Entrevista
Manel Loureiro: “La sensación que he tenido escribiendo ‘La Puerta’ es que he llegado a casa”
El escritor gallego asegura que seguirá con la novela negra porque “hay muchas historias que contar” de una forma “totalmente distinta”
Manel Loureiro es un escritor gallego que ha conseguido colocar sus libros entre los más vendidos de Estados Unidos y España. La Puerta, su última novela, está ambientada en una Galicia enigmática y llena de secretos. La Feria del Libro de Tomares, una cita que abre el calendario de eventos literarios en España, ha traído a Loureiro hasta Sevilla para tratar la novela negra y este thriller sorprendente sobre un crimen ritual, de origen celta, situado en un recóndito monte de Pontevedra.
De la ficción en sus anteriores obras al thriller en “La Puerta”, ¿La novela negra le estaba esperando o esperaba el momento adecuado para inmiscuirse en este género?
No lo sé. Creo que fue estar en el lugar adecuado, en el momento justo y con las circunstancias idóneas. No sabía que me iba a gustar tanto escribir novela negra y, por supuesto, no sabía que se me iba a dar tan bien, que iba a estar tan cómodo y que todo iba a fluir tan fácilmente. La sensación que he tenido escribiendo esta novela es que he llegado a casa.
¿Seguirá en esta línea?
Sí. Me siento muy cómodo y creo que hay muchas historias que contar de forma totalmente distinta. En la novela negra hay determinados clichés prefijados, unos cánones del género por los que hay que pasar porque son los que lo hacen reconocible al lector y otros que son caminos muy trillados. Cuando a un thriller le añades otros elementos que pueden ser autóctonos, locales, cercanos… explota y surge algo fresco.
El escenario de la obra transcurre en Pontevedra, concretamente en el Monte Seixo. ¿Podemos reconocer esa Galicia enigmática y milenaria leyendo la obra?
En “La Puerta” aparece una Galicia rural que se está muriendo. Es un mundo al que le quedan veinte o treinta años de vida. Es esa Galicia que no es la comunidad turística que conoce la gente. Es una Galicia que se encuentra cuando te alejas treinta kilómetros de las autopistas y de repente las carreteras se hacen mas sinuosas, los árboles se empiezan a cerrar sobre la calzada y los pueblos que vas atravesando son cada vez más pequeños y despoblados. En ese lugar encuentras a aquellos ancianos desconfiados que, sin embargo, son depositarios de siglos de tradiciones y leyendas. La Puerta no es una historia de esas leyendas, pero si está ambientada en esa Galicia donde las leyendas están vivas.
¿Cuándo descubrió la Puerta de Alén?
La descubrí por accidente. Hace dos años estaba haciendo una ruta de montaña en un día lluvioso y frío de noviembre y me perdí. De repente, vi un camino que subía por una ladera hacia la cima de la montaña y pensé que si llegaba allí podría recuperar un poco de perspectiva y saber hacía qué lugar tenía que ir. Después, me encontré en la cima de la montaña una especie de puerta rodeada de flores, velas, restos de hogueras o botellas presentadas como ofrendas. Pude comprobar que ese sitio estaba vivo y que la gente subía allí para algo. Cuando llegué a casa, busqué información y comencé una investigación. Me di cuenta que era el escenario perfecto para plantear una novela donde la Puerta de Alén es un personaje más.
Ese ambiente, entonces, condiciona a los personajes y al propio lector. ¿Es un escenario que roza lo irreal?
No tanto. Todo es absolutamente real. Es la historia de una investigación en la que la protagonista, Raquel Colina, llega a Galicia porque su hijo se muere y allí hay una menciñeira que afirma que puede llegar donde la medicina no puede. Luego, pasan todo tipo de cosas. Raquel es racional, pero tiene que creer. Ahí está esa parte de racionalidad y superstición. En la historia aparecen un montón de cosas que la envuelven en una atmósfera que ella no entiende, que es asfixiante, con vecinos desconfiados y en una cultura que está oculta tras la superficie.
Raquel nos representa un poco a todos. Estamos rodeados de contradicciones.
Hay un montón de cosas que no entendemos a nuestro alrededor. En este momento, tenemos dos opciones: atribuírselas a algo –un fantasma, un espíritu– o negarlo, que es lo que hace la mayoría de la gente.
¿Cuál es el personaje que más ha amado en esta novela?
Juan Vilanova. Él es un antihéroe, no es un galán. Pero tiene algo que no tiene nadie más: una humanidad enorme. Demuestra que la belleza está en el interior y le ofrece a Raquel –la protagonista de la historia– una mano amiga donde agarrarse.
¿Y el personaje más difícil de construir?
Quizás haya sido el de Ágata. Tenía que equilibrar muy bien los elementos para que se viese que es una mujer de ese mundo rural del que te hablaba y que se muere, pero que, al mismo tiempo, no fuera un personaje plano y que tuviera aristas y misterio. Ese es el tipo de personajes que se caracteriza por ser detonador. Si los haces muy evidentes queda muy burdo, pero si los haces demasiados planos, después cuando hace de catalizador, parece que te lo has sacado de la manga. El conseguir ese punto de equilibrio es muy difícil y estos personajes son los más difíciles de pulir. Fue el personaje sobre el que tuve que dar más vueltas. Cuantos más años llevas escribiendo, más fácil te resulta llegar a ese momento intuitivo para la construcción de este tipo de personajes.
¿Es esa la clave del éxito de La Puerta?
Creo que es la base del ensayo y error. Trabajo, trabajo y trabajo. Cuando una novela funciona y las críticas son abrumadoramente buenas te das cuenta que lo has conseguido, pero gracias al trabajo previo.
Cuando se lanzó la novela dijo que era una de las más personales que había escrito.
Tiene mucho de mí. Está ambientado en un sitio que conozco a la perfección, donde trabajo y vivo, en un entorno cultural donde yo he crecido. De hecho, una de mis tatarabuelas era una menciñeira. Al final, contar esta historia, me resonaba porque yo estaba allí.
¿Podemos apreciar en esta obra una llamada de advertencia ante la España vaciada?
Sí, porque es un fenómeno que lamentablemente parece imparable. Cuando se recorren esas calles vacías hay que pensar que ahí hubo gente que se rio, lloró, se enamoró y vibró. Lugares con historia y leyendas. Cuando el último vecino que las recuerde muera... no va a quedar nada y, entonces, estaremos perdiendo un capital inmaterial enorme.
Esta novela tiene todos los ingredientes para que dé el salto al mundo de las series. ¿Te lo han propuesto?
Ya hay propuestas en firme, pero las adaptaciones audiovisuales son un camino largo, arduo y donde tienen que intervenir mucha gente y muchos factores externos. Yo estoy ahora mismo en cuatro procesos distintos de adaptación y cada uno en un estado distinto de maduración. He llegado a ese punto que he hecho mío el lema de los franciscanos de la edad media que decía “Nec spe, nec metu”, sin esperanza, pero sin miedo. Algo va a pasar, pero ya llegará.
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