Coronavirus

Un año del primer decreto de alarma: las secuelas de una pandemia activa

Los sanitarios advierten del «daño psicológico» tras casi 9.000 muertes a causa de la covid-19

Un paciente con covid en la UCI del Hospital Reina Sofía de Córdoba
Un paciente con covid en la UCI del Hospital Reina Sofía de CórdobaJUNTA DE ANDALUCÍAJUNTA DE ANDALUCÍA

Hace hoy un año que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretaba el primer estado de alarma mientras el país temblaba ante el azote del coronavirus. Muchas eran las incertidumbres que nos asolaban entonces y también muchos los enfermos y fallecidos. Un año después de este hito, la pandemia parece que va perdiendo terreno en Andalucía tras tres intensas olas, aunque se abre una crisis económica y social sin precedentes. El relato del primer año de la covid puede personalizarlo María Elena Cano, una de las miles de sanitarias que han estado en primera línea y que resultó contagiada. Recuerda a LA RAZÓN que entró como interina en el hospital Virgen Macarena de Sevilla el 1 de marzo de 2020, en la planta de medicina interna. Entonces, empezaban a llegar pacientes con insuficiencia respiratoria, con una sintomatología muy diversa, que morían poco después de la infección. «No sabíamos mucho de la covid y trabajábamos como siempre. Los tratábamos con aerosoles y las medidas de seguridad e higiene eran las de siempre, el lavado de manos y el uso de guantes con cada paciente», detalla.

Las noticias sobre la Covid-19 se multiplicaban, al igual que los casos positivos. «Nos llegó un comunicado interno prohibiéndonos el uso de mascarillas quirúrgicas, que no teníamos, para no alarmar a la gente». Este texto no hizo más que asustar a la plantilla de enfermería, que venía sufriendo recortes y sobrecarga de manera sistemática. Esos pacientes de marzo ya eran pacientes covid. «El perfil se repetía: ancianos de 80 años, que eran independientes y hacían una vida normal, tenían una infección respiratoria que derivaba en neumonía y, a los dos días, morían». María Elena reconoce que «desde dentro la situación ha sido muy dura porque no estamos acostumbrados a que fallezca tanta gente y tan rápido. Teníamos miedo a lo desonocido». En este punto, denuncia que los sanitarios, en los primeros momentos de la pandemia, «no estuvimos protegidos. Ibas a casa pensando que quizás te habías contagiado». Fue el 8 de marzo cuando María Elena empezó a tomar precauciones en su casa, por su cuenta porque no existía un protocolo claro todavía. «Dormía en otro cuarto, usaba otro baño y los compañeros buscábamos en internet mascarillas y gafas», rememora. Luego, la dirección del hospital fue administrando los EPI «de manera contada» y lamenta que «hemos luchado durante muchos meses para que nos dieran una mascarilla FFP2».

Según sus cálculos, se contagió en la semana del 20 de marzo y estuvo de baja un mes. «Debuté con fiebre y ya me imaginé lo que era». Se aisló y se mantuvo «expectante» para ver cómo reaccionaba su cuerpo. «Avisé a Medicina Preventiva para que me hicieran una PCR. Estuve más de una semana en casa esperando la prueba». Durante la enfermedad, «el seguimiento fue cero» y critica que «los que nos contagiamos en marzo y abril fuimos los grandes perjudicados». El decreto que reconocía la covid como accidente laboral se aprobó el 8 de mayo. «Los que nos contagiamos antes figura en nuestra baja una enfermedad común. Somos los grandes olvidados», critica.

Los síntomas son muy diversos y, en su caso, señala que «en mi vida he pasado una gripe como esta. No tiene absolutamente nada que ver. Son dolores musculares, dolores de cabeza muy raros, oculares y me ponía paños congelados en la frente para intentar aliviarme». María Elena se incorporó a su puesto de trabajo cuando su PCR dio negativa, pero seguía sin encontrarse bien. «He estado arrastrando secuelas durante mucho tiempo, he tenido que ir a cardiólogos, me he hecho pruebas de esfuerzo porque me ahogo. He hecho deporte desde los 15 años y ahora, un año después de pasar la enfermedad, estoy empezando a correr».

Posteriormente llegaron una segunda y tercera ola, esta más letal que las anteriores. «Ya no tienes el mismo miedo porque sabes qué protección tienes que usar». Además, en el hospital «todo el mundo arrima el hombro. Somos una profesión muy vocacional, pero la gente se cansa. Cuando se trata de tu salud y la de los tuyos, necesitas seguridad en tu trabajo». La pandemia ha propiciado cambios muy rápidos en la organización hospitalaria, como la instalación de circuitos, pero «todo ha sido a base de palos».

Tanta muerte, vivida en primera persona, pasa factura y María Elena palpa secuelas psicológicas en sus compañeros. «La gente viene al trabajo y comenta ‘no sé qué me pasa, me encuentro mal, tengo ansiedad’». Se trata de síndromes ansioso-depresivos, producto de que en la UCI muere mucha gente todavía. «No salen imágenes fuertes de los hospitales en los medios y, como no te toca, la gente no es consciente. Estás acostumbrado a ciertas cosas y a que la gente se tiene que morir por la edad, pero tanta gente en tan poco tiempo...». Los enfermeros, reconoce, tenían que apoyar a los familiares cuando, al principio, solo uno podía estar en el hospital. «Entonces tenías que decirle ‘ve llamando a los demás familiares’ porque veías que el paciente se moría», recuerda.

María Elena ya está vacunada y la segunda dosis le provocó reacción, pero fue leve y el malestar duró un día. «Firmaría eso antes de pasar la covid como la he pasado». ¿Cuándo retomaremos la normalidad? Ante esta pregunta sostiene que «el estilo de vida que llevábamos antes del coronavirus va a costar retomarlo». Por tanto, la mascarilla y la distancia social «van a continuar bastante tiempo». Sobre la atención sanitaria, en los hospitales y en los centros de salud, cuanto más tiempo pase «mejor vamos a estar preparados a nivel organizativ». Eso sí, vaticina que todo dependerá «del presupuesto asignado a sanidad».

Hasta el momento, la pandemia ha dejado 8.895 fallecidos en Andalucía, contando las 22 muertes notificadas ayer por la Consejería de Salud y Familias. Este sábado se produjo un cierto respiro al bajar de mil los contagios, con 890 casos más, y disminuir la tasa a 118,7 por cada cien mil habitantes. En los hospitales hay 1.159 pacientes con covid-19, 21 menos que el viernes y 298 menos que hace una semana, de los que 286 están en la UCI.