Final Europa League
60.000 herejes en Sevilla la Mariana
La invasión (por el momento) incruenta de las hinchadas de los finalistas trae dinero y basura al centro de la ciudad
Sevilla es la Tierra de María Santísima, la archidiócesis con la segunda catedral católica más grande del orbe, consagrada por supuesto a la Virgen, después de la de San Pedro. Dos años de pandemia han dejado paso esta primavera a una Semana Santa de procesiones esplendorosas, el barroco tridentino en su máximo apogeo, y el tiempo letífico de las Glorias ya avanza hacia la explosión Eucarística del Corpus Christi, con su templete de seis quintales de plata repujada para custodiar a la Sagrada Forma.
¿Qué pintan aquí, pues, sesenta millares de luteranos tudescos y de protestantes caledonios? ¿Por qué berrean como bestias? ¿Cómo soportan sus pieles septentrionales seis u ocho horas consecutivas de exposición al implacable sol del Mediodía? ¿Cuánta cerveza han ingerido antes de convertir cualquier callejón del Barrio de Santa Cruz en un riachuelo de orines? ¿Y cuántas antes de, al fin, caer sobre el asfalto con el torso desnudo e inconscientes? Si el severo Cardenal Segura siguiese en su sede, lanzaría ipso facto el anatema contra estos bárbaros. Las autoridades hodiernas, ay, celebran eso que llaman «el impacto económico» de la invasión.
«Pecunia non olet» (el dinero no huele), dijo el emperador Vespasiano cuando alguien le afeó cobrar por usar los urinarios públicos, y el Ayuntamiento del reciente alcalde Antonio Muñoz lo ha remedado hasta la literalidad con la instalación en lugares tan emblemáticos como las plazas del Salvador o de la Virgen de los Reyes de servicios portátiles como los que se usan en las verbenas de los pueblos. Lo que no se hace durante la Semana Santa, en fin, cuando centenares de miles de sevillanos y visitantes contemplan las procesiones sin más aliviaderos que los de los bares, algunos de los cuales cerraron ayer por la tarde y no abrirán hoy para impedir que una clientela excesivamente «animada» le deje el negocio hecho fosfatina.
Los grandes números, sin embargo, sí cuadran. Desde hace un mes, es imposible conseguir alojamiento en la ciudad, con precios que en ocasiones cuadruplican los habituales, ya de por sí altos en esta temporada. De los 60.000 aficionados que han venido a Sevilla, aproximadamente un tercio llega sin entrada, de modo que sus horas de consumo se incrementarán en una ciudad que se ha blindado con 5.500 agentes de distintos cuerpos policiales, ya que ambos contendientes, en especial el Eintracht, arrastran grupos radicales de prontuario inquietante.
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