Masificación turística

Turistas de un crucero de Barcelona: "Mallorca no nos ha gustado nada, hay demasiada gente"

Cruceristas cuyo barco partía del puerto de la ciudad catalana han criticado la isla y percibido el hartazgo de los locales durante la única parada del crucero en las Islas Baleares

Vista de un crucero atracado en el puerto de Barcelona
Vista de un crucero atracado en el puerto de BarcelonaEP

El movimiento de cruceros sigue siendo uno de los motores turísticos de Barcelona, incluyendo paradas en al Mediterráneo. A primera hora de la mañana de uno de estos días, una nueva embarcación atracó en el puerto de la capital catalana: el Wind Surf, un velero-crucero de la compañía Windstar que, con sus 188 metros de eslora y alrededor de 300 pasajeros a bordo, ofrece una estampa muy distinta a la de los grandes buques que suelen concentrar a miles de viajeros.

En contraste con la imagen habitual de terminales repletas y desembarcos multitudinarios, la llegada de este barco fue tranquila y sin aglomeraciones. Aun así, los visitantes se suman a la intensa actividad del enclave barcelonés, que cerró 2024 con más de 3,6 millones de movimientos de pasajeros, una cifra que lo consolida como el sexto puerto de cruceros del mundo.

Un itinerario Mediterráneo

El Wind Surf concluye en Barcelona una ruta iniciada en Lisboa que ha incluido paradas en Cádiz, Gibraltar, Almería, Cartagena y Palma de Mallorca. En la capital mallorquina muchos de los viajeros finalizan aquí su viaje, mientras que otros prolongan la estancia en la ciudad para conocer algunos de sus principales reclamos turísticos.

La propuesta de estos cruceros medianos y pequeños es clara: recorrer varias ciudades sin preocuparse por la organización de desplazamientos ni equipajes. Los pasajeros coinciden en destacar la comodidad como el principal atractivo, además de la posibilidad de aprovechar las noches para navegar y las jornadas para visitar distintos destinos.

El debate sobre la masificación

La escala en Palma dejó opiniones encontradas entre los cruceristas. Ese mismo día coincidieron varios buques de gran capacidad, lo que provocó una fuerte concentración de visitantes en el centro de la ciudad. La escena reaviva un debate recurrente en el Mediterráneo: el impacto de la llegada simultánea de miles de turistas en enclaves urbanos con recursos limitados.

Algunos viajeros reconocen que este fenómeno condiciona la experiencia e incluso la relación con los residentes. En las zonas con mayor presión turística, explican, la interacción con los locales se percibe más "tensa", un reflejo de cómo el turismo de masas altera la dinámica cotidiana de las ciudades receptoras.

Barcelona limita su crecimiento

El Ayuntamiento de Barcelona es consciente de este escenario. Por ello, el consistorio y el Puerto anunciaron la reducción de las actuales siete terminales a cinco en el horizonte de 2030.

El plan incluye, además, la apuesta por los barcos de menor capacidad, con menos de 1.000 camas, que ya representan un tercio de las escalas registradas, según la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA). El Wind Surf encaja en este modelo, que se presenta como alternativa para reducir la presión sobre los barrios más expuestos al turismo.

Los turistas, entre la ciudad y el aeropuerto

Tras abandonar el barco, parte de los pasajeros se dirigieron directamente al aeropuerto de El Prat, mientras que otros aprovecharon para alargar su estancia en Barcelona. Entre los lugares más citados como imprescindibles figuran el Museu Picasso y la Sagrada Familia, icono de Gaudí que muchos visitantes esperan encontrar más avanzada que en sus viajes anteriores.

La llegada del Wind Surf pone de relieve el papel del Puerto de Barcelona como punto estratégico en el mapa de los cruceros internacionales, al tiempo que subraya el reto de equilibrar los beneficios económicos del sector con la necesidad de gestionar sus efectos sociales y ambientales.