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Dale a tu cuerpo…

Olona posee unas cualidades personales formidables, empezando por su imagen de amazona posmoderna y siguiendo por su retórica demoledora

La secretaria general de Vox en el Congreso, Macarena Olona, en el Congreso de los Diputados, junto a Espinosa de los Montero
La secretaria general de Vox en el Congreso, Macarena Olona, en el Congreso de los Diputados, junto a Espinosa de los MonteroEduardo ParraEuropa Press

Alicantina y baqueteada como abogada del Estado en el País Vasco, Macarena Olona se ha autoproclamado esta semana, «si está de la mano de Dios» –menos mal que evitó la fórmula «Die Gratia», tan cara al general Franco– candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía. No es original ni por forastera, pues ahí están el ceutí Chaves, el madrileño Griñán y Juanma el charnego, ni por ser mujer, ya que se le adelantó una Susana Díaz a la que la unen sus licenciaturas en Derecho –risas enlatadas– y esos éxitos del pachangueo que transitan del !ratón chiquitín» de la una al «aaaaay» de Los del Río de la otra.

Es necesaria mucha personalidad para portar con gallardía unos nombres tan enraizados en la cultura popular y crean, por favor, a quien lo dice después de haber soportado trescientos millones de bromas a cuenta del «hasta luego, Lucas» de Chiquito de la Calzada. Se puede argumentar, de todas formas, que una candidata debe recorrer un largo camino antes de convertirse en presidenta y es muy poco probable que Olona lo ande a pesar de que posee unas cualidades personales formidables, empezando por su imagen de amazona posmoderna y siguiendo por su retórica demoledora. Le falla el partido y deberá decidir después de las elecciones, cuando quiera que se celebren, si desgastarse como segundona de una coalición o mantenerse fuera del Gobierno a la espera de que un resbalón del PP la convierte en una especie de Ayuso meridional. El votante de derechas, desde luego, antes la vota a ella que a un Moreno eficaz y honesto, sí, pero que tendría cabida en cualquier formación. La victoria en la denominada «batalla cultural» marcará el paradigma sociopolítico de los próximos veinte años. Y para ganarle esa guerra a la zurdera sectaria, Macarena es un arma de destrucción masiva.