Historia

La Macarena, en un cajón

Según recuerda un estudio sobre destrucción del patrimonio religioso

Fotografía del 30 de noviembre de 1936 cuando se procedió a la apertura del cajón donde se había ocultado la imagen de la sevillana Virgen de la Amargura el 27 de abril del mismo año para ser librada del fuego. EFE/Editorial San Román
Fotografía del 30 de noviembre de 1936 cuando se procedió a la apertura del cajón donde se había ocultado la imagen de la sevillana Virgen de la Amargura el 27 de abril del mismo año para ser librada del fuego. EFE/Editorial San Román.Agencia EFE

La imagen de la más popular de las Vírgenes de Sevilla, La Macarena, con las joyas de su ajuar, su manto bordado en oro, coronada y envuelta en la tenue luz de su candelería se borró en 1932, cuando para salvarla de la quema, un puñado de fieles la envolvió en unas sábanas y la metió en un cajón que anduvo de casa en casa durante meses, según recuerda un estudio sobre destrucción del patrimonio religioso.

De esa guisa, la Macarena pasó dos noches en un corral de vecinos de la calle Escoberos, en el corazón del barrio entonces denominado “el Moscú sevillano”, y de allí pasó a ser ocultada en varios domicilios del centro de Sevilla, generalmente acogida por el cabeza de familia que ocultaba al resto de los miembros familiares el contenido del cajón, para preservar la imagen con todas las garantías, según cuenta “Inspirados por Satanás” (Editorial San Román), estudio que abarca toda España de 1930 a 1939, de Jorge López Teulón, sacerdote e investigador.

En dos ocasiones hubo de refugiarse la imagen, la primera, en casas particulares, entre agosto y diciembre de 1932, cuando el violento ambiente de la ciudad tras la intentona golpista del general Sanjurjo hizo temer que se repitiera la quema de iglesias y de conventos del año anterior, y la segunda en la primavera de 1936, cuando tras la Semana Santa la imagen no volvió a la muy amenazada iglesia de San Gil, templo que finalmente fue destruido por las los incendiarios, y se quedó en la de la Anunciación.

Entre 1936 y 1942, mientras que su templo fue reconstruido, la Macarena sufrió un “exilio forzoso” fuera de su barrio, en la Iglesia de la Anunciación, circunstancia que hizo que la devoción macarena creciera y se multiplicara el número de hermanos de su cofradía.

Entre otras fuentes, López Teulón cita un curioso opúsculo titulado “La Virgen Macarena no tiene casa”, del periodista Gustavo del Barco, que refleja el sentimiento ciudadano ante la quema de la iglesia de San Gil en los disturbios de 1936.

López Teulón incluye en el capítulo dedicado a la Macarena dos fotografías de cómo quedó la Iglesia de San Gil y el camarín de la Virgen Macarena, calcinados por el fuego intencionado que se produjo el mismo 18 de julio de 1936, tras un tiroteo en las inmediaciones del templo.

Tras prender fuego a la iglesia, los incendiarios se dirigieron al denominado “almacén de los pasos” con idea de propagar las llamas, pero los vecinos les hicieron frente desde los balcones de sus casas, con lo que se salvaron los pasos, las imágenes y otros objetos religiosos que allí se guardaban, entre ellos las imágenes del Señor de la Sentencia y de la Virgen del Rosario.

López Teulón también cita al periodista sevillano Nicolás Salás, quien contó que “durante las noches de la Primavera Trágica de 1936, grupos de hermanos hacían guardia en el interior de los templos con sacos de arena y cubos de agua preparados para evitar que se propagaran los incendios provocados por los ‘cócteles molotov’”.

Uno de los documentos gráficos recopilados por López Teulón es una fotografía del 30 de noviembre de 1936 que muestra la imagen de la Virgen de la Amargura metida en un cajón similar al que debió de conservar la imagen de la Macarena, en el momento de ser abierto parcialmente y mostrar el tercio superior de la imagen, envuelta en una sábana y acomodada en un cojín para amortiguar los efectos de los posibles golpes.

La imagen de la Virgen de la Amargura llevaba metida en aquel cajón desde el 27 de abril de 1936, ante las amenazas de incendio que pesaban sobre la iglesia de San Juan de la Palma.

El único año que Sevilla no tuvo procesiones de Semana Santa, además de los dos años sin procesiones por la pandemia de la covid-19, fue 1933, mientras que en 1932 sólo salió en procesión la hermandad trianera de la Estrella, por el ambiente hostil que padecían las cofradías y por el agravamiento de los enfrentamientos políticos y sociales durante la Segunda República.