Medio Ambiente

Las salinas vuelven “al tajo” en Cádiz

Estos espacios que, con la invención de los congeladores, quedaron en desuso y se fueron abandonando ahora vuelven a ser escenario de iniciativas de recuperación

Varios flamenco descansan en una de las salinas artesanales en la Bahía de Cádiz. EFE/Román Ríos
Varios flamenco descansan en una de las salinas artesanales en la Bahía de Cádiz. EFE/Román RíosRomán RíosAgencia EFE

Las salinas artesanales son uno de los pocos ejemplos de que la intervención humana puede ser beneficiosa para la naturaleza, unos espacios que, con la invención de los congeladores, quedaron en desuso y se fueron abandonando y que ahora vuelven a ser escenario de iniciativas de recuperación, vuelven “al tajo”.

Es el caso de la que se emprende ahora en la salina de “Balbanera”, situada en Puerto Real, en el Parque Natural Bahía de Cádiz, por las organizaciones SEO/BirdLife y Salarte, en un proyecto financiado por la Fundación MAVA que se dedica a proteger la biodiversidad en espacios icónicos de todo el mundo.

El proyecto que se inicia hora recuperará una superficie 55 hectáreas de esta salina, abandonada hace tres décadas y sin apenas actividad.

EL CONGELADOR QUE SUSTITUYÓ A LA SAL

En la Bahía de Cádiz las salinas funcionaban desde tiempos romanos. Una artesana canalización del agua del mar en las marismas permitía un boyante negocio de recolección de sal, un ingrediente indispensable para la conservación de los alimentos.

Sólo en la Bahía de Cádiz había 160 activas, generando riquezas, empleo y toda una cultura local, hasta los años 70.

Vista de las salinas artesanales en la Bahía de Cádiz. EFE/Román Ríos
Vista de las salinas artesanales en la Bahía de Cádiz. EFE/Román RíosRomán RíosAgencia EFE

“La aparición de la industria del frío, con esa maravilla de los congeladores, provocó un hundimiento de la demanda de sal en todo el mundo. Hubo una crisis salinera mundial. Se dejaron de necesitar millones de toneladas”, explica a EFE Juan Martín, presidente de Fondo para la Custodia y Recuperación de la Marisma Salinera -SALARTE- , una organización sin ánimo de lucro fundada en 2012 en Cádiz.

Todas las salinas del mundo sufrieron aquella crisis, pero “unas se adaptaron mejor que otras”. En Francia se enfocaron en la sal para el mercado gourmet.

Pero en Cádiz, como en otros espacios del litoral andaluz, la mayoría se abandonaron. Algunas optaron por “un intento de reconversión hacia la acuicultura”, porque, por la riqueza de sus aguas, funcionan como una granja natural para el preciado pescado de estero.

GASOLINERAS PARA AVES CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El hecho es que en la actualidad solo existen nueve salinas en activo en la Bahía y más de 3.000 hectáreas de estos sistemas de extracción de sal marina de manera tradicional están abandonadas.

El problema no es sólo la pérdida de un negocio.

“Las marismas son el segundo hábitat del mundo en cuanto al secuestro de CO2, son fundamentales para la compensación de dióxido de carbono y para la producción de oxígeno, porque contienen millones de fitoplacton marino”, explica Juan Martín.

Estos espacios serán además “fundamentales para la prevención de inundaciones, una de las consecuencias negativas que traerá el cambio climático, porque estas zonas de almacenamiento de agua en el litoral serán zonas de mitigación de las subidas de nivel del mar”, añade.

En ellas hay además una biodiversidad “impresionante”. “Son una auténtica joya, viven 127 especies acuáticas en estas áreas que, gracias al manejo del ser humano de estos esteros, se han convertido en verdaderas dehesas litorales”.

Las salinas artesanales son uno de los pocos ejemplos de que la intervención humana puede ser beneficiosa para la naturaleza. EFE/Román Ríos
Las salinas artesanales son uno de los pocos ejemplos de que la intervención humana puede ser beneficiosa para la naturaleza. EFE/Román RíosRomán RíosAgencia EFE

Se han convertido también en unas zonas de descanso, reproducción y alimentación de aves migratorias. Son “una gasolinera” con área de descanso y refugio para las aves que realizan viajes larguísimos trayectos entre el hemisferio norte y sur, en una peculiar operación “Paso del Estrecho” para cientos de especies.

“Es un caso práctico de convivencia rentable del binomio ser humano y Naturaleza, de que la intervención humana ha potenciado la biodiversidad para la flora y la fauna acuática, terrestre y para las aves. No funcionaría igual en una marisma virgen que en una salina en activo con láminas de agua controladas de 5 o 10 centímetros de profundidad”, añade.

Está demostrado que, con su abandono, ha bajado “mucho” el hábitat disponible para aves usuarias de estos espacios como los flamencos, la cigüeña negra, el águila pescadora o el chorlitejo negro, el charrancito común, la avoceta común entre otras, dice el presidente de Salarte.

LAS SALINAS REGRESAN

Por todos estos motivos para esta organización emprender la restauración de una salina es “un sueño cumplido”.

Los trabajos, con una inversión de más de 200.000 euros, se centrarán en restaurar los muros que protegían la salina Balbanera de la acción del viento y las olas (la conocida como “vuelta de afuera”), que están ahora destruidos, y varias de las compuertas que controlaban el flujo de agua, también rotas.

“Vamos a restaurar, revitalizar y conservar una de las salinas más emblemáticas de la bahía de Cádiz: Balbanera. Esta restauración creará y mantendrá un espacio vivo y dinámico, basado en la sostenibilidad ambiental y socieconómica. Con este nuevo proyecto se demostrarán, una vez más, los múltiples beneficios que brindan los humedales costeros y su importante papel en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”, añade Ramón Martí, de SEO/Birdlife.

Esta restauración se produce después de otros proyectos llevados a cabo en la zona en los últimos años en otras salinas y que reinventan sus usos, al margen de la producción de sal.

Desde la que se ha convertido en un laboratorio en manos de la Universidad de Cádiz, hasta las que ofrecen servicios turísticos como un spa, con pediluvios y maniluvios, o rutas ornitológicas, además de las relanzan como granjas acuícolas artesanales de camarones, almejas, coquinas, doradas o lubinas.

Emblemas de la gastronomía, como Ángel León, cuyo restaurante Aponiente está en un antiguo molino de mareas de El Puerto de Santa María, han apostado también por reivindicar el amor a las salinas.

Y con ello el de evitar la desaparición de toda una cultura local y de un lenguaje propio que ha aportado expresiones tan extendidas como la de “ir al tajo”.

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