Polo norte

Así es la "cárcel" de los osos polares: la práctica canadiense para que los animales no ataquen a los humanos

Estas peligrosas criaturas pueden llegar a poner en peligro la vida de los lugareños. Este método previene de sus ataques y también normaliza la presencia humana en los animales

Un oso polar, poco después de atrapar una pieza. La imagen fue el segundo premio de Naturaleza, categoría individual, de la World Press Photo y realizada por el noruego Pal Hermansen para la Orion Forlag/Getty Images.
Un oso polar, poco después de atrapar una pieza. La imagen fue el segundo premio de Naturaleza, categoría individual, de la World Press Photo y realizada por el noruego Pal Hermansen para la Orion Forlag/Getty Images.larazon

La vida salvaje en el Polo Norte representa un equilibrio delicado entre especies que han evolucionado para sobrevivir en uno de los entornos más extremos del planeta. La región alberga una fauna variada, con osos polares, zorros árticos, morsas, focas y distintas especies de aves migratorias que llegan durante los meses más cálidos. Aunque cada especie cumple un rol dentro del ecosistema, el choque entre depredadores y presas genera tensiones constantes que afectan la estabilidad del entorno natural. Además, el deshielo progresivo y la creciente presencia humana dificultan aún más la convivencia entre animales salvajes, que se ven forzados a compartir espacios cada vez más reducidos.

Por ende, la presencia de la huella humana es predominante y marca su propia ley a su paso. Las comunidades locales que habitan estas zonas han desarrollado estrategias para protegerse de los encuentros peligrosos con animales como el oso polar, cuya presencia puede poner en riesgo la seguridad de las personas. Algunas de estas prácticas incluyen el uso de alarmas perimetrales, la instalación de refugios reforzados y el patrullaje constante en áreas cercanas a los asentamientos. Sin embargo, una de las técnicas más peculiares que se emplean, precisamente contra estos mamíferos de gran envergadura, son las llamadas "cárceles" de osos. Estos espacios se emplean como método de "humanización", para la coexistencia entre seres.

La "cárcel" de los osos polares

Tal y como ha hecho saber el medio anglosajón The Guardian, en la remota localidad de Churchill, en la costa oeste de la Bahía de Hudson, Canadá, ciudad conocida como la "Capital Mundial del Oso Polar", cientos de estos animales aparecen cada verano cuando el hielo marino se derrite y deben esperar en tierra firme hasta que regresa el hielo. Los tramos de transición que afrontan estas criaturas, si lo extrapolamos al calendario, comprenden el deshielo en los meses de verano y la formación nueva del mismo entorno a noviembre, y así hasta el año siguiente donde este ciclo vuelve a suceder. La convivencia entre humanos y osos polares, que se intensifica en estos momentos por la falta de caza en su hábitat original, ha obligado a implementar medidas excepcionales como la que hoy nos incumbe.

La llamada "cárcel" de los osos polares, no supone un centro de castigo, como el nombre pudiera dar a entender, sino que se percibe desde la protección de las especies. Este centro de retención, ideado por las autoridades canadienses, busca evitar que los osos asocien a los humanos con comida y, por tanto, reduzcan sus incursiones en áreas urbanas. La instalación, con capacidad para 28 animales en celdas individuales, mantiene a los ejemplares capturados durante un periodo máximo de 30 días, o lo que equivale a un mes, sin suministro de alimento pero con acceso a agua. La medida se fundamenta en la resistencia natural de estos animales, que pueden pasar largos periodos en ayuno durante el verano sin sufrir daños físicos graves.

¿Cómo funcionan estas prisiones para animales?

El procedimiento ha sido desarrollado bajo un enfoque que prioriza la conservación y la prevención de conflictos, evitando así la necesidad de recurrir a métodos letales. Al finalizar su estancia, los osos son sedados y transportados en helicóptero a zonas alejadas de los núcleos habitados, donde pueden reintegrarse a su entorno sin riesgo para la población local. La estrategia, aunque efectiva, no está exenta de controversia, ya que algunos expertos cuestionan el nivel de estrés al que son sometidos los animales durante su reclusión.

No obstante, el modelo de Churchill ha sido estudiado e incluso replicado parcialmente en otras regiones del Ártico, donde el deshielo ha incrementado la interacción entre humanos y fauna salvaje. La combinación de alertas ciudadanas, vigilancia activa y reubicación controlada ha permitido reducir significativamente los incidentes, al tiempo que se preserva una especie clave para el ecosistema polar. En medio del cambio climático, la “cárcel” se presenta como una solución pragmática frente a un desafío cada vez más frecuente.