El cantaor jerezano Ezequiel Benítez durante una actuación

«Los flamencos no nos hemos rebelado contra lo que nos están haciendo»

El cantaor jerezano, nominado al Grammy Latino por su recuperación de cantes antiguos en «Ilus3», lamenta el daño a la cultura al no incluirla como actividad esencial en la pandemia

Ezequiel Benítez (Jerez, 1979) creció viendo pasar por su casa a grandes del flamenco, pero su devoción se extiende más allá de ese arte. Compositor, productor, músico y cantaor –no necesariamente en ese orden– explora la música sin más límites que «ser feliz» con sus creaciones. Su faceta jonda puede otorgarle el primer Grammy Latino el próximo 20 de noviembre.

¿Cómo le comunicaron la nominación al mejor álbum de flamenco?

Me enteré por una amiga mía de Latinoamérica que me mandó un mensaje al móvil felicitándome.

¿Pensó que era una broma?

Antes de contestarle le dije a mi mujer que se metiera en la página oficial. Y fíjese la emoción porque esto es algo muy grande. Me cogió con mi familia almorzando y fue un momento muy emocionante de lágrimas y abrazos.

Seguro que ha imaginado cómo será si lo gana.

Ganarlo sería un sueño muy bonito, pero no solo para mí, sino para Andalucía, para el flamenco, porque yo lo que defiendo y lo que hago es salvaguardar siempre nuestra cultura.

Con la pandemia le han quitado la posibilidad de estar allí. ¿Cómo se va a hacer la gala?

Se va a hacer vía «streaming» y haremos el directo desde aquí.

¿Va a hacer algo especial?

Voy a pensar qué, sobre todo por la gente a la que le tengo que agradecer.

¿Cómo ve la situación actual del flamenco en el mundo?

El flamenco cada día le gusta a más gente, cada vez esta más abierto y hay muchos jóvenes con muchas inquietudes. Y gente como yo que, dentro de mi personalidad, aporto creatividad dentro de la ortodoxia del flamenco porque me gusta ser yo. Soy muy inquieto musicalmente. El flamenco está en un momento precioso, con mucha variedad.

¿El fenómeno de Rosalía ha venido bien para su expansión?

Todas esas cosas que se hacen, aunque no sean del todo como entendemos nosotros el flamenco, le benefician porque atrae a mucha gente. Quieras o no la palabra flamenco se hace más extensa. Lo que hay que ser feliz es haciendo música y cantando y alegrarse por las cosas que hacen los demás.

Combina la faceta ortodoxa con sus propias composiciones, evitando quedarse anclado en unas letras que ya no conectan con los jóvenes.

Yo tengo un Premio Miami al mejor compositor latinoamericano, aunque sea flamenco tengo muchas inquietudes musicales. Sé tocar la guitarra, hago producciones, compongo y ahora me estoy metiendo en el mundo del cine para hacer melodías. Pero a la hora de expresarme el flamenco es la música que más me deja acercarme al dolor de mi alma. Lo que hago para otros artistas es lo que me piden, una balada, un bolero, pop latino... lo que quieran.

¿Cómo vive ese cambio de registro tan grande?

Esas inquietudes las llevo desde niño. Toqué ocho años en una banda de música, después en los Carnavales de Cádiz, porque el flamenco ya lo vivía en mi casa.

Siendo su padre flamencólogo, ¿que se dedicara al flamenco era inevitable?

Quiera o no me lo encontré, por parte de mi padre y de mi madre, toda su familia es del barrio de Santiago y cantan y bailan, no profesionalmente, salvo uno. Es esa gente típica de Andalucía que canta y baila muy bien pero no se han dedicado a ello. De eso hay aquí a miles. Antiguamente el flamenco no se veía tan bien como ahora y lo hacían porque les gustaba, por amor al flamenco. En mi casa han entrado muchos artistas por parte de mi padre.

¿Quién ha pasado?

Por mi casa han pasado todos: desde Tío Borrico a Fernando Terremoto, La Macanita, El Salmonete...

El flamenco hace unos años que entró en la Universidad, ¿defiende que hay que aprenderlo o vivirlo?

El flamenco tiene que estar en las universidades y en los colegios porque es nuestra cultura y tenemos que apoyarla y defenderla. Tenemos una música y una cultura que es la mejor de todas porque tiene muchas vías de expresión y la admiran en el mundo entero. Por eso tiene que estar dentro de nuestro ADN. Tiene que estar ahí y después cada uno que haga lo que quiera.

El álbum «Ilus3», por el que está nominado, cierra una trilogía para recuperar a cantaores olvidados.

Hoy hay muchas influencias musicales y los jóvenes se equivocan mucho cuando quieren expresarse en el flamenco. Es una manera también de darle un respiro a cantaores que están un poco olvidados y de traer a esta época un poco de lo mucho y bonito que nos han dejado nuestros mayores, que tanto han sufrido por nuestra cultura. Esta trilogía, que llevamos desde 2015, es una reverencia a ellos.

La cultura no se ha incluido como actividad esencial en el estado de alarma por la pandemia ¿Qué le parece?

Me parece muy triste que la Junta de Andalucía no haya puesto como esencial el flamenco porque ¿entonces nosotros de qué comemos y de qué vivimos? Después querrán que amenicemos actos y que estemos en los sitios que a ellos les interesan. Por internet somos los que cuidamos los oídos y los corazones de las personas, haciendo conciertos, hablando con los fans... Cuando se necesita a un flamenco, somos los primeros que estamos y ahora que lo necesitamos no se acuerdan de nosotros. No solo somos cantaores, bailaores o guitarristas, de esto viven las peñas flamencas, los técnicos de sonido y muchas familias que se dedican a cuidar la cultura.

¿Cree que el sector ha hecho la suficiente presión?

Los flamencos somos un poco nuestros y la verdad es que no nos hemos rebelado. Deberíamos ser más duros contra lo que nos están haciendo, pero estamos muy acostumbrados a pasar fatigas.