"Letras atlánticas"
Borges en Sevilla
“Llega con sus padres y su hermana en 1919 y vive meses muy intensos de poesía, amistad, noches y amores”
Lo que más me gusta de Borges es que me enseñó a sospechar de lo que leo y a no leer por obligación. La lectura es una forma de felicidad y uno debe participar en la lectura activamente, como en cualquier otra relación.
Que un libro sea famoso, que un autor firme muchos textos, que se cite muchas veces una frase o párrafos enteros, no significa que deban gustarnos o que sean ciertos. Las citas de las citas, las atribuciones erróneas, los datos confusos abundan en la literatura igual que en la vida y se multiplican continuamente.
Este año es el 35º aniversario de la muerte de Borges así que leeremos muchas versiones y leyendas sobre Borges, más allá de lo que él haya dicho, vivido y escrito; leeremos raras historias individuales en nombre de Borges. Yo prefiero contar detalles de su biografía sin tirar de anécdotas de terceros, títulos cambiados y otras alegres imprecisiones.
Hoy quiero recordar su amor por Sevilla, ciudad de asombros y descubrimientos.
Borges llega a Sevilla con sus padres y su hermana en 1919 y vive meses muy intensos de poesía, amistad, noches y amores. Tiene veinte años, viene de terminar su bachillerato en el Collège Jean Calvin de Ginebra, escribe poemas sueltos, lee muchísimo, busca su voz personal, su lenguaje íntimo. Además de español con acento rioplatense, habla inglés, francés y en Sevilla, se encuentra con la música andaluza, otro acento del idioma natal, una cadencia que influye en su taller interior de poeta.
Conoce a los ultraístas y hace amigos como el malagueño Pedro Luis Gálvez, Pedro Garfias y, especialmente, Adriano del Valle. La diferencia entre Adriano y los otros, es que Adriano se enamora de la hermana de Borges, Norah (su nombre artístico). Un amor no correspondido que convierte a Borges y Adriano en compinches del desamor, en colegas de lo imposible y una fuente de inspiración inagotable para trasnochar y escribir poemas jóvenes y exagerados. Borges tampoco es afortunado en el amor y se identifica con su amigo sevillano, viven al máximo las noches de Triana hasta que amanece la «tormenta de luz» en el Guadalquivir, con churros de una cafetería del Altozano y «vidrieras de púrpura y azul pálido».
Adriano está «sideralmente» enamorado de Norah. Se autoproclama el Poeta Centauro y ella es la Sirena. Escribe un libro de poemas de amor para ella: «El jardín del Centauro» y Norah, pintora delicada y espléndida, pinta la portada del libro inédito.
Esa época es tan importante, tan íntima para Borges, que el libro de Adriano del Valle aparece, entrelíneas, casi secreto, en su primer cuento: «Pierre Menard, autor del Quijote». A través del personaje Madame Henri Bachelier, Borges reivindica el libro de Adriano, lo nombra y menciona las atribuciones erróneas, «esa técnica de aplicación infinita», a ciertos autores de ciertos libros con el ejemplo de leer «Le jardín du Centaure» de Madame Henri Bachelier como si fuera de Madame Henri Bachelier».
En Sevilla, Borges vive una de las experiencias más felices para un poeta: ver publicado por primera vez un poema suyo. Ocurre en la revista «Grecia» el 31 de diciembre de 1919. El poema se llama «Himno del Mar» y está dedicado, por supuesto, a Adriano del Valle. Es interesante leer que el poema se llama «Himno del Mar» y no «Himno al Mar», como quizás leerás en otros textos. Para Borges, como para todo poeta, cada palabra es esencial y no es lo mismo un himno del mar, que nace del mar y es el mar, que un himno que alguien dedica al mar, desde afuera, quizás sin sentir el mar.
Gracias a los ultraístas, Borges tiene en Madrid otra experiencia feliz: conoce al sevillano Rafael Cansinos Asséns, a quien admira y considera su maestro durante toda la vida.
Cansinos significa para Borges las culturas del Oriente, descubre de su mano la cultura hebrea, los salmos de «El candelabro de los siete brazos» abren un universo infinito de versos anchos, letras de otro alfabeto, esferas mágicas, y además, Cansinos es el traductor al español de «Las mil y una noches», libro adorado por Borges. «Cansinos, que podía saludar a las estrellas en once idiomas clásicos y modernos».
El amor por Sevilla viene de sus ancestros andaluces, del acento atlántico de los ríos, de la felicidad de conocer a uno de sus maestros, del cielo y la Giralda en la terraza del Hotel Doña María con un cafecito y un bastón durante el Seminario de Literatura Fantástica del 84 en su última visita a esta ciudad. Sevilla es uno de sus lugares en el mundo, una de sus patrias poéticas.
Antes de firmar noto que he citado solo a Borges. Es una de mis malas costumbres cuando escribo sobre Borges.
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