Literatura

"Letras Atlánticas"

Los calzones de Fernán Caballero

“«Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento, lo envié a Madrid». Así explica Cecilia Böhl cómo elige un seudónimo masculino, hace dos siglos, para poder publicar sus libros siendo mujer”

La Generación del 27, también todos hombres con las Sinsombrero al margen
La Generación del 27, también todos hombres con las Sinsombrero al margenLa RazónLa Razón

«Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento, lo envié a Madrid, trocando para el público, modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero». Así explica Cecilia Böhl cómo elige un seudónimo masculino, hace dos siglos, para poder publicar sus libros siendo mujer.

En el XX, ya se puede ser mujer y publicar tu libro, aunque en las editoriales y los premios todavía no hay mucho espacio femenino; menos de un diez por ciento. Ayuda tener un marido, padre o hermano en el ambiente literario para formar parte de ese porcentaje mínimo.

La Generación del 27 se divide en dos, escritores con sus libros y sus premios y las Sinsombrero, escritoras invisibles y talentosas con algunas publicaciones.

El boom latinoamericano de los 60 parece masculino, exclusivamente.

En 1976, nace el premio Cervantes y en las 44 celebraciones hasta ahora, lo han recibido cinco mujeres: en 1988, la poeta y filósofa malagueña María Zambrano y en 1992 la poeta cubana Dulce María Loynaz. Dieciocho años después, la novelista catalana Ana María Matute (2010), la escritora y periodista mexicana María Poniatowska en 2013 y la poeta uruguaya Ida Vitale en 2018. La esperanza parece estar en el siglo XXI ya que en treinta y tres años hay dos mujeres y entre 2010 y 2018 hay tres.

Parece que en la última década las cosas femeninas van más rápido, sin grandes vértigos ni certezas.

Apunto estos números a principios de marzo porque cada vez que llega el 8 todavía hay gente que desvía las cifras para callar palabras: minoría femenina, intemperie, inclemencias de los tiempos y los siglos. Todavía hay gente que se burla y repite antiguos mensajes, tópicos terribles, frases hechas. Todavía hay gente que ignora. Por seguir con ejemplos literarios, se señala si una antología es «femenina» o poesía de «mujeres» pero nunca se publican «antologías masculinas» o poesía de «hombres», como si la literatura fuera un territorio masculino.

Hay dos palabras que cumplen la misión de señalar, casi imperceptiblemente, un territorio inferior. Una es la palabra «erótica» pegada como un chicle a la palabra femenina: poesía erótica femenina. Si es erótica, vale, si es solo poesía femenina, no es tan interesante publicarla.

La otra palabra es «poetisa». Correcta para la RAE, pero me interesa más la vida. Así como no hay «atletisas» para diferenciar una atleta mujer de un atleta hombre, tampoco hay «poetisas». Poeta es hombre o mujer, pero, durante siglos se ha industrializado la palabra poetisa porque tiene un runrún, un menosqué, un «es poeta pero mujer». Abrazos a Carmen Conde.

Así como no vale ya (por fin) decir tengo un amigo negro, un amigo judío, un amigo gay para explicar lo inexplicable, tampoco vale decir tengo una madre, una hermana y una hija para desentenderse de los machismos. Propios, ajenos, macro, micro, queriendo y sin querer.

Sin salir del universo literario, apunto otro número, 2016. Hace apenas cinco años. Centenario del nacimiento de la escritora mexicana Elena Garro. Libro: «Reencuentro de personajes». Faja del libro: «Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges». Editorial española, presentación en la Feria del Libro de Guadalajara, México.

La furia en redes sociales fue tan bestial que la faja fue retirada y la editorial pidió disculpas: «no queríamos ofender a nadie», “«a intención fue la de poner el contexto de la época y los escritores».

Elena Garro es una espléndida escritora, pionera del realismo mágico. No importa su marido, su amante, de quién es musa o quién la admira. Sería impensable una faja que dijera: «Mario Vargas Llosa, pareja de su tía Julia, marido de su prima hermana, etcétera», por ejemplo. Ninguna editorial pondría una faja así en el libro de un hombre.

Estos detalles, uno tras otro, durante siglos, son gotas que horadan la evolución, la carcomen, la demoran, pero no consiguen impedirla. A pesar del goteo retrógrado, evolucionamos. La cuestión es cuántas gotas más permitiremos. Abrazos a Mercedes Pinto (apodada «la poetisa canaria»).

Marzo es otoño y primavera según el lado del Atlántico que nos toque vivir, es el infinito ciclo de las estaciones que se renuevan como la vida. Caen los pétalos y vuelve a nacer la flor. Deseo que lo mismo ocurra con el lenguaje y las costumbres, que seamos capaces de reciclar cuanto antes la realidad femenina, en la manera de hablar y de vivir.

El presente nos muestra que la pandemia no distingue géneros, razas, teologías, regiones ni ismos para morirnos mientras el silencio vacila, indiferente ante las muertes anunciadas. Hasta los vecinos se asombran: «era un tío muy normal, me saludaba cuando salía a comprar el pan».

¿Qué significa normal?