay muchas más sorpresas, y es que el mapa de Santorini está lleno de rincones cargados de historias, aromas y auténticos tesoros.

Pyrgos, por ejemplo, fue la antigua capital, y aunque cada vez más popular, todavía es posible disfrutar de la tranquilidad de sus callejuelas y de la esencia de una pequeña y encantadora localidad. Aparte de por su irresistible encanto griego y por estar ubicada sobre una colina con vistas privilegiadas, es conocida por ser uno de los mejores destinos ahora, durante la Semana Santa, con procesiones y fuegos en las calles que crean una atmósfera mágica.

Muy cerca de allí, Emporio, el pueblo más grande de la isla, sorprende con su juego de colores y formas sinuosas y geométricas en su parte antigua, lo que convierte en un atractivo campo de juego para los apasionados a la fotografía. Y si por algo es famoso, es por su castillo veneciano, el mejor conservado de este rincón del Egeo.

Exo Gialos también resulta una opción excelente. Sin bullicios y junto al mar. Su bella y tranquila playa de arena y gravilla es perfecta para una pausa sin prisa. Aquí, el tiempo pasa a un segundo plano para simplemente disfrutar, relajarse y olvidarse del reloj y del teléfono.

Igual de atractivo es Kamari, una animada localidad costera situada al este de la isla, famosa por su larga playa de arena negra volcánica y su ambiente desenfadado. A lo largo del paseo marítimo, el alma de este pueblo, se suceden cafés, restaurantes y bares que miran al mar, convirtiéndolo en un lugar perfecto para quienes buscan combinar relax con un toque de vida local. Desde allí también es posible ascender al yacimiento arqueológico de la Antigua Thera, ubicado en lo alto de la montaña Mesa Vouno, y explorar los vestigios de una civilización que habitó aquí siglos atrás.

Mención especial merece Imerovigli, conocido como el «balcón de Santorini» por ofrecer una de las vistas más impactantes de toda la isla.

La belleza Egea más salvaje

Una aventura que no decepciona a ningún viajero es navegar hasta Nea Kameni, la isla volcánica situada en el centro de la caldera. Desde el puerto viejo de Fira parten diariamente embarcaciones tradicionales que zarpan rumbo a este paisaje. El contraste es inmediato: tras dejar atrás los pueblos blancos que cuelgan del acantilado, el barco avanza hacia una tierra oscura, agreste, de origen volcánico.

Isla volcánica Nea Kameni, Santorini, GreciaDreamstime

Al pisar Nea Kameni, el aire se vuelve más seco y cálido. El terreno cruje bajo los pies y el olor a azufre flota sutil en el ambiente. La caminata hasta el cráter activo, aunque inofensivo, no lleva más de media hora, pero atraviesa un entorno áspero, de rocas negras y rojizas, donde la naturaleza parece estar todavía en plena transformación. Desde la cima, las vistas de Santorini en semicírculo, rodeando el mar turquesa, cortan la respiración.

Las sorpresas no acaban aquí. La mayoría de las excursiones hacen una segunda parada en el pequeño islote deshabitado de Palea Kameni. Sus aguas termales, con temperaturas que rondan los 30 grados gracias a la actividad volcánica bajo tierra, invitan a sumergirse y disfrutar de una agradable y relajante experiencia. Y es aquí, únicamente entre piedra, agua y vapor, donde uno siente la máxima conexión con la naturaleza mientras la silueta de la bella Santorini se recorta a lo lejos, blanca y serena.

Sí, Santorini es, sin duda, uno de esos destinos que dejan huella, y es que esta isla provoca sentimientos que pocos lugares son capaces de despertar. Quizá sea por su indescriptible luz, por la forma en que aquí el mar abraza la tierra o quizá sea porque Santorini no se limita a ser vista: se vive, se respira y se queda en la memoria.