
Calentamiento global
Un componente de los excrementos de ballena ha ayudado a fertilizar el océano en el pasado
Durante el siglo XX, la caza comercial de estos animales redujo sus poblaciones en más del 85%

Durante siglos, las ballenas han sido vistas como majestuosos habitantes de los océanos, pero su impacto en el ecosistema marino va mucho más allá de su impresionante tamaño. Investigaciones recientes han demostrado que estos gigantes desempeñan un papel crucial en la regulación del clima y la biodiversidad oceánica, actuando como auténticos arquitectos del ecosistema y aliados en la lucha contra el cambio climático.
Uno de los aportes más sorprendentes de las ballenas al medio ambiente es su capacidad de fertilizar los océanos. A través de sus excrementos, ricos en hierro y nitrógeno, estos cetáceos nutren el fitoplancton, microorganismos esenciales para la cadena alimentaria marina. Este proceso estimula la proliferación del fitoplancton, que no solo sirve como alimento para muchas especies marinas, sino que también juega un papel vital en la captura de dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera.
El fitoplancton es responsable de producir más del 50% del oxígeno del planeta, lo que convierte a las ballenas en facilitadoras indirectas del aire que respiramos. Sin ellas, la productividad marina disminuye y, con ello, la capacidad de los océanos para absorber CO₂ y mitigar el calentamiento global.
Las ballenas almacenan el carbono en sus propios cuerpos. Se estima que una ballena puede confinar hasta 33 toneladas de CO₂ a lo largo de su vida. Cuando estos mamíferos mueren, sus cuerpos se hunden en el lecho marino, donde el carbono almacenado permanece fuera de la atmósfera durante siglos.
Este fenómeno, conocido como caída de ballena, proporciona alimento y hábitat para diversas especies de las profundidades oceánicas. A diferencia de los organismos terrestres, cuyos restos liberan carbono al descomponerse en la superficie, las ballenas actúan como sumideros naturales de carbono, contribuyendo a la estabilidad del clima global.
El impacto de la caza comercial de ballenas
Durante el siglo XX, la caza comercial de ballenas diezmó sus poblaciones en más del 85%, afectando gravemente a la dinámica de los ecosistemas marinos. La drástica reducción de estos animales no solo disminuyó la biodiversidad, sino que también afectó la capacidad del océano para absorber CO₂, contribuyendo al aumento de los gases de efecto invernadero.
Actualmente, aunque la caza comercial ha disminuido, algunas naciones continúan con esta práctica, amenazando la recuperación de las poblaciones de ballenas y, con ello, el equilibrio ecológico marino.
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