
Entrevista
José Ángel Saiz: «Ahora lo que toca es rezar por la pronta recuperación del Papa»
«No estoy en situación de decir si hay demasiadas, suficientes o pocas procesiones extraordinarias», asegura el arzobispo de Sevilla
La salud del Papa Francisco preocupa a la Iglesia y al mundo. El arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, no es ajeno a esta circunstancia y sigue con interés cada parte médico que emite el Vaticano, sin olvidar las cuestiones domésticas que afectan a una Archidiócesis con una intensa vida. Cultos, preparativos y alguna que otra polémica cofrade. Comienza la Cuaresma que desembocará en una nueva Semana Santa.
Todos estamos muy pendientes de la salud del Papa. ¿Cree que superará este bache?
Eso es lo que creo y espero. Por eso estamos rezando con toda la fe y la fuerza. El miércoles pasado tuvimos una vigilia de oración espléndida en la Catedral. Unas 2.000 personas acudieron y fue una celebración preciosa. Hemos de seguir rezando por su pronta recuperación y para que los problemillas que van surgiendo los puedan ir resolviendo los miembros del equipo médico.
Por la mente de muchos sobrevuela una posible renuncia. Conociendo al Santo Padre, ¿se lo estaría planteando?
Esa especulación no toca ahora. Ahora lo que toca es rezar por su pronta recuperación.
Fue uno de los últimos arzobispos que fue recibido por el Papa antes de su ingreso en la clínica Gemelli. ¿Cómo lo vio?
Teníamos una audiencia de media hora y finalmente estuvimos tres cuartos de hora con él. Al principio nos leyó un breve discurso. Tenía dificultades para respirar, pero lo leyó entero. Después fuimos interactuando con él. Iba contestando con anécdotas y puntos doctrinales. Cuando acabó ese momento dijo que quería escuchar también a las señoras que habían acudido. Al final hizo un discurso muy bonito sobre la misión de la mujer en la familia, en la sociedad y en la Iglesia. También hizo una reflexión sobre María Santísima y el lugar que tiene que ocupar en nuestras vidas. Luego le ofrecimos algunos regalos y nos bendijo. La sensación que nos dio es que fue de menos a más. No le llevamos disgustos o problemas, sino buenas noticias.

En ese encuentro le explicó cómo se desarrolló el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. ¿Cuál es el legado de ese encuentro, más allá de la procesión de clausura?
El congreso se celebró 25 años después del primero, ya iniciado el siglo XXI y en un lugar que es la capital mundial de las hermandades. En Sevilla hay 700 hermandades. Ahora todo cambia muy rápido, por eso era el momento propicio para hacer una parada en el camino, hacer una reflexión y recoger el legado anterior para afrontar los nuevos desafíos que se van presentando. Fue un congreso no tanto de impacto ni de talleres sino de reflexión. Se hizo en la Catedral con unas ponencias muy profundas sobre los tres pilares de las hermandades: cultos, formación y caridad. Se reflexionó sobre las cuatro dimensiones de las hermandades: la antropológica, la histórica, la teológica y la eclesiológica. Pusimos a toda la diócesis en pie de congreso. Por tanto, nos ha quedado un corpus doctrinal muy importante y ahora llega el momento de trabajarlo.
Hoy comienza la Cuaresma, un tiempo para la reflexión y la conversión. ¿Está satisfecho con el papel que juegan las hermandades en la sociedad actual?
Sí, aunque siempre podemos mejorar. Las hermandades cumplen una misión muy importante dentro de la Iglesia y fuera de ella. Dentro, son un ámbito de vivencia de la fe en su dimensión personal y comunitaria, además de un lugar de encuentro, familia y comunidad. Fuera, cumplen una misión muy importante de testimonio. A fin de cuentas, las procesiones no son desfiles. Son actos de oración y evangelización. También hay una actividad caritativa y social impresionante.
Sin embargo, no en todas las hermandades reina la armonía. Recientemente nombró un comisionado en Los Panaderos por sus disputas internas. ¿Cree que estos episodios empañan el buen hacer de las cofradías?
Son cosas de familia. En cualquier grupo humano siempre pueden surgir problemas, malos entendidos y diferentes puntos de vista. Esto pasa entre hermanos y entre padres e hijos. Lo que pasa es que cuando hay un problema hay que resolverlo. Siempre digo que para cada problema existe una solución. Es cuestión de encontrarla. En la primera comunidad cristiana de Jerusalén donde estaban María Santísima, los apóstoles y los primeros cristianos también se producían problemas. Se quejaban unos de que a las viudas y huérfanos griegos eran menos atendidos que los de procedencia hebrea. Los problemas se resolvían con oración y con diálogo.
¿Cree que hay demasiadas salidas extraordinarias? Muchos sectores sociales y ciudadanos hablan ya de saturación.
Esa valoración es subjetiva. Yo no estoy en situación de decir si hay demasiadas, suficientes o pocas. No sabría dar una respuesta porque no tengo todos los elementos y no tengo pulsada la opinión pública. Últimamente voy respondiendo con una máxima clásica: en el término medio está la virtud. Pretendo encontrar el camino que sea más fructífero para los cofrades, las parroquias, la diócesis y los ciudadanos. Tenemos unos criterios que encontré de mi predecesor. Una de las conclusiones del congreso es la creación de un observatorio de la piedad popular.
¿Ha llegado el momento de regularlas?
De ese observatorio podría salir una nueva regulación. Todas estas cuestiones se estudiarán.
¿Le sorprenden las polémicas cofrades sobre carteles y otras cuestiones accesorias?
Somos seres humanos, no somos ángeles. Tampoco santos canonizables. Hay que aprender las lecciones e ir creciendo en sensatez.
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