Agricultura

Dudas en la marisma: arrozales con agua pero sin mano de obra

El sector quiere sembrar el 100% del terreno tras varios años marcados por la sequía

Arrozal en la Puebla del Río (Sevilla), una de las localidades ribereñas dedicadas a este cultivo
Arrozal en la Puebla del Río (Sevilla), una de las localidades ribereñas dedicadas a este cultivoEPEP

Los arroceros de Sevilla se asoman a un horizonte mucho más despejado tras las últimas lluvias, aunque tres años consecutivos de sequía han lastrado a un sector que llegó a generar casi 5.000 puestos de trabajo. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) anunció recientemente un desembalse para el riego agrícola de 1.200 hectómetros cúbicos en la demarcación, la mayor dotación desde el año 2017. De esta cantidad, 363 hectómetros cúbicos corresponden a las casi 36.000 hectáreas de arroz que se cultivan en la marisma sevillana, gravemente azotada por las restricciones de los últimos años. De hecho, en 2022 se sembró sólo un 30%, en 2023 la actividad fue nula y en 2024 se hizo en un 67%. Este año se prevé cultivar el 100%, algo que la Federación de Arroceros de Sevilla afronta con «alegría y esperanza», tal y como asegura a LA RAZÓN su presidente, Mauricio Soler.

En concreto, la CHG ha concedido al sector el 91,6% de la dotación máxima y durante estos días los agricultores se afanan en prepararlo todo para la siembra. «Intentaremos en 20 días tener las tierras listas con la mayor maquinaria y personal posible, aprovechando así las escorrentías del río», apunta Soler, quien considera suficiente la cantidad de agua permitida. No obstante, augura que el trabajo será complicado porque «hay que llenar por zonas, no puedes tener todas las bombas arrancadas y tenemos que parar con las mareas altas». Pero con las condiciones actuales del Guadalquivir y la dotación autorizada «este año conseguiremos regar el 100% de la superficie».

Soler confía en que se puedan recoger casi 9.000 kilos de arroz por hectárea, lo que supone una cosecha «aceptable». «La campaña se complica cada vez más porque tenemos menos productos fitosanitarios para tratar los cultivos, pero confiamos en tener un verano normal, no demasiado caluroso y que los vientos a última hora sean de poniente para que sean frescos y la espiga se llene bien sin cristalizarse», apunta.

Sin embargo, el sector se enfrenta a un problema que comenzó a despuntar años atrás y que ahora está mucho más latente: la falta de mano de obra. «Las personas que antes se dedicaban al cultivo del arroz se fueron a otros sectores, se han acostumbrado a llevar otro tipo de vida», señala Soler, quien cuenta su experiencia personal: «Tenemos dos tractores nivelando las tierras con láser, un sistema que permite que haya menos mosquitos que antes porque no quedan charcos, y los tengo a turnos de ocho horas, pero no puedo trabajar por la noche porque no hay personas cualificadas». «Por mucha maquinaria que tenga los tractores están parados unas pocas de horas al día», se lamenta, además de recordar las cosechas perdidas durante los años de sequía y los nulos beneficios obtenidos. De hecho, cuando se sembró apenas un 30% de la superficie, se hizo «por mantener a la gente ocupada pero cogimos 4 ó 5.000 kilos por hectárea. Eso no da ni para cubrir los gastos».

Con todo, Soler confía en que los profesionales que pasaron a otros sectores vuelvan al cultivo del arroz porque «son periodos de ocho o diez años buenos, frente a tres o cinco de sequía». Ahora, ante esta falta de personal, los empresarios hacen un esfuerzo extra para contratar e incluso pagan por encima del convenio para poder contar con personal suficiente. Un drama que no sólo afecta a este sector, sino a la agricultura en general.

En cuanto al estado del Guadalquivir, el presidente de la Federación de Arroceros de Sevilla vaticina que será bueno. «Hasta que no metamos las bombas, arranquemos y llenemos no lo vamos a saber», apunta. En este punto, asegura que «estamos muy coordinados con la CHG y, si tenemos previsto llenar durante la última semana de mayo, la Confederación ya sabe que nos tiene que soltar el agua para llenar las tablas en toda la marisma». De esta manera, al río «no se le toca» porque la misma cantidad de agua que se utiliza para regar «ya nos la han soltado desde arriba». Sin embargo, compara la situación con «un melón por calar».

Andalucía cuenta con el doble de superficie de arrozal que Valencia, recuerda Soler, no sin antes apuntar que «fueron los valencianos los que nos enseñaron a cultivarlo. Aquí no se sabía».