"Negro sobre blanco"
Gracias, Gracián
“‘Gatuperios’ es un delicioso trabajo donde se alternan análisis pictóricos, recuerdos personales y otras reflexiones sabiamente entremezcladas”
«El Padrino» no solo es una de esas contadas excepciones de la regla que establece que nunca segundas partes fueron buenas, sino que también esconde la ruptura de una norma no escrita entre productores y directores. Éstos siempre luchan por una mayor longitud de sus películas mientras que los productores, más conectados con la industria, son conscientes de que ello puede suponer la pérdida de un pase diario y, por tanto, una menor recaudación en taquilla. Cuando Coppola dio por terminado el montaje y mostró «El Padrino» a sus productores, Bob Evans, el hombre que hizo prosperar la Paramount, montó en cólera y exigió a Coppola que añadiera más secuencias; éste pensó que se había vuelto loco porque era la primera vez que un productor defendía una mayor duración frente al criterio del director, pero no le quedó más remedio que acatar su voluntad y si hoy disfrutamos con esta película se debe, en gran medida, al tesón de un productor como Evans, cuya vida quedó plasmada en el soberbio documental «El chico que conquistó Hollywood».
En la literatura no ocurre lo mismo pero sí surgen puntualmente diferencias entre editores y autores sobre la extensión idónea para un libro y no son pocos los críticos literarios que se muestran recelosos ante volúmenes cargados de páginas, tanto como sus colegas de labores cinematográficas cuando la película tiene un metraje inusualmente largo. Por eso, y como remarcó en su momento Baltasar Gracián, siempre son de agradecer las obras de menor extensión. En este sentido, hay que señalar tres títulos editados en las últimas semanas, altamente recomendables, que no sobrepasan las 100 páginas. El más breve es «Gatuperios», de Antonio Pau, editado primorosamente por La Huerta Grande en la colección «La + pequeña». Profesión de amor a estos entrañables felinos, se trata de un delicioso trabajo donde se alternan análisis pictóricos (el libro incluye la reproducción de seis obras, incluido un grabado de Goya, con los gatos de protagonistas), recuerdos personales y otras reflexiones sabiamente entremezcladas; como colofón, un texto de Álvaro Pombo, asimismo gatófilo, que consigue, al igual que Antonio Pau, la sonrisa cómplice del lector.
Otra compañía independiente, Tres Puntos, responsable de «La mercancía más preciosa», tiene el detalle de indicar el nombre del traductor en la portada, como algunas editoriales, y de dedicar la solapilla para reseñar su biografía y títulos traducidos. Además del fuerte vínculo con el teatro en su país, el francés Jean-Claude Grumberg participó en el guión de «El último metro», de Truffaut, y en dos títulos de Costa-Gavras. En «La mercancía más preciosa» relata, con tan extraordinaria sencillez como sensibilidad, una historia de deseos y adversidades, así como de odios irracionales, pero también de esperanza y mucha humanidad bajo la forma de una fábula poética. En Francia ha logrado un gran éxito y ha llamado la atención de Michel Hazanavicius, el director de «The Artist», que la llevará al cine de animación.
«El bebé es mío», escrito por la nigeriana Oyinkan Braithwaite y editado por Alpha Decay, bien podría ser llevado al cine en una clave completamente diferente dado el brillante empleo de la ironía y el humor negro. Aunque la historia transcurre en su país natal y está aderezada con elementos locales, tiene un trasfondo universal que lo hace más cercano a sus lectores.
Este elogio de lo breve no podría concluir sin una referencia expresa a una de las editoriales señeras del país, Anagrama, que dedica la colección de Nuevos Cuadernos precisamente a volúmenes de menor extensión y en la que se pueden encontrar estupendos trabajos de Román Gubern, David Trueba o Vicente Molina Foix, entre otros.
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